Gabriel leía al pie de la letra el diario local que anunciaba su boda con la señorita Salvork. James, por otro lado, sentado en una butaca, esperaba a que Pirs terminase su lectura mientras bebía un trago de vino que le convidó segundos antes de ser citado sin razón alguna.
-¡Imbéciles! Escribieron mal el apellido de Lía. – dijo Gabriel un poco molesto por el error mencionado. Lanza el diario a la mesilla que lo separa del cantoeta.
James recoge el diario y se percata que el apellido no lleva ninguna falencia.
-El de la falla eres tú, amigo. – declaró James extendiéndole el diario para que eche un vistazo de vuelta.
Gabriel pone atención en la palabra y suelta una risa sarcástica.
-Creo que, empezaré a usar lentes. Mi vista empieza a decaer. – justificó Gabriel poniéndose de pie y acabando con el vino retenido en la copa.
Camina hacia la ventana y observa el jardín en construcción.
-¿Seguro que necesitas afinar tu visión?
-No lo sé, James. Últimamente, siento un peso sobre mí, uno que desconozco, un tipo de presentimiento. Es una punzada que pulla mis pensamientos e incluso, se ha visto inmerso en mis sentimientos ¿Alguna vez has sentido que el mañana es en verdad una imposibilidad?
James dejó la copa a un lado de la mesilla. Miró a sus manos buscando la respuesta entre los recuerdos.
-Aunque suene un poco exagerado, me ocurre todos los días. Despierto con esa sensación de desorientación. Es como sí, temiese que la vida, desde que abro los ojos, es solo un sueño nada más, o un sueño a punto de terminar. Supongo que, se trata de vivir soñando o soñar viviendo. Siempre me consuelo el saber que, al menos, me siento vivo y disfruto cuanto me sea posible hacerlo. Descuida, amigo. Yo sé lo que te pasa.
-¿Qué es lo me sucede entonces, James? – dudó Pirs volviéndose a la mesilla.
-Estás a días de comprometerte. Es normal que te invadan sensaciones desconocidas. Sería cruel de tu parte no disfrutar de ellas.
Gabriel se volvió hacia James y sirvió otra porción de vino.
-Es muy cierto y sabio lo que dices. Me casaré dentro de poco, eso debe provocarme este peso que estoy dispuesto a afrontar. Lía es la mujer que amo, y con quien quiero estar en el altar, dar paso a una familia y trabajar arduo por hacerla feliz. Mi Lía Salvork es un encanto. Sin duda, corrí con suerte y quizá el destino obró al respecto, tenerla a mi lado es como tener el Edén en mis manos. Deberías enamorarte, James. El amor nos hace bien.
-Algún día, tarde o temprano... - dijo James bebiendo el vino de un sorbo.
-Uno nunca sabe cuándo está enamorado. Apuesto a que Dolly Dajes...
-Es mi amiga, solo eso. – James le interrumpe. – Además, esta plática de romanticismos no es para lo que me citaste ¿cierto?
Gabriel revisa su reloj en la muñeca, suelta la copa sobre la mesilla.
-Desde tu fascinante interpretación musical en el restaurante Bilwur, me dije que debías ser tú quien cantase para nosotros en la ceremonia. Confío en tu talento, cantoeta y sé que Lía estará muy dichoso de que seas tú nuestro artista de la noche. Nos complacerías a ambos.
James no lo pensó dos veces.
-Por supuesto que cantaré para ustedes. Es lo menos que puedo hacer por... - la imagen de Lia le aparcó la mente. -Los futuros esposos.
-Contaba con tu apoyo. Cuando acabes con el jardín, nos encargaremos de los arreglos. Será aquí, en nuestro hogar, donde se celebrará el jolgorio.
-Señor Pirs, es momento de irnos. – anunció Alser a un lado de la puerta.
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EL CANTOETA
RomanceLa familia lo es todo para James Arthur al igual que la música, poesía, el arte. Su padre falleció en la Primera Guerra Mundial y ser hermano mayor de Andrew, Werdan y Abigail le orilló a convertirse en el hombre de la casa. Así es como desde tempr...