𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑺

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"𝙼𝚛 𝚂𝚔𝚒 𝙻𝚘𝚞𝚗𝚐𝚎"

"𝙼𝚛 𝚂𝚔𝚒 𝙻𝚘𝚞𝚗𝚐𝚎"

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CONNELL HOLLANDER

La primera vez que puse un pie en la pista de hielo de Mr Ski Lounge, tenía unos diez años. Llevaba enamorado del hockey apenas dos meses y, desde entonces, no había parado de repetirle a mis padres que necesitaba jugar a ese juego que veía en la tele. Necesitaba sentir esa adrenalina en mi cuerpo, ver a la gente gritando detrás de los cristales cuando marcásemos un gol o hiciésemos la mejor jugada de la historia. Yo quería ser alguien reconocido ahí. Aunque en ese entonces no tuviera ni idea de si iba a pasar la prueba de acceso al equipo.

El hockey ha sido la única cosa que me ha hecho levantar la cabeza de mi cuaderno de dibujos. Miraras donde miraras, siempre me encontraba sentado en cualquier parte, con mi cuaderno sobre las rodillas mientras intentaba plasmar lo que tenía a mi alrededor. Recuerdo estar tumbado sobre la alfombra que tenía mamá puesta debajo de la mesa de café y que era de unos colores muy feos. Papá estaba viendo un partido de los Chicago Blackhawks y no paraba de levantarse cada dos por tres a gritarle a la televisión. Yo no entendía porqué lo hacía, porque era bastante obvio que nadie iba a escucharlo, pero siempre intentaba descifrar a través de las imágenes que la televisión nos daba, que es lo que había pasado. No lo conseguí la primera vez, así que en el siguiente partido me senté junto a papá. Este me miró sorprendido. Era la primera vez que mostraba señales de que, algo diferente a lo que tuviera que ver con dibujar en cualquier superficie que me lo permitiera, me llamaba la atención sin que ellos tuvieran que insistir.

Al principio, permanecí callado. Estaba muy confuso, solo podía ver un montón de jugadores unos encima de otros peleándose junto al cristal que protegía al público de los posibles golpes con demasiada fuerza que cualquier jugador pudiese dar, mientras intentaban hacerse con el poder de un pequeño disco. Al principio me pareció bastante bruto y demasiado tenso. No sé si me iba hacer mucha gracia ver como dos tíos se partían casi la cara por un estúpido disco y si yo me veía haciendo eso que ellos estaban haciendo.

Aun así, le di una oportunidad e intenté seguir el partido. Con el paso de las jornadas, fui copiando las actitudes de papá. Él sonreía bastante satisfecho por haber conseguido que su hijo mayor por fin se hubiera interesado por el mismo deporte que a él le apasionaba. Me explicó los pases, las jugadas, las faltas, estrategias que muchas veces se usaban para ganar un partido importante y aquellas que se fueron perdiendo con el paso de los años. Yo escuchaba atento, apuntando todo en mi pequeña cabecita para luego coger mi cuaderno de dibujo y plasmarlo en las hojas. En un mes conseguí plasmar todo lo que veía en cada partido. Creé mi propia guía para aprender a jugar al hockey.

Al mes siguiente estaba preparándome para entrar en el equipo. Creo que ha sido la única cosa en la que he puesto todo el empeño que tenía para algo que iba a suceder en tan poco tiempo. Cuando me dijeron que había entrado, estaba que no me lo creía. No sé qué vieron en mí. No sé qué es lo que les gustó o qué fue lo que hice para que mi perfil les llamara la atención, pero siempre le estaré agradecido por haberme elegido a mí entre todos los que se presentaron ese día. Porque me hicieron muy feliz y me abrieron las puertas a algo que necesitaba y que yo no lo sabía hasta que no puse los patines sobre ese hielo.

SALVANDO MR SKI LOUNGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora