Después de pasar algunas horas en la cabaña, llegaron casi a medianoche al penthouse donde una nueva sesión de besos volvió a encenderla. Por suerte —o lastimosamente—, Draco sabía cuándo detenerse. Besarlo era tan fácil, como si estuviera acostumbrada a él de toda una vida y eso casi la asustaba. Solo del recuerdo volvió a acumular sangre en sus mejillas. Debía verlo al día siguiente pues ya tenían su rutina con el trabajo y se preguntó cómo debía actuar.
Esa noche le costó conciliar el sueño, tales eran las preocupaciones que estaba experimentando, también haciendo castillos en el aire sobre su futura vida matrimonial. Si todo seguía así, obviamente no necesitaría ninguna cita para la inseminación artificial; la idea de tener sexo con él le aceleró el corazón. Esa noche él había sido muy «caballeroso» y no había avanzado en sus caricias más allá de besos que le había dado a su cuello, pero en su cabeza, la idea de él dejando besos por diferentes partes de su cuerpo, la excitó como cuando la había besado. Hasta esa noche, jamás se había sentido así y tuvo que hacer respiraciones profundas y regañarse a sí misma por tener ese tipo de pensamientos lujuriosos.
Como cada mañana, al día siguiente había salido a dar vueltas a Grosvenor Square; sin embargo, el ejercicio no había sido suficiente para borrar las sensaciones que Draco le había producido la noche anterior. Él había sido dulce, intenso, apasionado... Le molestaba no tener un adjetivo adecuado para describirlo.
En los primeros días posterior a la selección, Hermione había descartado que, al menos en su caso, con su unión, el ministerio tuviera con ella y Draco un interés comercial. Luego pensó que era más bien una forma de castigo puesto que Draco había sido absuelto de sus cargos alegando coacción, pero era casi ilógico que un reconocido purista de la sangre, quien además había sido mortífago, hubiera sido obligado a casarse con una nacida de muggles, de ahí que creyera que había sido una posible estrategia para perjudicar a los sangre pura.
Actualmente les daba el beneficio de la duda y aceptaba que quizás sí había habido algo de «mágico» en su emparejamiento; únicamente así podía explicar que poco a poco se había ido enamorando de Draco Malfoy.
Hermione regresó al apartamento, se bañó y estaba preparando el desayuno cuando Draco llegó, media hora más temprano de lo usual. Estaba sonriendo e inmediatamente ella se sonrojó. Hermione cálmate empezó a decirse mentalmente como si fuera un mantra. Él se acercó y aunque se veía indeciso sobre la forma en que debía saludarla, al final la abrazó y depositó un rápido beso en su sien derecha.
—¿Ya desayunaste? —le preguntó ella cuando él se sentó en la mesa tipo barra de la cocina.
—Sí, no te preocupes. Solo... quería verte. ¿Fuiste al parque?
—Sí, temprano igual que siempre.
—Debes andar con cuidado. No quisiera que te pasara algo.
—No hay peligro, Draco. Tampoco es como si Fenrir Greyback o los demás carroñeros fueran a aparecer en Londres muggle. Esos tiempos ya quedaron atrás.
—Gracias a Merlín, pero siempre hay peligro en todos lados.
—Sé protegerme, Draco —le dijo frunciendo el ceño. Esa faceta no se la conocía y no le estaba gustando.
—No tengo dudas de eso, pero ahora sabes que eres muy importante para mí —le dijo acercándose. En su mirada pudo leer el miedo—. No me gustaría que algo te pasara. —Empezó a acariciar su rostro—. No son celos o que sea sobreprotector... —comentó como si hubiera leído su mente—. Es que si te pasara algo, Hermione...
—Bueno, siempre puedes venir conmigo —le dijo intentando calmar la tensión, dándole un toque sensual al tono de su voz.
—¿Me estás pidiendo que madrugue? —Draco parecía horrorizado con la idea y ella no pudo evitar una carcajada.
—Puedo alternar yendo unos días al gimnasio del edificio o a la piscina, pero también me despeja salir al aire libre.
—Prométeme que tendrás cuidado y no sacarás a relucir ese insoportable espíritu Gryffindor que vive dentro de ti si sucediera algo, y usarás el anillo si te ves en peligro aunque con eso violes el estatuto del secreto mágico.
—¡Eres un exagerado! Pero está bien, te lo prometo. —Draco seguía con el ceño fruncido, evidentemente no muy convencido de su promesa. Ella, en un impulso, se acercó y besó una mejilla—. ¿Mejor? —le preguntó esbozando una pícara sonrisa.
El mago se relajó un poco y con sus ojos brillando con complicidad, respondió:
—Quizá... aunque no estoy muy seguro. —Y la atrajo a su cuerpo, quedando sus rostros a escasos centímetros—. Tal vez puedas convencerme de otro modo.
Sus ojos parecían negros y Hermione sintió esas palabras yendo directo a cierta parte de su cuerpo que hasta la noche anterior, nunca antes había sentido. Viéndolo unos segundos a los ojos, se fundió en su boca dejando que Draco prácticamente la devorara; ella le respondió con el mismo ímpetu pues jamás se había sentido tan deseada en su vida.
Luego de unos minutos donde nuevamente Draco había ido bajando la intensidad antes de que ambos perdieran el control, percibió sus piernas casi temblando; si no fuera porque él la sostenía de la cintura, probablemente se hubiera desplomado. Se quedaron unos minutos con las frentes juntas hasta que sus respiraciones volvieron a la normalidad.
—Sigo sin sentirme mejor —le dijo y cuando ella abrió los ojos, lo vio sonriendo, mostrando su perfecta dentadura. Esa sonrisa se estaba convirtiendo en su perdición.
—¡Qué lástima!, porque se acabó la medicina —respondió fingiendo seriedad.
—Ya veremos cómo conseguir más —comentó aún sonriendo, besando su mejilla—. Mi madre te envío esto —le dijo sacando una pequeña nota de su pantalón.
Estimada Señorita Granger.
La cita en Twilfitt & Tattings ha quedado agendada para mañana a las diez de la mañana para la elección de su vestido de novia.
¿Estaría de acuerdo en almorzar juntas después de la prueba?
Suya, Narcissa Malfoy.
Hermione sonrió ilusionada por la cita, aunque estaba también ansiosa por encontrarse nuevamente con su sofisticada futura suegra.
—¿Nos acompañarás? —le preguntó a Draco haciendo un puchero.
—Es de mala suerte ver el vestido de novia antes de la boda o al menos eso he escuchado.
—Creí que eso era una creencia entre los muggles.
—No lo sé, pero no me arriesgaré, pero si te encontraré después para almorzar si eso te tranquiliza.
Ella asintió, le dio un rápido beso en los labios y volvió a su desayuno. Esa mañana debían reunirse con unos inversores y no quería retrasarse.
Por la noche, Draco propuso ver alguna película y esta vez ella escogió Una mente brillante, la historia del matemático ganador del Premio Nobel de Economía John Nash.
El sábado, cuando Hermione entró en la prestigiosa tienda del Callejón Diagon, supo por qué la alta sociedad mágica la preferían por sobre Madame Malkin; por todo el lugar se respiraba lujo y sofisticación. De entre los tres exclusivos diseños que había elegido la señora Malfoy, cuando vio una elegante túnica en un sobrio color visón en cuyo tejido destacaba un bordado con hilos de plata, supo que ese sería el elegido. Lo confirmó cuando se observó en el espejo. No podía esperar que llegara el tres de octubre para que Draco la viera con él.
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Y de repente, tú
FanfictionEl Ministerio de Magia Británico ha firmado un decreto que obligará a contraer matrimonio a cada mago y bruja que cumpla los requisitos. Hermione Granger ni siquiera sabe si desea casarse algún día, Draco Malfoy ha retrasado esa tarea por cuatro año...