Capítulo 13

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Lamento tardarme, no he tenido buen estado de salud, nunca les he contado, pero sufro de migrañas y cuando me dan, no puedo escribir. 

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No había dormido casi nada y había llegado tardísimo a su casa y eso no era nuevo, pero lo que sí era nuevo es lo que la llevó a llegar tan tarde, tendría que ducharse, debía oler a sexo, pero si lo hacía despertaría a Marcos y Aron y eso la dejaría en mayor evidencia, así que simplemente se quitó su uniforme y lo llevó directo a la cesta de ropa sucia, aunque la que estaba sucia era ella, muy sucia, ya que aunque se había limpiado el semen había un cierto olor al mismo en su piel, porque Lautaro había deseado venirse en sus lolas y ella se lo había permitido.

En la mañana había optado por despertarse antes que Marcos y meterse a bañar, cosa que cuando él llegó con el desayuno ella ya estaba lista, poco hablaron, él nunca preguntaba mucho por su trabajo, así que no había nada de extraño en lo muy tarde que llegó, en un trabajo como el de ella se sabía a qué horas ingresabas, pero nunca a qué horas salías.

Cuando llegó a la estación notó que ese día Lautaro le llevó un croissant y beicon con su usual café negro, ella bebió de su café y se lo llevó consigo a la sala de evidencias, en donde siguió escudriñando en la vida de Isabella, libros de texto que tenían pequeñas noticas, no sabía que los pibes de hoy en día aún lo hicieran, desde luego en su época era lo usual, así chateabas con tus amigos, pero los pibes hoy en día tenían móviles, no necesitaban de eso.

Posteriormente entendería que en el colegio de Isabella no permitían móviles, así que chatear a la vieja usanza se hacía posible y eso fue una enorme ventaja, Isabella empezó a hablarle en esas notas, por fin sabía un poco más de esa piba y quizás con suerte conocerla a ella le ayudaría a hacerlo con Paula y Carla.

-Mirá- le dijo a Guido- tiene dos amigas muy cercanas, más que las otras tres, es con quien más tiene chats.

-No vamos a ir por ese camino de nuevo Agus, sabés de sobra que no nos van a dejar hablar con menores, sin que estén padres, abogados y psicólogos y vos ni te les podés acercar.

-No, no voy a ir por ese camino, ellas mentirían y yo no soy de entenderme mucho con los vivos.

-Entonces ¿qué querés?

-Aún no lo sé Guido, pero lo sabré.

Guido asintió porque era cierto, si alguien era determinada era Agustina Ferrer, pero eso la hacía terca e imprudente, por eso él sentía la necesidad de refrenarla para que no hiciera tantas locuras, Agustina tenía buenas intenciones, pero no se fijaba que a veces no era la más ortodoxa.

»Mirá- volvió a señalarle una nota- al parecer gustaba de alguien.

-Decime algo nuevo Agus, sabés que a esa edad es usual, con toda esa revolución de hormonas.

Guido tenía razón, pero a ella la emocionaba conocer a Isabella, al menos sabía más de ella de lo que sabía de Carla y Paula.

Agustina se concentró tanto en eso que se la pasó perdida el día entre las cosas de Isabella, miró en todos sus cuadernos encontrando más y más chats, algunas cosas tachadas, que le habría gustado descifrar y algunas por el contexto podía otras no. Guido se había ido, le había dicho que tenía más casos y era verdad, ella igual, pero éste le llamaba mucho la atención, tal cual como la había obsesionado el caso del taxidermista y en ese prefería no pensar, porque aunque ella se decía que soltaba los casos en muchos momentos si consideraba a cuántos no estaría matando sin que nadie se percatara.

...

No era sábado, pero Estela decidió que para ella sería así, no iría a la fundación, no trabajaría y sólo emplearía su tiempo en la relajación y el placer, por lo que esa mañana estuvo en la pileta, su padre estaba en casa, a veces trabajaba desde allá, todo era porque su estado de salud no era el mejor, aunque habían días que lo percibía revitalizado, otros en cambio su salud lo marchitaba.

EL JARDÍN DE LOS TULIPANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora