Capítulo 9.Después del Juego.
Llegó el lunes y cada uno comenzó con sus actividades semanales, trabajos y estudios, eso ayudó mucho a que no hubiera tantos encuentros en la casa; pero la cena fue silenciosa y tensa. Mi madre encendió el televisor y puso algún programa local para que al menos hubiera algo con lo que distraerse.
Apenas pude me retiré a mi cuarto para no caer en la tentación y cometer alguna locura. Al estar otra vez sola en mi pieza vinieron a mí todos los recuerdos sexuales, que tan frescos estaban en mi mente. No tuve más alternativa que quitarme el pantalón y la tanga para comenzar a masturbarme.
Las fantasías que se apoderaban de mi cabeza me daban tanto miedo como placer. Me imaginé a mí misma montada sobre la verga de mi papá... y luego aparecía mi tío Alberto, me agarraba de los pelos y me hacía tragar toda su verga. En mi imaginación la secuencia cambiaba según lo prefiriera, a veces le chupaba la pija a los dos, o era mi tío el que me la metía en la concha, mientras mi papá me daba de tomar todo su semen. Sentí la viscosidad de mis flujos vaginales cubriéndome los dedos. Comencé a desesperarme, por la ansiedad que me producían estas fantasías; necesitaba algo de acción.
Sin pensarlo, me levanté de la cama, cubierta sólo por una remera blanca que no tapaba nada de mi lampiño pubis y que hacía resaltar notoriamente mis pezones. Salí del cuarto y caminé por el pasillo hasta el baño con total naturalidad. Mi corazón dio un salto cuando mi hermano apareció por el lado del pasillo que conectaba con la sala de estar. Lo confieso, quería que alguien de mi familia me viera desnuda; pero en realidad no creí que esto ocurriría y mucho menos que se trataría de Erik. Intenté mantener la calma y lo saludé; él ni siquiera me respondió, estaba mirando fijamente mi concha como si fuera la primera vez que la veía. Continué mi camino hasta el baño y me senté en el inodoro sin molestarme en cerrar la puerta. Mi hermano me siguió hasta el baño y se paró frente a mí. Al parecer mis deseos se estaban cumpliendo. Sentí vergüenza por mi propia forma de actuar.
—Te estaba buscando —me dijo, con evidente nerviosismo.
—¿Para qué? —pregunté sin siquiera mirarlo a la cara, disimuladamente me fijé en el bulto que crecía en su pantalón.
—Bueno para... —rascó su cabeza sin dejar de mirar mi clítoris, mantuve las piernas considerablemente separadas para que él pudiera verlo sin problema, mi corazón resonaba como un tambor— es que...
—Dale Erik, ¿qué necesitabas? —lo apuré simulando estar enojada.
—¿No podés hacer pis? —cambió de tema.
—Con vos mirándome así no puedo.
—¿Así cómo?
—Como si yo fuera la mina que te querés coger en un boliche.
—¿Qué hay si fuera así? —preguntó con torpeza.
—No estamos en ningún boliche.
—Me refiero a lo otro... a lo de coger —a pesar de su tez oscura, se notaba lo sonrojado que estaba.
—¿Qué? ¿Estás loco? —exageré mi reacción. Descubrí que realmente no me molestaba que él fantaseara con la idea de cogerme; y esto aumentó mi sensación de culpa.
—No, es que... vos me dijiste que te gustó... y yo pensé que quizás...
—Probablemente estaba borracha cuando lo dije... y era todo fue parte de un juego —su pene comenzó a crecer bajo el pantalón. Yo luché contra la tentación de estirar la mano y tocarlo—. No te tomes tan en serio todo lo que dije.