Capítulo 21. Cinco.

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Draco estaba asombrado por la actitud de su madre. Jamás había imaginado verla interesada en algo que tuviera que ver con Hermione, pero la conocía muy bien y sabía que había sido sincera al ofrecer ayuda con el vestido. Lo que sí había sido inesperado era que se hubiera ido dejándolo a solas con Hermione. ¿Lo habría planeado? Porque siendo así, su madre en el papel de Celestina sí era algo nuevo.

No es que hubiera algún problema con quedarse con ella, pues tenían veintidós días compartiendo muchas horas juntos, sin nadie más. El asunto era que esa tarde algo había cambiado. Lo había sentido recién había puesto un pie en el apartamento. Hermione estaba ¡deslumbrante! Su perfume de jazmín prácticamente había embriagado sus sentidos y, como abeja a la miel, lo había atraído hacia ella sin poder resistirse. El vestido se ajustaba a su cuerpo mostrando su estilizada cintura, el nacimiento de su escote y sus torneadas piernas.

No es que no la hubiera visto mostrando mucho más piel en ocasiones anteriores, pues el día de la mudanza, ella había usado un pantalón muy corto. Era el conjunto... el hecho de que ahora se llevaban mejor... de que ella le atraía... Irónicamente, se había sentido orgulloso de que su futura esposa fuera así de hermosa. Porque sí, la consideraba hermosa y su mente lo había traicionado al salir de la chimenea, tanto que se había comportado como un idiota atrevido y hormonal adolescente y la había besado. En la mejilla, sí, pero beso al fin, y eso lo estaba atormentando ahora que volvía a quedarse a solas con su prometida.

Prometida...

Mentalmente se dio una bofetada por no haberle ni siquiera dado un anillo. Que no fuera un compromiso tradicional no significaba que dejara de ser un caballero; debía remediar esa falla inmediatamente.

—Quiero disculparme por... —Estaba viendo el piso cuando ella lo interrumpió.

—Por favor, dime que no te estás disculpando por haberme saludado con un beso en la mejilla.

—Fue impropio y...

—Malfoy... —El tono de su voz era casi autoritario por lo que se obligó a verla a la cara y ella estaba ¿sonriendo?—. De verdad, no es necesario porque supongo que no lo hiciste porque tu madre estaba acá.

—¡No! Te juro que fue un impulso del momento. De verdad... de verdad te ves muy muy bien. —Estaba muy cerca de ella y percatándose de ello, prefirió dejar un poco de distancia—. Gracias por haber recibido a mi madre y por dejarla encargarse del vestido. Sé que habíamos acordado otra cosa... Quizá es una nimiedad, pero desde que recuerdo ha estado planeando mi boda. No tendremos una gran fiesta ni será nada estrambótico, pero de lo que sí estoy seguro es que lucirás perfecta ese día...

—No hay nada qué agradecer...

Draco se había quedado nuevamente ido en el rostro de esa mujer que estaba armando una revolución en su interior y que le sonreía como jamás imaginó que alguna vez pudiera sonreírle Hermione Granger a Draco Malfoy.

—Qué te parece si aprovechamos tu hermoso vestido y vamos a ver ese ballet que mencionaste.

—Te vas a aburrir.

—Lo veré y te diré si me aburre, ¿de acuerdo? Y luego iremos a cenar a un hermoso lugar, pero primero debo hacer un pendiente. Estaré acá lo más pronto posible.

Y sin esperar una respuesta, se apareció en el Callejón Diagon. Llegó a Gringotts y solicitó ir a su bóveda. Un duende lo acompañó hasta las profundidades y una vez ahí, empezó a analizar las joyas de la familia. Había algunas forjadas por duendes, con protecciones que más de un mago envidiaría. Nunca habían sido utilizadas y eran resguardadas como valiosas reliquias desde hacía siglos. Hermione era de gustos simples, pero deseaba que la hermosa joya valorada en muchos miles de galeones fuera de su gusto.

Era un precioso anillo color plata con un diamante en solitario; grabado en el interior de la banda, tenía cinco runas antiguas relacionadas con la protección del portador. Tomó un libro guardado dentro de un cofre de oro, sacó la varita y concentrado en la sortija, realizó sobre ella varios y complicados hechizos. Luego de varios minutos, sonrió satisfecho.

Cuándo volvió a aparecerse en el apartamento, ella estaba sentada en la sala viendo un programa de televisión. Draco se acercó rogando por que ella no lo rechazara.

—Hermione —empezó, aventurándose a usar su nombre sin sentirse presionado, sino porque realmente deseaba tener ese grado de intimidad con ella en ese momento—. Estoy consciente que no hay amor entre nosotros, pero nos casaremos en menos de un mes. Nuestro matrimonio será un hecho real y por eso deseo que lleves esto contigo.

Extrajo del bolsillo de su pantalón la pequeña caja de terciopelo negro y la abrió. Hermione se llevó las manos a la boca sin poder creer lo que veía.

—Por Merlín... ¡Esto es... demasiado! Malfoy... Estoy segura que en unos años esta locura del decreto quedará anulado y entonces podremos divorciarnos y querrás darle este anillo a alguien que ames. No es necesario que me lo des a mí.

Draco sintió una punzada directamente en su corazón. No había valorado la posibilidad de que en un tiempo pudieran divorciarse. ¿Acaso era eso factible luego de hacer un juramento inquebrantable que aseguraba la fidelidad hacia una persona? ¿Querría divorciarse alguna vez de ella?

—Quiero que lo tengas —dijo tratando de darle énfasis a cada palabra y así ella pudiera convencerse de que era sincero—. Estas cinco runas en su interior te protegerán mágicamente: si en algún momento estuvieras en peligro de muerte, se convertirá en un traslador que te llevará al lugar que desees pronunciando un sencillo encantamiento y leyendo en voz alta estos símbolos.

Hermione seguía sorprendida pero también complacida, y lentamente acercó su mano para que él colocara el anillo, lo que hizo de inmediato.

—Siento su magia adhiriéndose a la mía... —murmuró casi en un estado hipnótico.

—Es muy poderoso, pero no tanto como el de Frodo —bromeó.

—Gracias... Supongo que después de esto es ridículo que te siga llamando Malfoy... —dijo pensativa.

—Qué mi madre no te intimide con eso. Cuando está muy molesta con mi padre, la he escuchado llamarle por el apellido como cuando recién se conocían, según me ha dicho él —sonrió divertido.

Sin preverlo, Hermione se abrazó a su pecho, quién se quedó unos instantes con los brazos levantados como si temiera tocarla, pero luego fue acercándolos al menudo cuerpo de la muchacha. Su corazón latía muy fuerte y quizá ella lo estaba escuchando, pero casi podía asegurar que era el momento más emotivo de su vida, proporcionado nada más y nada menos que por Hermione Granger, su futura esposa.

 Su corazón latía muy fuerte y quizá ella lo estaba escuchando, pero casi podía asegurar que era el momento más emotivo de su vida, proporcionado nada más y nada menos que por Hermione Granger, su futura esposa

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