Cuando James admiró a Lía, el mundo se redujo a ella. Nada podía compararse con la solemnidad de su presencia en tan pomposo jolgorio. Llevaba puesto un vestido que semejaba el matiz del océano, infinito como el número de sensación que evocaba a su alrededor. Sus zapatillas resplandecían con el toque explosivo de las iluminaciones.
James se quedó captándola desde cierto sitio recóndito. Ella disfrutaba de la voz que relucía Chris Lark en el telón, emitiendo una sonrisa de media luna y de vez en cuando, intercambiaba palabras con Gabriel.
-James, James ¡Yanqui! – le habla Damir despojándole de la distracción.
-Sí. – dice despertándose a sí mismo.
-Es muy bonita.
-¿Quien? – pregunta el cantoeta.
-La señorita a la que le echabas el ojo. No la había visto en el pueblo.
-Es la enfermera Lía, nieta del tendero Salvork. Llegó al Pueblo hace poco. Compró la mansión de los Freid. El caballero que la acompaña es nada más que Gabriel Pirs. Dicen que es el hombre más rico de Versalles, no me sorprende que maravillas lo rodeen, como lo es su prometida. – explicó a detalle un viejo caballero, de barba blanquecina. Esa información recayó en un recuerdo al mencionar la casa de los Freid. La mujer que ayudó a Abigail, que la recibió en su casa y le preparó un té de canela, era Lía, la dulce Lía, concluyó James.
-Es una lástima entonces, ya tiene quien la quiera. – inquiere el joven alemán alertando al limpiador de zapatos.
-Ya lo sabía.
-¿De qué hablas?
-De hecho, creo que somos amigos o algo así. – contesta James mirándola con suma ternura.
-¡Es momento! Debe salir ahora. - anunció el caballero que resumió la vida de Lía.
-¡Vamos, yanqui!– aclaró el señorito Dajes.
- ¿Con qué nombre o seudónimo se lo dará a conocer? – preguntó el viejo caballero.
-Regístrelo como...
- El cantoeta. – anunció James Arthur, haciéndole conocer un nombre que le pareció más peculiar que ningún otro.
Lo cierto es que, el concurso de músicos del restaurante Bilwur se llevaba a cabo cada año. Dicho evento confería la oportunidad de estimular fama a cantantes de todas las edades que buscaban cumplir sus mayores anhelos. A decir verdad, algunos artistas reconocidos se lanzaron a la popularidad gracias a tal suceso. Sin embargo, la modalidad que se maneja en el festival vislumbra ciertas irregularidades. El certamen lo impulsaba -por sobre todo- los intereses financieros. Así pues, Marcel Bier, dueño de Bilwur, ofrecía un monto de 10.000 zlotys como recompensa al vencedor. Una suma de dinero insignificante para Bier y el resto de plutócratas, ya que, detrás del concurso y premios, habitaba una artimaña mucho más interesante. Si bien, los candidatos a enfrentarse son patrocinados por una "apuesta vinculada".
Las familias enriquecidas registraban a su ahijado que los representaba, estos invertían 20.000 zlotys únicamente en la reserva de la mesa y fuera de ello, depositaban 50.000 zlotys en la recaudación de apuestas (individualmente). El año anterior, hubieron 39 cantantes, dando un aproximado de 1.950.000 zlotys otorgados a Damir, triunfador en nombre de Chirs Lark. A causa de esto, orgulloso del éxito y rápida incursión en el mundo de negocios, volvió a Frampol para reivindicar el título de campeón. Por el contrario, en los últimos instantes, el supuesto amigo Lark redefinió la lealtad a su padrino, vendiéndose a los archienemigos del señorito Damir. Los gemelos Benjamín y Eitan Duay, primogénitos de los burgueses Duay y futuros herederos de un patrimonio que les impediría conocer a fondo la palabra "sacrifico" o "esfuerzo". Este par de adolescentes, de escaso sentido de humildad, añadido su carácter de supremacía ante el resto, eran soportados por los concomitantes debido a que, mantenían relaciones mercantiles con los Duay. No obstante, ni siquiera sus mascotas podían tolerarlos.
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EL CANTOETA
RomanceLa familia lo es todo para James Arthur al igual que la música, poesía, el arte. Su padre falleció en la Primera Guerra Mundial y ser hermano mayor de Andrew, Werdan y Abigail le orilló a convertirse en el hombre de la casa. Así es como desde tempr...