Capítulo 8. Helado.

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Draco sintió que las brumas se disiparon cuando Hermione, con una actitud casi amable, le dijo que el scone estaba muy rico, y que efectivamente era de los mejores que había probado alguna vez.

Cuando terminaron de comer, cada uno pagó por lo que había consumido, luego de una pequeña discusión en la que Hermione insistió en que ella podía costear sus cuentas. Él le dijo que lo hacía por caballerosidad y no porque creyera que no podía pagarlo, pero la mirada de la bruja lanzaba llamas y prefirió ceder. Luego, él sugirió caminar hasta Green Park, donde se sentaron bajo la sombra de un frondoso árbol. Los ánimos parecían haberse calmado pues ella comentaba que le encantaba la tranquilidad del lugar, sin embargo, llegaron de nuevo al tema que los afectaba.

—Todo esto parece un siniestro complot del destino. En las últimas horas incluso he pensado que no hubo tal combinación de runas y aritmancia en nuestra unión, tampoco el veredicto de un viejo y loco sombrero. Esto es otra forma del ministerio de jodernos la existencia a todos, sino, analiza bien esta lista y lo entenderás. —Draco sacó de entre la bolsa del pantalón el trozo de Accio Story de esa mañana—. ¿En serio crees que Daphne tiene algo de compatibilidad con el idiota de Finnigan? Por Merlín, Granger, estamos siendo manipulados por Marchbanks; él quiere acabar con los estatus de sangre y con nuestras fortunas a como dé lugar.

—¿Y qué ganaríamos con demostrar eso, Malfoy? Estos procesos no duran tres meses. Desde que llegué de Australia, Harry y yo hemos intentado encontrar algún vacío legal. Créeme, no lo hay, y no sé tú pero no quiero ir a Azkaban.

—Sí, ¡yo sí! Me encanta pasear por el mar del Norte y desayunar con los criminales. —dijo con un exagerado tono de sarcasmo. Se alborotó el cabello con algo de frustración y luego resopló contemplando con ojos vidriosos la lista. No la estaba leyendo, eran solo letras borrosas sin sentido. Arrugando el papel, lo desapareció con un movimiento de su mano—. Tienes razón. El ministerio pudo habernos puesto una guillotina en el cuello, pero está en nosotros cómo abordar la situación. Empezar de cero es lo más sabio, según parece, y como evidentemente, desconocemos todo el uno del otro, quizá lo más lógico es hacer como si recién nos estuviéramos conociendo. —Le extendió su mano al tiempo que decía—: Soy Draco Mal...

—¿Crees que con esta actitud ridícula olvidaré todo lo que me dijiste alguna vez, Malfoy? —lo interrumpió tajante golpeando su mano—. Que estemos de acuerdo en que ese estúpido decreto es injusto no significa que vaya a olvidar todo. ¡Sé muy bien quién eres! Un engreído, prejuicioso que ahora no le queda más remedio que aceptar la orden de casarse con una sangre sucia para no ir a Azkaban.

—Como tú, no tengo elección, Granger, no escogí ser parte de esto, y estoy haciendo el intento de llevar la fiesta en paz, porque sino la situación será más insoportable de lo que ya es por el simple hecho de que tengamos que casarnos y tener hijos —exclamó con asco—. Llevar la fiesta en paz también implica que no te falte nunca nada, y por supuesto no necesitarías trabajar para vivir, si no lo deseas —le aclaró intentando alejar de su mente la repusilva idea de él teniendo sexo con ella—. En realidad quizá ningún Malfoy en los siguientes diez siglos lo necesite, aunque el ministerio nos obligue a pasarte la mitad de nuestros bienes. En todo caso, puedo asegurarte que es aburrido no hacer nada y es satisfactorio sentirte útil y capaz. Lo bueno es que hay varias empresas de la familia en las que podrías ayudarnos...

—Por supuesto que no utilizaré ese dinero, Malfoy —dijo con enojo—. Todo esto es ridículo; además, no sabría qué hacer con todos esos galeones. No los necesito de todos modos, y no quiero nada que venga de ti ni de tu familia; mucho menos pertenecer a ninguna de tus empresas. Me repugna la sola idea de convivir con todos esos sangre pura que no les importa nada más que el dinero y las influencias y que no desaprovecharían la primera ocasión para hacerme sentir menos con comentarios hirientes.

—El ministerio estará pendiente del manejo de ese dinero, estoy seguro. Así mismo, como mi esposa y porque saben que te gusta trabajar, esperarán que te involucres en nuestras empresas y te aseguro que no tendrás que relacionarte con esas personas a las que tanto temes. Cuando en nuestro círculo muchos nos dieron la espalda por ayudar a los aurores con información valiosa para atrapar a otros mortífagos, y los demás no confiaban en nosotros por haber estado en el bando equivocado, tuvimos que abrir camino fuera de la comunidad mágica y por eso tenemos negocios con empresarios muggles. Serías un gran elemento pues te desenvuelves bien en ese mundo.

Hermione frunció el ceño e iba a decir algo, pero él no le dio chance.

—Puede que parezca que no hacemos nada, pero la fortuna Malfoy proviene de muchos lados, especialmente de los intereses ganados por el dinero familiar acumulado pero también por inversiones, administración de tierras, entre otros. Y aunque tenemos buenos administradores, por años mi padre y yo nos hemos dividido las responsabilidades con tal de alivianar la carga que supone un imperio tan grande y antiguo; es agotador pero nos gusta estar a cargo.

—Y yo creyendo que eras el privilegiado niño rico con escasas preocupaciones —dijo en tono irónico—. Lo siento, Malfoy. La respuesta sigue siendo no. Podemos fingir que utilizo la mitad de tu fortuna, pero será nada más que para evitar sospechas y problemas.

—No sería necesario fingir. Sé que te gusta abogar por los más vulnerables. Con ese dinero podrías apoyar investigaciones para encontrar la cura de la licantropía, proteger a animales en peligro de extinción o lo que te plazca.

El silencio se instauró entre ambos y él prefirió no insistir. Viendo la gente aprovechando la tranquila tarde de verano, Draco se quedó pensando en si en algún momento a corto plazo lograrían ponerse de acuerdo en algo.

Cuando se apareció en su casa, intuyó que sus padres lo esperaban en la biblioteca, así que se dirigió a ese lugar sabiendo que ellos estarían pendientes de su regreso.

—¿Cómo estuvo? —Su padre fue el primero en preguntar.

—Pudo ser mejor, pero dadas las circunstancias... Fuimos civilizados, también discutimos, pero no intentamos matarnos y supongo que eso es un avance.

—Bueno, literalmente no puedes hacer nada en contra de ella, ni siquiera nosotros —bufó su padre, quien en ese momento volvía a llenar su vaso de whisky de fuego.

Draco observó a su progenitor con recelo, recordando cuando en su adolescencia copiaba fielmente su actitud fría y despectiva; ahora su actitud le ponía los pelos de punta.

—No es nada de lo que una vez creí —le dijo con cierto reproche—. Ni siquiera quiere tomar el dinero, aunque sabemos que no hay manera de evadir eso.

—¿Te gustó? —preguntó su madre sorprendida.

—No creo que ese sea el término adecuado —respondió empezando a caminar por el salón, recordando que se veía «bien» con su cabello largo recogido en un moño alto, un vestido sin mangas muy acorde al verano, color coral que le llegaba por debajo de las rodillas y brillo labial—. Fue sensata la mayoría del tiempo, hizo algunos comentarios rayando en la grosería y no aceptó que pagara su cuenta... Supongo que tiene argumentos de sobra para estar a la defensiva. —Se había detenido frente a sus padres—. Pero no tengo escapatoria: es intentarlo o ir a Azkaban y creo que padre más que nadie comprende que prefiero la primera opción.

—¿Así que el siguiente paso es saber su color favorito y el sabor de helado que prefiere y nada más? —cuestionó Lucius con tono de burla.

Narcissa lo golpeó a un costado y frunció la boca a modo de advertencia. Siempre había admirado la forma en que sus padres se entendían, se complementaban, y aunque nunca había esperado encontrar lo mismo, deseó con todas sus fuerzas que con Hermione lograra congeniar una milésima parte para no sentirse tan miserable en su futura vida matrimonial. 

 

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