El silbido de una tetera anunció que el agua estaba lista. Hermione se miró una vez más en el espejo asegurándose que su peinado, un sencillo recogido en la nuca, estaba impecable y que el vestido color gris medio de tul sobre seda no tenía arrugas o pelusas, y que el escote cruzado no enseñara más de lo debidamente correcto. Acomodó las flores color marfil en su cintura y aplicó un poco de perfume en partes estratégicas.
Todo el apartamento estaba impecable gracias a Cavell; ni una mota de polvo, nada fuera de lugar. Sonrió satisfecha.
Su futura suegra llegaría en unos minutos y no dejaba de sentirse incómoda por la situación, porque ¿qué le dices a la madre de un prometido que no has elegido voluntariamente? Draco había dicho una y otra vez que no había mayor diferencia entre lo suyo y la mayoría de los casamientos entre magos sangre pura, donde el amor nunca había sido primordial sino intereses de otro tipo. Hermione sabía que no tenía que agradar a Narcissa Malfoy esa tarde ni jamás en el futuro, pero no dejaba de ser una situación que le crispaba los nervios.
Cuando estuvo de vuelta en la sala de estar, la chimenea se encendió y vio salir a la matriarca seguida de su hijo. Hermione se quedó impresionada por la elegancia de ambos, pero especialmente de Draco. Si bien era cierto, hacía quince días había lucido muy atractivo para la boda de Blaise, esa tarde, vestido completamente de negro como si fuera para una importante actividad social, lo superaba con creces. Parecía haber algo diferente en el ambiente y de repente, sintió el calor característico por haberse sonrojado, pues notó que él también se había sorprendido al verla.
Hermione se acercó rápidamente para recibir a su invitada de honor, haciendo todo lo posible por aparentar tranquilidad; era ya muy tarde para recriminarse por no haber tomado una poción calmante.
—Señora Malfoy, bienvenida —dijo con cortesía. Narcisa le tendió la mano derecha y ella presurosa la tomó con amabilidad.
—Señorita Granger, hasta que por fin nos conocemos apropiadamente.
Hermione no sabía que decir al respecto por lo que se limitó a sonreír. Draco se acercó a ella con aquella sonrisa que estaba empezando a invadir su mente y tomándola completamente desprevenida, le puso una mano en la espalda baja y la saludo con un beso en la mejilla para luego susurrarle «te ves increíble». Sintió sus piernas flaquear, su corazón palpitando muy rápido, la sangre casi quemándole la piel por ese contacto que no habían tenido en las cinco semanas que llevaban tratándose, preguntándose si era porque su madre estaba ahí y estaba representando un papel, o porque de verdad le había nacido en el momento de verla. Él pareció cohibirse e inmediatamente se disculpó.
—Lo siento; no debí besarte...
—No hay problema —intentó sonreír aunque no pudo ocultar su nerviosismo. Narcisa no se había percatado de nada por estar pendiente del lugar.
—Este apartamento es precioso —dijo embelesada—, se siente calor de hogar, algo que lastimosamente ya no tiene la mansión.
Hermione, creyendo que nada podía a sorprender a la bruja, comentó complacida:
—Gracias, Malfoy lo eligió.
—¿Aún usan los apellidos? —preguntó desconcertada. Draco titubeó buscando una respuesta adecuada y de repente, la incomodidad por no haber tenido la idea de usar su nombre de pila la aplastó.
—No me hagan caso; sé que todo esto no ha sido fácil para los dos. Lucius y yo todavía no lo hemos podido digerir, no por ustedes, sino en general, por lo arcaico. —La señora Malfoy se había sentado; Draco y ella la imitaron: él al lado de su madre, Hermione en un sillón individual.
—Le sugerí a Draco que nos reuniéramos para que sepan que los apoyamos. Estamos conscientes que serán los primeros en casi diez siglos de historia que no vivirán en Malfoy Manor y, aunque Lucius no simpatiza con la decisión, lo entiende perfectamente. Tampoco nosotros tenemos buenos recuerdos ahí, y si no fuera porque es un patrimonio milenario, probablemente lo hubiéramos reducido a cenizas.
—Madre, ¡no puede estar hablando en serio! —exclamó Draco asombrado.
—Ganas no le han faltado a tu padre... pero soy de la idea de que no podemos dejar que unas paredes sean más poderosas que nosotros... Peores cosas pasamos y logramos salir adelante, ¿no cree, señorita granger?
Hermione no sabía si estar de acuerdo o no, ya que ella misma se sentía incapaz de volver a estar dentro de esas paredes donde había sido torturada.
—Madre, ¿desea que tomemos el té? —le preguntó Draco levantándose y dirigiéndose hacia la cocina. Una muy asombrada Narcissa se levantó y lo siguió.
—¿Sabes prepararlo?
—He estado practicando con Granger... eemm... Hermione, e incluso he cocinado unas dos o tres veces. No es tan complicado, a no ser que tengas que quitarle el hueso a un muslo de pollo. Eso sí se me complicó y terminé haciendo trampa con la varita.
La cara de horror de la bruja descolocó a Hermione, quien pensaba que la señora debía estarla culpando por haber enseñado a Draco algo de artes culinarias, pero luego de unos instantes empezó a reír.
—¡No lo puedo creer! Ni a mí o a mis hermanas se nos permitió nunca acercarnos a la cocina, apenas si sé ponerle mantequilla a una tostada. Vas a tener que enseñarme, Draco.
Hermione respiró aliviada y ayudó a servir la bollería que habían comprado en la cafetería a la que habían ido en su primera cita.
—¿Entonces se casaran a inicios de octubre?
—La cita es el tres de octubre a las cuatro de la tarde; es un jueves —contestó Draco.
—Eso es menos de un mes para preparar todo.
—No hay nada que preparar, madre. Como ya le había comentado, no vamos a hacer nada.
—Draco, eres mi único hijo, por favor, déjame al menos ayudar con algo. —La mujer se veía deseosa de ser tomada en cuenta.
—Señora Malfoy, es que en realidad...
—¡El vestido! Voy a regalarte el vestido y no se diga más.
—Es que no es necesario, no voy a comprar nada para la boda. Voy a usar un vestido que...
—Por favor, señorita Granger, incluso en los matrimonios más arreglados del mundo la novia tiene que lucir espectacular. No pediré nada más ni volveré a meterme en su matrimonio, pero al menos permítanme ese capricho de madre.
Hermione miró a Draco, quién hizo un signo con las manos de que era decisión de ella; sin embargo, estaba sonriendo y el rostro de Narcissa casi le daba lástima.
—Déjeme resarcir en algo lo que alguno de los míos pudimos haber hecho en su contra —insistió con voz compungida—. No se equipara, pero por favor, no me haga suplicar.
Si eso no era una forma de manipulación emocional, Hermione no sabía qué era. Claramente los Malfoy tenían sus mañas para lograr sus objetivos y luego de unos instantes analizando que nada perdía con ceder, ya que la bruja parecía sincera en sus deseos de colaborar con algo, suspiró levemente y asintió con la cabeza.
—Está bien.
—Gracias, señorita Granger —le dijo tomando una de sus manos y presionándola con afecto.
El resto de la tarde se la pasaron hablando banalidades relacionadas sobre todo con el apartamento y luego de que la señora Malfoy se marchó diciéndole a su hijo que no era necesario que la acompañara a la mansión, Hermione volvió a sentirse nerviosa por quedarse a solas con Draco. Se abrazó a sí misma recordando el beso en la mejilla, temblando por la anticipación.
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N/A: Los invito a pasar por Pinterest para ver el vestido de Hermione 🤩 Usuario Adrimazofeifa, Tablero Y de repente, tú.
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Y de repente, tú
FanficEl Ministerio de Magia Británico ha firmado un decreto que obligará a contraer matrimonio a cada mago y bruja que cumpla los requisitos. Hermione Granger ni siquiera sabe si desea casarse algún día, Draco Malfoy ha retrasado esa tarea por cuatro año...