Capítulo 16: Las cosas que hacemos por amor

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Meses después...

Gabriel Pirs permaneció en Frampol por mucho tiempo. El dolor de la perdida de su amada le orilló a beber alcohol noche y día, lo que hizo que perdiese la realidad de todas las personas que llegaron a rodearle. Se emborrachaba hasta perder el equilibrio de sus pies y lloraba cuando los recuerdos de Lía le atacaban de la nada. Siempre fue ella y aun así hizo lo que hizo.

Aquella noche, vagaba por los callejones, tras salir del burdel y con una mano en la botella, detuvo un auto y subió a bordo. Habia despedido a Tomeur y nunca más supo sobre él, sobre sus empresas, sobre los Dajes, los Alwer y los Salvork. Se encerró en su duelo.

-La fiesta estuvo buena. – le dijo el conductor al arrancar por la principal.

-Eso no te incumbe. – contestó Gabriel entre dientes.

-Supongo que lo llevo a casa.

-No quiero ir a casa. – dijo Pirs, arrojando la botella por la ventana. – Quiero divertirme.

El conductor rió.

-¿Te parece gracioso, imbécil?

-Conozco un lugar así. Para divertirse. – comentó al encender un cigarrillo.

-¿Podrías...?

-Oh, por supuesto. – el conductor le tendió un cigarrillo y el encendedor.

-¿Qué hora es? – preguntó Pirs.

-Pronto amanecerá. – continuó el chofer tomando la ruta fuera de la casa de Pirs. – Y si preguntas por la fecha, es 13 de septiembre, 1939.

-Ha pasado tanto tiempo.

-¿Te preocupa el tiempo? – cuestionó el conductor, dejando ir el humo de sus dientes.

-Lo que ha ocurrido en él, lo que se ha ido con él.

-¿Qué es lo que has perdido? – preguntó el chofer, doblando una manzana.

-A mi esposa.

-¿Cómo se llamaba?

-Haces muchas preguntas ¿acaso eres policía?

-¿Qué es una charla sin preguntas?

Gabriel arrojó el cigarrillo por la ventana.

-Una mierda.

-Entonces, ¿Cómo se llamaba ella?

-Lía Salvork.

-Un nombre muy bonito. Parece que lo he escuchado antes.

-Una boda sin Dios. – dijo Pirs. – Así lo llamaron los diarios locales.

-¿Así que esa era tu boda?

-Cállate y conduce. – ordena Gabriel.

El conductor se detiene frente a la mansión Languerd.

-Hemos llegado. – anunció al apagar el vehículo.

-No veo ninguna luz encendida.

-Como te dije, es un lugar para divertirse. Ven, quiero que lo conozcas.

-No me pongas tus sucias manos encima. Yo puedo solo. – dijo Pirs pero al primer intento de pararse, cayó a la vereda y el conductor procedió a ayudarlo.

-Que lamentable debe haber sido perder a tu amada.

-Lo es.

La puerta de la mansión se abrió.

-¿A dónde demonios me trajiste?

-Aún no hemos llegado. – contestó el conductor al atravesar la sala.

EL CANTOETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora