Capítulo 22. Avery.

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Decir que la relación entre ella y Draco había dado un paso abismal se quedaba corto. Aún se sonrojaba cuando recordaba que, conteniendo las lágrimas, se había abrazado voluntariamente a él cuando le dio el anillo, algo que no había sido planeado, sino que había nacido como un impulso en ese emotivo instante.

Después de eso, habían empezado a llamarse por sus nombres y aunque no se habían vuelto a tocar, llámese besar o abrazar, en más de una ocasión se había descubierto observándolo; él, al darse cuenta, le sonreía.

Una tarde, algunos días después, Hermione sentada en un cómodo sillón, se encontraba estudiando unos datos contables en la oficina del apartamento. En el escritorio, Draco también revisaba otros folders cuando, sin haberse percatado previamente, cayó en cuenta que él se había subido un poco las mangas de la camisa. Por lo general, él usaba manga larga, pero ese día había estado un poco más templado para la época y él había optado por arremangarse. Hermione pudo ver la cicatriz en la que se había transformado la Marca Tenebrosa.

Ellos habían roto muchas barreras a lo largo de ese tiempo desde la selección y ella estaba intentando entender qué era lo que sentía por él, pero ver esa cicatriz le había despertado una curiosidad morbosa por saber más...

Se había abstraído tanto en su brazo que no había reparado en que una intensa y penetrante mirada gris la observaba. Ella permaneció en silencio y él no cortó el contacto durante unos instantes hasta que bajó la manga de la camisa y la abotonó en la muñeca. Repitió la acción con el otro brazo.

—Lo siento... —murmuró al fin—, no tenías por qué... —titubeó—. Yo también tengo algunas heridas de guerra... —intentó sonreír, señalando su garganta. Draco se levantó y caminó hasta el sillón donde ella estaba y se sentó a su izquierda.

—Tienes razón; esa del brazo no es la única, pero sí la que realmente marcó mi vida. Fue mi premio por haber terminado el quinto curso... —dijo en tono sarcástico—. Regresé a la mansión por las vacaciones de verano, padre estaba en Azkaban junto a otros diez poderosos mortífagos de confianza: los hermanos Lestrange, Avery, Dolohov... En fin, le habían fallado al Señor Oscuro y como consecuencia, mi madre lo estaba pasando muy mal con él como huésped en Malfoy Manor. Ella me dijo que tenía la misión de limpiar el apellido de la familia tomando la Marca Tenebrosa. Y así fue como la obtuve...

Hermione se percató que él acariciaba los nudillos de sus manos, donde se veían unas cicatrices. A no ser que fueran hechas con magia oscura, los magos no solían tenerlas pues las quitaban con esencia de murtlap u otras pociones curativas. Sin pensarlo, sus dedos volaron hacia la mano derecha de Draco.

—¿Qué pasó...?

—Yo estaba reacio a obedecer sus órdenes, así que una noche intentó torturar a mi madre con el fin de convencerme para que me uniera a sus mortífagos. Tenía dieciséis años, pero sabía que era su manera de humillarnos y castigar a mi padre. Él sabía que no podía matar a Dumbledore y por ende, sería el motivo que necesitaba para matarnos a todos. Accedí a que grabara su maldita marca y cumplir esa tarea con tal de que dejara en paz a mi madre.

En su tono de voz había rabia y mucho rencor y Hermione estaba conmovida; era evidente que aunque habían pasado más de cuatro años, habían recuerdos que dolían como si recién los estuvieran viviendo.

—Luego, con un dolor que no podía describir, bajé a las mazmorras donde él nunca se dignaba a bajar y aprovechando que en aquel momento estaban vacías, empecé a llorar y gritar, golpeando las paredes... imaginando el rostro de Lucius Malfoy... Me sentía tan impotente, tan frustrado, odiándolo por haberme arruinado la vida, que empecé a golpear esas piedras como si alguna vez pudiera reemplazarlas por él, algo que jamás me atrevería a hacer en la realidad. —Draco hizo una pausa—. Una cosa era ver todo desde lejos; otra vivir la guerra desde adentro, con el lord manipulando toda tu vida y la de tu madre por los errores de otros. Me destrocé las manos... —Draco estaba abriendo y cerrando su mano izquierda mientras hablaba—. Tuvieron que darme poción crecehuesos pero no quise que curaran la piel... es un recordatorio de ese episodio en mi vida. Es una tontería probablemente, pero...

Draco se quedó en silencio, perdido en sus recuerdos. Hermione le tomó la mano y empezó a acariciar los nudillos imaginando la escena, sintiendo su dolor; se recostó sobre su hombro y ambos entrelazaron las manos. Se sentía bien así, a su lado, apoyándolo en silencio.

Draco empezó a acariciar con el pulgar el dorso de su mano, y ella empezó a sentir miles de hilos de fuego saliendo de ese roce hacia diferentes partes del cuerpo. ¿Cómo era que un suave toque en su piel podía hacer eso dentro de ella? No lo sabía, pero se sentía bonito, sentía lo que escribían los poetas. No era amor, estaba segura, pero sentía que estaba a nada de llegar a ese punto y se estremeció.

—Lo sientes, ¿verdad Hermione? ¿Sientes esto entre nosotros? —preguntó él con la voz casi en un susurro, sin dejar de ver un punto en la nada.

—Sí...

—Me alegra saber que no lo estoy imaginando... Al final, esto ha sido más bueno que malo, ¿no lo crees?

Ella asintió sobre su hombro y aspiró el aroma a sándalo de su colonia, el que su pañuelo tenía cada vez más leve. Debió hacerle un hechizo de estasis, pero entonces hubiera estado aceptando que significaba algo para ella.

—No sé si ya he sanado esas heridas de la guerra, y quizá tú tampoco. A veces aún tengo pesadillas, pero confieso que desde hace unas semanas me he sentido mejor a nivel general. Me gusta tenerte en mi vida, Hermione.

Ella se tensó y él lo percibió porque dejó de jugar con el pulgar y le dio un beso en su cabeza que la volvió a relajar. Era su segundo beso. No es que los contara pero se preguntaba si alguna vez él la besaría en otras zonas del cuerpo y un escalofrío recorrió su espalda. Draco presionó su mano y le dijo que debía seguir con los documentos. Hermione asintió sonriendo, deseando tener más experiencia y saber qué hacer para acercarse más. Por su pregunta, ahora sabía que ambos sentían lo mismo, pero deseaba saber qué seguía ahora que lo habían aceptado. No sabía sí debía esperar a que fuera él quién diera el primer paso que a ella le aterrorizaba dar, no porque no sea valiente, sino porque teme tropezar o caerse.

De repente se preguntó cuántas mujeres habían sido favorecidas con las atenciones de Draco Malfoy. Sintió que no era una más en ese momento, pero deseaba ser la única, no por un cruel juramento inquebrantable sino por decisión propia. Tantas dudas estaban empezando a azotarla y consideró la idea de salir de ahí. No tenía que disculparse o darle explicaciones, por lo que se levantó y empezó a salir de la oficina; sin embargo, sentía la mirada de él sobre su espalda y creyó que sería mejor justificar su comportamiento.

—Saldré un momento.

Y sin darle tiempo a preguntar algo, se apareció en el barrio que había sido su hogar en la infancia. Caminó hacia el frente de la casa; sabía que estaba ocupada por otra familia y sinceramente no entendía bien por qué había querido ir a ese lugar. Pudiera ser que extrañara a sus padres, que deseara un consejo de ellos.

Observando el anillo que Draco le había regalado, recordó las palabras de Ginny: «tienes miedo de enamorarte».

Hermione no sabía en qué momento había empezado a sentir algo más y por más imposible que lo haya visto hacía unos días, sabía que ahora era algo real. No estaba segura de estar enamorada, pero definitivamente nunca se había sentido así con Víktor o Ron, y eso la asustaba, sobre todo porque no sabía si era en la misma manera en que lo sentía Draco.

Y de repente, túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora