Capítulo 17

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Otra noche en la que Agustina no llegaba, Marcos miró el reloj por décima vez en lo que iba de la noche, era verdad que el trabajo de Agustina le demandaba mucho y eso incluía que su horario fuera poco claro, sin embargo esto se hacía muy habitual y eso sí que era poco común, pues si bien había momentos de mucho trabajo en los cuales tenía que extender sus horarios, habían muchos otros en los que ella llegaba temprano a casa.

Eso últimamente no pasaba y aunque se había tranquilizado porque la última semana la había pasado en casa, nuevamente se hacía constante que ella no llegara hasta altas horas de la madrugada.

Además no era sólo eso, ella estaba diferente, se estaba preocupando mucho por su aspecto, él no se quejaba, obviamente se veía mucho más linda, más atenta con cosas que por años le fueron irrelevantes, incluso se aplicaba perfume, algo que jamás en la vida había hecho, al menos no que él pudiera dar fe de ello, desde que la conoció Agustina jamás había mostrado interés por perfumes, sin embargo ahora no salía de casa sin aplicarse alguno.

Tampoco quería acompañarlo donde sus padres y su madre no había perdido oportunidad en señalarse lo ausente que andaba Agustina y su hermana Celeste incluso había insinuado si no andaría en algo raro, Marcos no solía desconfiar de su mujer, pero no podía negar que ella estaba extraña, que ya no la veía casi y cuando lo hacía no hablaban.

Le costaba concentrarse en su trabajo cuando en lo que pensaba era en su mujer, incluso pensó en sorprenderla en su trabajo e invitarla a cenar, pero no estaba muy seguro que a ella le gustara la idea, a menudo era obsesa con el trabajo y no le gustaban las interrupciones, estaba convencido que los cambios de Agustina tenía que ver con el caso de las pibas, aunque se había pasado por el pizarrón que tenía en el estudio con elementos que para ella la ayudaban a pensar y no habían adicciones, hasta ahí, su mujer estaba ausente.

...

Las pistas eran escasas y eso definitivamente era frustrante, sin embargo ella se agarraba de lo poco que tenía como el moribundo lo hacía con la vida, la pista de ICAR SA. poco había dado, más que la empresa había sacado un arsenal de abogados con los que ella afortunadamente no tenía que entenderse, eso lo hacía la fiscalía, pero de momento la investigación en ese ámbito estaba congelada, a ella sólo le quedaba ver quién era Roxana Rojas y por qué había sacado un teléfono para Carla.

Guido en este caso se encargó de que Lautaro le diera la orden, Agustina no había querido hacerlo, de alguna manera lo evadía, aunque ya no estaba distante con él, si intentaba no estar tanto con Lautaro, sentía que eso interfería con sus obligaciones y era lo que menos quería, seguir mezclando sus dos vidas al punto de no dilucidarlas, no en vano en instituciones como esa las relaciones estaban reguladas, lo indicado sería no tenerlas y de hacerlo lo más adecuado era hablarlo con recursos humanos, pero desde luego ellos no harían eso, ambos tenían otros compromisos a los ojos del mundo.

Agustina pensaba en eso cuando Guido le mostró el documento con el que ambos se dirigieron a la empresa de telefonía, en ésta tuvieron acceso al documento de identificación y los datos de Roxana Rojas, presumieron que esto la volviera algo más que un nombre genérico, no obstante no fue tan así, efectivamente la empresa les dio acceso a esos datos, pero al corroborar en sus bases de datos que tenían en la policía los llevó a otro callejón sin salida.

No había nada, porque seguramente ese nombre y ese documento de identidad eran falsos, no entendía cómo en las empresas de telefonía no corroboraban la identidad, a ellos sólo les interesaba vender, así que con ese ánimo sólo afiliaban a cualquiera, para la empresa de telefonía lo importante era que la mujer pagaba a tiempo su línea, eso era todo lo que importaba.

A Agustina le quedó un mal sabor de boca al percatarse que había más líneas afiliadas a ese nombre, pero la orden no los dejaba acceder a eso, sólo el número de Carla; miró a Guido refiriéndole que debían volver a la estación para que Santamaría les diera más libertad, él era el que se entendía con el juez, pero su amigo se negó tajantemente, le dijo que Lautaro andaba de un humor de mil demonios y que ya él había hecho el sacrificio del día, Agustina lo miró con un gesto de resignación, sabía que no podría convencerlo de lo contrario y siendo justa era su turno.

EL JARDÍN DE LOS TULIPANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora