Capítulo 12: Amigos sí

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A cinco días de la boda Pirs&Salvork

Con el paso de los días, James Arthur explotaba su imaginación al punto en que experimentó el mayor de sus agotamientos. Cada emoción incriptaba en su ser flotó a lugares surreales que destellaban el mismo efecto sensitivo; euforia. Sintió en todo su cuerpo, desde lo dulce de la imperfección hasta la aberración de la perfección, más allá del cansancio, una liberación abismal de sus sentimientos. Habia dividido su alma en el regalo perfecto para Gabriel y Lía. Escribió veinte canciones románticas como oda a lo imposible. Te encontré era el titulo destinado a la colección de una lírica magistral, aunque faltase componer el último canto para dar por finalizado su obsequio.

James vio el reloj colgando de la pared del establecimiento, a diez minutos de cerrar, de tomar su bicicleta y dirigirse a casa, la campanilla resonó alrededor del oído. Levantó la mirada mientras apuntaba una que otra idea para el cancionero. La última persona que prestaría su atención fue Lía Salvork. Cuando sus ojos se vincularon, ambos fueron presas de un colapso del tiempo. Lía sonrió por un segundo y continuó caminado al mostrador.

-Lo siento, sé que DajesTex cierra antes de las seis, pero... deseaba ver como luce los arreglos del vestido. – comentó Lía que soltaba una voz atrapada entre la dicha y el temor.

-Estaba por cerrar pero... Puedo hacer un poco de tiempo para ti. Permíteme buscarte en la lista.

Lía intentó desviar la mirada a cualquier horizonte en el ambiente silente. No había ningún otro empleado merodeando por los vestíbulos.

-Aquí dice que terminaron de añadir las mangas abulllanadas y los encajes a la aguja. Si gustas, puedes pasar y probártelo. Pronto será tu boda y debes estar segura de lo que llevarás puesto.

-Sí, supongo que me lo probaré. Tomeur tardará un poco en recoger a Gabriel.

-¿Cómo está Gabriel? – preguntó James mientras la conducía al vestidor de damas.

-Frecuenta mucho las empresas en Varsovia. Quiere... queremos estar ausentes dos o tres meses de viaje en América después de la boda.

-Si viajas por el norte de Wiscosin, te recomiendo visitar Islas Apóstol, cerca del Lago Superior. Son magníficas, y desde los faros, puedes disfrutar de una vista maravillosa. – dijo James abriendo la vidriera que resguardaba el vestido.

-Adoro las alturas... me hacen sentir como un ave que en vez de volar, vive adherida al viento, nadando entre los aromas que nadie puede embotellar.

Lía se adentró en una pequeña recámara, tras varios minutos salió al vestíbulo, no pudo dar un paso más al reflejarse en el espejo. Portaba el diseño de un vestido nunca antes expuesto al público, era un placer contemplarla. Su belleza sumada a la prenda provocó en James una sonrisa encantadora. La luz de las lamparas resplandece por la blancura de la tela. El espejo acontecía a un James hipnotizado por completo, sin embargo, el encanto perduraría poco. Lía dejó escapar dos lágrimas con un gesto aciago.

-¿Qué sucede? – James la enfrenta limpiándole las mejillas.

-No me gusta.

-El vestido fue hecho justo para ti, aunque, prefiero decirte que nada puede hacerte más hermosa de lo que eres.

Lía, cabizbaja, pensó en lo que sus ojos veían a través del espejo. Fue a James quien imaginó con traje, con un anillo en la mano, sus brazos enlazados a los suyos. Ella sonreía sintiéndose obligada a hacerlo.

-No lo sé, creo que...

James llevó su dedo a la boca de Lía acompañado de un siseo prematuro.

-Tengo una idea. Ven conmigo. – manifestó James tomándola de la mano.

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