Capítulo 2

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Llevaba horas trabajando en SolidWords el software que utilizaba para efectuar todos sus diseños, Marcos era un ingeniero apasionado por su trabajo, pocas cosas lo movían, pero crear, era algo que sí que le fascinaba, cuando una de sus máquinas empezaba a andar por su cuenta no sólo era satisfactorio porque podrías cumplirle al cliente, sino porque cada una era como un hijo para él, algo que creaba desde cero y a lo que literalmente le daba vida y todo comenzaba ahí en los planos que efectuaba en el SolidWors, debía ser preciso porque un error en sus cálculos podría costarle millones a la empresa a la que trabajaba.

Él era meticuloso, aunque no perfeccionista, a menudo compartía su tiempo laboral con otra de las cosas que más le gustaban en la vida, los vídeo juegos, a veces incluso que no quería trabajar jugaba un poco, podía permitírselo porque estaba solo en su oficina, su asistente Patricia, contaba con una propia justo al lado, de manera que nadie lo interrumpía y a su jefe lo único que le importaba es que él cumpliera con las entregas, algo que siempre hacía.

Marcos era el jefe de ingenierías en la empresa Cider Ingenierías, llevaba trabajando allí unos 7 años, recién graduado había conseguido un empleo de aprendiz, aunque él ya era ingeniero, le sirvió para efectuar toda el área de calidad en la empresa, aunque él no era ingeniero industrial, podía aprender rápido a desempeñar tareas que requirieran de él.

Sus jefes quedaron tan complacidos que lo recomendaron para ingresar al lugar en el que ahora trabajaba, ya que allí podía ejercer su carrera a cabalidad y además era una empresa más grande con oportunidades de ascenso, que él había aprovechado y por eso había ido escalando.

Se podía decir que tenía una buena vida, se había casado con la mujer que a él le gustaba, no por conformarse, sino porque era la que lo volvía loco, Agustina era preciosa, ella misma no se daba mucho cuenta de eso, pero era candela y él siendo más bien pasivo y calmo le había gustado que ella fuera tan enérgica. Desde que la vio se flechó, se habían conocido en una fiesta de conocidos en común y casi que de inmediato lo atrajo, llevaba una blusita de tirantes que le dejaba ver sus tetas y qué tetas que tenía, además de esa carita engatusante.

El sexo había sido muy bueno, bastante bueno, aunque él no era muy sexual, evidentemente una buena encoñada siempre atraía, ahora casi nunca tenían sexo y esas épocas eran sólo un buen recuerdo, aunque si se lo preguntaban él no estaba mal con eso, las relaciones no eran sólo sexo, eran compartir con esa persona un mismo camino, el problema es que él no sabía si efectivamente eso pasaba con ellos.

Marcos venía notando que algo pasaba, los besos eran flojos, la conversación se había reducido, siempre estaban cansados e incluso él reconocía que en muchos momentos aunque ella estuviera en casa él prefería quedarse jugando en línea con sus amigos.

Lo que más lo afectaba en realidad era el tema de los pibes, sentía que no reconciliaban en eso y él quería ser papá, tener la parejita, como análogamente sus padres habían hecho con Celeste y él, admiraba el matrimonio de sus padres, de alguna manera quería tener algo así para él, más adelante comprar una casita en un country cerca de los colegios de los pibes, vacacionar en Bariloche, no sé, sueños de ese tipo familiar que a él sí que le gustaban, pero su mujer no se notaba entusiasmada con eso.

...

Era domingo, se suponía que no estaba de turno, por lo que estaba en un restaurantico en San Telmo tomándose un cafecito, mientras María Paz se bebía un vinito con Santino, su novio eterno, veían desde su mesa una pareja bailando milonga y se podía decir que la tarde era acogedora a pesar del calor que hacía.

El bandoneón se escuchaba entonando la milonga del "sombrero", la pareja emanaba una fuerte sensualidad propia de ese baile, ella los miraba con cierto embeleso, nunca había bailado en público de esa manera con nadie, ni siquiera con su marido.

EL JARDÍN DE LOS TULIPANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora