Capítulo 26. Autobús Noctámbulo.

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El Profeta, como siempre desde que se había anunciado el decreto, mostraba en la primera plana de esa mañana como si fuera una propaganda política, una foto de Hermione junto a la señora Narcissa Malfoy. Relataba que la tarde anterior habían sido vistas en el Callejón Diagon saliendo de una elegante tienda; aunque se habían negado a brindar declaraciones, la periodista especulaba que podría tener relación con su boda. Era la primera vez que se veía a Hermione Granger en público con algún miembro de la familia de su futuro marido y no había pasado desapercibido el precioso anillo de compromiso.

Harry se detuvo unos minutos analizando la fotografía que mostraba en un continuo bucle, a Hermione sonriendo luego de algo que había dicho la matriarca. Dobló el periódico y se preguntó por qué habían sido tan descuidadas cuando con Malfoy siempre había preferido verse en el mundo muggle para no dar pie a ese tipo de reportajes, aunque consciente de que tampoco podrían aislarse para siempre del mundo mágico. Odiaba ese periódico y prefería Accio Story, pero Ginny insistía en tener los dos y Winky los dejaba cada mañana en la mesa para leer antes de desayunar.

Harry sabía que la relación entre Draco y Hermione había dado un giro de ciento ochenta grados y esa tarde lo constataría personalmente pues se reunirían por primera vez en el apartamento de los futuros Malfoy, aunque no dejaba de tener cierta reticencia por encontrarse cara a cara con su antiguo enemigo del colegio. No es que Harry fuera rencoroso, pero era difícil olvidar ciertos eventos de su vida solo porque su mejor amiga debía casarse con su némesis.

Harry había abogado por Narcissa y su hijo en los juicios posteriores a la batalla final y por ende habían salido absueltos; Lucius había colaborado dando los nombres y ubicaciones de los mortífagos que habían logrado escapar durante o después de la muerte de Voldemort y eso había suavizado su condena enviándolo a prisión domiciliaria y no Azkaban. En algún momento, Harry había pensado que no sabía qué había sido peor: quedarse en Malfoy Manor con toda esa magia oscura residual y el recuerdo de los crímenes allí cometidos, o en Azkaban, donde los dementores ya no eran los carceleros, pero seguía siendo un lugar oscuro, sucio y lleno de lamentos.

Recordó específicamente los lamentos de Stanley Shunpike, el primer mortífago que como auror le había tocado detener y cuidar en esa prisión. Después se había demostrado que se había unido a los mortífagos bajo la maldición Imperius, pero mientras se verificaba la veracidad de sus palabras, había llorado noche y día. Siempre había sido un jovenzuelo presumido y mentiroso pero con el antecedente de dos arrestos en Azkaban, Stan se había reformado y había regresado a su antiguo trabajo en el Autobús Noctámbulo, y siempre lucía orgulloso el uniforme de cobrador con el característico color morado del transporte mágico.

La llegada de su esposa lo sacó de las divagaciones en las que se había perdido. Iba con una elegante túnica, pero su hermosa pancita de ocho meses era la protagonista y lo que volvía a llenar de amor su corazón; no podía ser más feliz con Ginny y estaba ansioso por conocer a su futuro hijo.

—Harry, aún no estás vestido para salir —le recriminó con cara de haber visto un boggart. Él frunció el ceño.

—Estoy listo desde temprano.

—¡No!, eso no es adecuado para ir al lujoso penthouse de Hermione. Debes ponerte algo más elegante.

—Ginevra Potter, así estoy más que bien para visitar a mi amiga, y si a su pomposo futuro marido le incomoda mis jeans y mi camisa negra favorita es muy su problema. Hoy es domingo y esto es lo que me gusta vestir —le dijo tajante.

—Al menos te hubieras puesto la verde para que se te noten más tus lindos ojos —le dijo con voz melosa abrazándose a él. Siempre intentaba hacerlo cambiar de opinión halagándolo, pero esta vez no iba a ceder.

Y de repente, túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora