Strip Póker en Familia [02].

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Capítulo 2.Diversión Familiar.

Las cartas se deslizaron por la superficie de la mesa de vidrio, y las miradas aprovecharon para ir más allá, aprovechando la transparencia. No podía culpar a nadie, yo era víctima del mismo efecto. Es muy difícil tener a alguien desnudo sentado cerca tuyo, y no estar mirándole los genitales. Es una atracción casi magnética. Tenía la mirada perdida en los carnosos labios de la velluda concha de Viki, mi madre; y cada vez que apartaba la vista, me encontraba con el pene de mi hermano. Y si no miraba éste, tenía el bulto de mi padre, justo a mi izquierda, marcándose en su bóxer. Para colmo ellos estaban sentados tan cerca de mí, que hubiera podido agarrarles la verga sólo con estirar un poco la mano. Pero no es que quisiera hacer eso... claro que no.

Estaba preocupada, porque la única prenda de vestir que me quedaba era la tanga, que a duras penas cubría mi sexo... pero al menos era mejor que nada. Miré mis cartas, eran horribles. Tanto que decidí cambiar las cinco. No fue una buena idea, las que me tocaron después eran igual de terribles.

Como si hubiera tenido la clarividencia de adivinar quién perdería, me tocó despojarme de mi diminuta tanga. Que mi papá y mi mamá se hubieran desnudado sin hacer mucho teatro, me era indiferente. Lo que realmente me molestaba era que Erik hubiera afrontado la sanción con tanta valentía. No podía ser menos que él, debía demostrar seguridad. Me puse de pie, y me desnudé frente a mi familia. Tiré la tanga lejos, sabiendo que no podría ponérmela hasta que el juego terminase. Erik se quedó mirando mi depilada concha con labios más pequeños que los de mi madre, y un monte de Venus bien definido.

―Cuidado que esta sí muerde, ―le dije, y todos estallaron en risas. A Mayra pareció causarle más gracia de lo normal, no sabía si reaccionaba así por el alcohol o por los nervios.

Mi hermanita parecía un poco más tranquila porque llevaba varias rondas sin perder. En cambio mi tío y mi papá tuvieron algo de mala suerte no les quedó más alternativas que mostrarnos lo que les colgaba entre las piernas. Primero fue el turno de mi tío, él tenía el pene más pequeño de los tres hombres presentes; aunque sólo por un poco. Quien me dejó sumamente impactada, fue Pepe... no podía creer la trompa de elefante que tenía mi padre entre las piernas.

―Victoria, ¿Vos te casaste con Pepe porque lo viste meando? ―Preguntó mi tío, haciéndonos reír a todos.

―No, me casé con él porque lo descubrí masturbándose. ―Nos quedamos boquiabiertos―. Es cierto. Fue en un campamento que hicimos hace muchos años, cuando todavía éramos amigos. El señor no tuvo mejor idea que meterse en mi carpa a sacudirse el ganso. Tal vez pensó que ahí nadie lo vería, porque todos estaban cerca del río, pero yo volví porque quería dormir, y lo que vi me quitó el sueño.

―¡Papá, no te creía capaz de eso! ―Grité. La situación me divertía, y por extraño que parezca, no me incomodaba imaginar a mi padre haciéndose una paja. Eso seguramente se debía a todo el vino con gaseosa que había tomado.

―Fue el mejor error de mi vida hija, mirá lo que conseguí gracias a eso, ―dijo, acariciando la pierna izquierda de Viki, muy cerca de su vulva―. Además, en mi defensa, tengo que decir que tu madre no es de las que gritan y salen corriendo en esas situaciones, sino de las que dicen: "Yo te ayudo".

―¡Apa! ―Exclamó Mayra. Dio la impresión de que quería decir algo, pero cuando todos la miraron, cerró la boca y agachó la cabeza.

―Lo que Mayra quiere decir, ―aclaré―, es que no se imaginaba que mamá fuera tan puta.

Todos se rieron.

Sentí una gran ola de calor en mi entrepierna imaginando a mi madre montándose sobre esa gran verga, y tuve que esforzarme para apartar esas imágenes de mi cabeza.

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