Capítulo 10: Las flores lloran

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Un tintineo anestésico se cuela a través de las paredes ladrillas que visten de casas al suburbio, fallece uno y en seguida se avecina la resurrección del mismo. Es el timbre de una bicicleta entonando una melodía única para los oídos engullidos bajo el ensueño. A lo lejos, se esparcen las nubes envueltas de negrura y una luna, libre de matices en su comisura, asoma a desentrañar las fauces de las sombras. James dormitaba en su remota cama. De pronto, abre los ojos y retiene el ruido que lo arranca del piso gélido a las faldas del pórtico. Afuera corre un aire tan frívolo que perpetra hasta los huesos. Se cruza de brazos en busca de algún indicio del bullicio que su atención ha captado. Ninguna criatura se manifiesta. Las calles están desiertas por luces que se desprenden a partir de las farolas. A su espalda, Abigail suspira, abrazada a su manta.

-¿También lo escuchaste?

-Será mejor que entremos. – contesta James que recordaba su bicicleta extraviada. Compartía ese timbre que resonó hace unos instantes.

Abigail afina su visión y ve una sombra precipitarse.

-¿Qué es eso? - vuelve a cuestionar curiosa.

James se da vuelta y empuja a Abigail para adentrarse a la casa. Acaba de observar que la sombra pertenecía a la silueta de Pelsin Rostreur. Arrastraba la bicicleta por la avenida.

-Llamaré a la policía. – avisa Abigail amenazante.

-No hace falta. – expresa el teniente con serenidad-. Aunque, naturalmente, deberías hacerlo cuando un hombre se te presenta a mitad de la noche en una calle desolada, y más aún si desconoces de quién se trata... Abigail.

James mira a su hermana muy desconcertado.

-¿Cómo sabe mi nombre? – interroga ella que se escudó tras los hombros de James Arthur.

-Frampol es un pueblo pequeño y por eso, tarde o temprano, todos sabemos quienes somos.

-¿Qué quiere de nosotros, teniente Pelsin? – advierte James que empezaba a molestarse de alguna forma.

-Quise encargarme personalmente de que recibas lo que es tuyo. – le entrega la bicicleta a James.

-Pensaba recogerla por la mañana.

James se aleja del teniente.

-Un momento. Olvidaba las bitácoras. Entrégale esto a Andrew y Werdan. Leí que mi padre tenía cierta fascinación por el padecimiento de Adelain y los niños también están interesados en ello.

Annelise se acercó a Pelsin.

-No se atreva a nombrarla.

-No pretendía ofenderla. - responde Pelsin con serenidad.

James Arthur guarda las bitácoras y toma el brazo de Abigail para evitar que cometa algun desliz.

-De nuevo, lamento mucho lo de tu madre.

Abigail, sin contener sus impulsos, procedió a estirar el brazo y abofetear a Pelsin. Su respiración sufrió una repentina parálisis que la llevó a mirar con ojos de odio al hombre que la encaraba. James tomó a su hermana de la mano y la dirigió a la puerta. Antes de voltearse, escuchó las palabras reveladores de Pelsin.

-Hubieses sepultado a tu hermano. Ahora, le llorarías no solo a tu madre, torpe niña.

-¿De qué está hablando?

-¡Abigail, es suficiente! – exclama James exaltado

-¿Qué esperas? Dilo, torpe niña. Di que soy un miserable. No eres la única que piensa eso sobre mí. Pero sabes que, gracias a mí tu hermano sigue vivo. La noche en que lo apuñalaron salí a comprar cigarrillos, vi a alguien conducir esa bicicleta y pensé que eras tú, muchacho. Debía darte las gracias por lo que dijiste a oficial Niamer. Te perdí de vista hasta que escuché los disparos y me acerqué al mismo callejón que ese tipo, del cual también me salvaste, quiso robarme. Los encontré inconscientes en el suelo, abandonados. Presioné tu herida para evitar que pierdas más sangre. Los médicos dijeron que hubieses muerte allí si la hemorragia no se detenía. Yo llamé a la ambulancia, te llevé al hospital, te salvé. Estamos a mano.

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