Capítulo 15

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Estela soltó el aire, al colgar con Delfina, evidentemente no le creía a la secretaría y no porque sospechara que le mintiera, sólo era una atolondrada, pero ella no había nacido ayer y no le verían la cara.

Volvió e ingresó al edificio ignorando al portero, aunque éste le gritara que no podía seguir con angustia y desesperación, porque era él quien le había recibido dinero, cuando esas cosas no eran permitidas y su puesto era el que estaba en juego, después de todo las peleas entre la señorita Estela y don Lautaro nunca duraban, pero el que sí podía tener las horas contadas ahí era él.

A ella no le importaban los gritos desesperados de ese muerto de hambre, en lo único que pensaba era en Lautaro con otra, de manera que tomó el ascensor hasta el piso de Lautaro, tendría que revisar a profundidad si habían evidencias de la presencia de una mujer y si comprobaba que Lautaro le ponía el cuerno le iría muy mal a esa mina. Haría cualquier cosa por retener a su prometido, se casaba porque se casaba, otra furcia no iba a venir a quitárselo, esas putas robamaridos existían por todas partes.

Pero cuál sería su sorpresa cuando ingresó la clave y ésta no le dio, volvió a ingresarla y nuevamente le dio error, lanzó un grito ahogado y movió sus pies pataleando sintiendo que la furia la invadía, comenzó a golpear la puerta con rabia, lo hacía con sus puños y dando patadas, el de seguridad no había tardado en llegar, pidiéndole que se calmara, no entendía cómo podían pedirle calma cuando el maldito de Lautaro se la estaba haciendo y ella no se dejaría.

Por mucho que los de seguridad le insistían que saliera y esperará a Lautaro en el lobby o que regresara después, ella hizo caso omiso, se quedó ahí, llamó a uno de los ingenieros de sistema de la empresa que podría ayudarle a entrar, ella sabía que si le escribía a Lautaro y le pedía la clave no se la daría, estuvo frente a la puerta mientras esperaba al ingeniero, pero el que llegó fue Lautaro con una mirada salvaje y en su estado más rabioso, hasta el de seguridad se fue, como si entendiera que eso era asunto de ellos, Estela tragó saliva y se arrinconó, sabía cómo era cuando lo hacían enojar.

-¡¿Vos con qué derecho venís a mi edificio a hurgar en mis cosas y querer entrar a mi apartamento?! -Aquél grito fue la bienvenida que él le dio.

Ella lo miró angustiada y con cierto temor, la mirada de Lautaro cambiaba mucho cuando tenía furia, ahora mismo era salvaje, como si un animal lo habitara, a Estela le daba mucho miedo verlo así, porque él no se medía y ella ya sabía lo que podía pasar.

-Bebé...-Le habló en un susurro conciliadora.

-¡Qué bebé ni qué mierda!-Volvió a gritarla.

Seguramente había sido la boluda de Delfina la que la había delatado, pensaba Estela, mientras Lautaro simplemente la sujetó fuerte del brazo y la metió al apartamento, dígito la clave rápidamente para que ella no la volviera obtener, aunque por las dudas volvería a cambiarla.

-Bebé, me estás lastimando.-Le dijo ella con voz entrecortada, él la soltó, pero ejerció tanta fuerza al hacerlo ella se chocó con una de las paredes, a él no le importó eso, la estaba mirando con tanto odio y hastío que a ella le dolió más esa mirada que el estrujón que le acababa de dar.

-¡¿Con qué derecho te creés de irrumpir en mi apartamento sin mi consentimiento?!-Volvió a gritar.

Ella se quedó muda, sobándose el brazo que ya empezaba a lucir rosa tomando la forma de la mano de Lautaro en él.

»Andá respondé.

-Quería darte una sorpresa.

-Eso ni te lo creés vos.

EL JARDÍN DE LOS TULIPANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora