Capítulo 1

159 9 14
                                    

Sin más preámbulos, ahí les dejó mis nuevas divagaciones, ojalá viajen conmigo en esto, el camino siempre es más divertido con gente que divaga con uno.

____________________


El despertador sonó sacándola de su estado onírico, a veces era placentero estar allí en esa inconsciencia, apagarse por unas horas de la existencia, una que se le hacía pesada y baldía, muchas personas pensarían que no debería sentirse así, como si un enorme agujero la hubiese baleado y cayeran esquirlas por todo su ser.

Después de todo tenía una vida estable, un empleo que le gustaba y una pareja, que en palabras de muchos, era de esos que ya no se encuentran. Pero ella llevaba ya bastante sintiéndose así, como si nada en realidad la movilizara lo suficiente, como si lo único emocionante fuera la vida de los otros, de esos expedientes que se apilaban en su escritorio clamando justicia.

Apagó la alarma con un dejo de apatía mientras su nariz se inundaba con el olor a tocino y huevo, se incorporó lentamente en la cama y la sábana se le resbaló despacio hasta finalmente abandonar su cuerpo, ni siquiera con el aire acondicionado el verano daba un poco de tregua y prefería dormir así, con una delgada sabana.

Marcos entró con una charola que contenía todo su desayunó, él le sonrió como hacía cada mañana y ella le devolvió la sonrisa sin muchas ganas estirando la mano y tomando la charola, él era un hombre atento, siempre hacía eso, siempre se levantaba antes y hacía el desayuno para los dos, siempre sacaba al perro y se encargaba de los pagos de la casa, ella no tenía que ocuparse de ninguna de esas nimiedades, sólo cumplía con pasarle la cuota de lo que le correspondía y él de forma mágica lo arreglaba todo.

Aron, también entró moviendo su cola, estaba feliz de verle, ese perro siempre parecía estar feliz, con su lengua fuera babeando todo a su paso, ella le acarició la cabeza, mientras con su otra mano cogía el tocino, aunque Marcos le había traído los cubiertos, pero los dejó de lado untando de grasa sus dedos, ella no era particularmente adepta de seguir los protocolos y las normas de etiqueta, era lo opuesto, era tosca y burda.

Marcos se movía por la habitación, buscaba su ropa, él también iniciaba jornada y debía irse al laburo, Agustina revolvió los huevos, no tenía hambre, nunca tenía hambre, pero de todas maneras se los comió y finalmente dejando el plato en la alfombra se levantó de la cama y sorteó a Marcos, su cabello castaño le caía mojado dejando gotas por toda la recamara, ella se limitó a mirarlo y señalarle el desastre que hacía, mientras él seleccionaba el traje del día.

Aron la seguía, le llegaba casi a las rodillas, era mitad labrador, mitad otra cosa que ni siquiera sabían, a Marcos y a ella no les importó, lo habían rescatado y al parecer Aron siempre estaba en un eterno agradecimiento, suponía que era la naturaleza noble de los perros, pero de nuevo le acarició la cabeza, aunque él empezó a jalonearle el uniforme que había tomado del armario.

-Pará Aron, pará, que me lo vas a estropear.

Sin embargo el animal seguía tironeando, tenía algo en contra de su uniforme, ni siquiera podía ver el mismo tono de azul porque inmediatamente mordisqueaba, Marcos ni siquiera se inmutó, estaba muy abstraído en sí mismo y su acicalamiento, por lo que ella le frunció el ceño, ya que el perro solía hacerle más caso a él y le habría gustado que la hubiera bancado.

-Tómatelas Aron y vos también Marcos.

Se sacudió el perro y se metió dando un portazo en el baño, a veces la superaban los dos parecían dos pibes y Marcos que llevaba un tiempo hinchándole las pelotas con eso de que ella se preñara y le diera uno, la mera idea le resultaba insufrible, él lo era con ese tema y su mamá no ayudaba, ninguno parecía entender que bastante le había costado ella acceder al grado de detective, como para que a eso le sumara un pibe, a veces Marcos le gustaba chamuyar.

EL JARDÍN DE LOS TULIPANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora