Capítulo 11. Humo.

2.9K 264 38
                                    

El martes siguiente, Draco estaba revisando unas cuentas cuando de pronto un pensamiento cruzó por su mente, algo en lo que verdaderamente no se había detenido a pensar. Alzó la mirada a las altas paredes, luego la pasó por los pisos de mármol, la lámpara colgante...

La mansión había sido sometida a remodelaciones con tal de borrar el paso del Señor Oscuro por ella, pero aún había muchas habitaciones en las que no habían trabajado. Prácticamente evitaban el ala oeste del cuarto piso; aún podía sentirse el vestigio de la magia oscura en la mayoría de habitaciones de esa zona.

Invocó un folder de un estante y empezó a pasar uno por uno los pergaminos. A pesar de lo hermosa que pudiera ser Malfoy Manor, supo que ese no podría ser el hogar de Hermione Granger. Tenían otras propiedades en Wiltshire y algunas más a lo largo del Reino Unido; sin embargo, sintió que ninguna de esas era adecuada.

Cerró el folder y levantándose, caminó hasta la ventana. Desde ese ángulo no podían verse los jardines, esa vista daba hacia el bosque. Sin dudarlo, se dirigió hacia la chimenea, echó los Polvos Flu en las llamas y al volverse estas de color verde esmeralda, se introdujo en ese fuego mágico que no quemaba y dijo el lugar de destino. Pegó los codos a su cuerpo para no golpearse o desviarse de su camino e instantes después llegó a la agradable oficina donde Gregory Goyle se perdía entre el abundante humo que emanaba su pipa.

—Te lo he dicho antes, te vas a morir pronto si sigues fumando esas porquerías.

—No me saludes tan efusivamente, Malfoy, tanta miel empalaga.

Draco sonrió de lado y se sentó elegantemente frente al escritorio de su antiguo compañero de aventuras. Más que amigos, ese mago en su época de colegio había sido una especie de lacayo bajo sus órdenes.

Gregory había intentado sonreír también, pero los tres años pasados en Azkaban por haber usado la Maldición Cruciatus en estudiantes le habían esfumado toda la alegría y sus pequeños ojos se veían más apagados que nunca. Draco esperaba que eso mejorara al casarse, aunque fuera bajo las condiciones del ministerio. Del intimidante y corpulento adolescente no quedaba más que el recuerdo. Y aun así, había algo en lo que sí había sido bueno a pesar de su tristeza, de la escasa inteligencia y poco talento mágico y eso eran en los bienes raíces. Por eso estaba ahí.

—A qué debo el honor de su visita, señor Malfoy —le dijo con tono pomposo que sabía que a él le agradaba en sus primeros años de Hogwarts.

Draco le explicó lo que deseaba y Gregory le mostró varias opciones; él eligió cuatro, enrolló los pergaminos y se los llevó con la esperanza de que alguna de esas propiedades fuera del agrado de Hermione y con un alivio en su mente, regresó a casa.

Casualmente, esa misma noche recibió una lechuza con una invitación de la bruja para ir a almorzar comida italiana al día siguiente. Vio el rollo sobre su escritorio y envió una respuesta positiva. Le gustaba mucho la gastronomía italiana y sintió que al menos tendrían ese gusto en común.

A la hora acordada, se apareció cerca del lugar indicado y con las manos en los bolsillos del pantalón, esperó si acaso dos minutos hasta que la vio caminando en su dirección. Esta vez iba con un pantalón jeans azul y una blusa color blanco, pero su cabello suelto largo hasta la cintura peinado ordenadamente fue lo que llamó más su atención.

Ella esbozó una débil sonrisa, la primera que le dedicaba sin que pareciera forzada y eso le sorprendió. Deseó que esa tarde pudieran llevarse mejor que cinco días atrás. La bruja lo saludó con un hola apenas audible y el asintió con la cabeza. Ingresaron al lugar y permitió que ella eligiera la mesa, luego ordenaron lo que iban a comer y de repente un silencio incómodo se instauró.

Y de repente, túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora