Nicole Maybank es la mejor patinadora de la isla con un pie en las próximas olimpiadas. Connell es el mejor jugador de hockey y el próximo súper fichaje de la National Hockey League. Sus vidas siempre han estado conectadas gracias al hielo, pero Nic...
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NICOLE MAYBANK
Connell capitán rosa.
¿Estás libre el viernes por la tarde?
Martina me ha dicho que tenéis descanso.
No entendía porqué tenía el estómago como revuelto. Tampoco entendía el porqué de que la piel se me pusiera de gallina cada vez que sus dos simples oraciones aparecían en mi cabeza. No es que me acabaran de mandar un mensaje que supondría el final de una guerra o el comienzo de una ejecución de muerte. Simplemente era el mensaje de un chico al cual le debo una cita por haber perdido en una estúpida partida de beer-pong.
Quizás por eso me puse muy nerviosa cuando su nombre apareció en la bandeja de notificaciones de mi teléfono móvil. Porque estaba convencida de que lo que había pasado en esa escasa partida de menos de treinta minutos, había sido solo uno más de nuestros jueguecitos. Como cuando discutimos en la pista por ver quien era el mejor o cuando nos hacíamos perrerías el uno al otro cuando nos tocaba dar clases. Como la vez que le obligué a ponerse esas mallas rosa chillón. O cuando él me obligó a ponerme la ropa de la mascota del equipo porque, misteriosamente, mi equipación había desaparecido aquel día de entreno. Pero cuando vi el mensaje, todo se volvió real. Todos y cada uno de los detalles que viví aquella noche.
Recuerdo el tacto de su mano cuando me arrastró fuera a aquella esquina de la casa. Recuerdo la textura de la piedra de la pared en mi espalda. Recuerdo el tacto que tenía la sobre camisa celeste que llevaba puesta. Recuerdo la intensidad que desprendían aquellos ojos azules. Recuerdo su cercanía. Su mano apoyada en uno de los laterales de mi cabeza y su postura tan despreocupada, pero tensa a su vez por estar los dos solos ajenos a todo lo que estaba pasando en aquella fiesta. Recuerdo mi impulso cuando intentó irse y yo lo retuve porque no quería que lo hiciera, no porque fuera a buscar a uno de sus compañeros de equipo. Recuerdo sus bromas con segundas intenciones, también las mías que buscaban ponerlo nervioso porque me gustaba cada día más verlo reaccionar ante mis insinuaciones. Recuerdo la apuesta. Nuestras manos entrelazadas pactando lo que pasaría si uno de nosotros ganaba.
Recuerdo el brillo en sus ojos al otro lado de la mesa.
Recuerdo su sonrisa gamberra cada vez que veía su victoria más cerca.
Recuerdo sus pasos lentos hacia mí cuando ganó.
Recuerdo como se me aceleró el pulso cuando se agachó quedando muy cerca de mí y cómo reaccioné para que no pensara que me ponía nerviosa su cercanía.
Recuerdo como se aclaró la voz para decir: «ve despejando tu agenda, reina del hielo, porque creo que me debes una cita».
Recuerdo mi corazón acelerado. Cómo cerré mis ojos ante su voz.