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Felicidad.
Veinte años atrás. {1/3}

— ¡Es un niño!— Exclamó la mujer al cruzar las impolutas puertas de la oficina, lanzándose hacia su esposo y rodeando sus brazos alrededor de su cuello en un afectuoso abrazo.

Se encontraba en el tercer trimestre de su embarazo, enfrentando siempre dificultades para concebir: baja fertilidad, dos abortos involuntarios y un sinfín de consideraciones sobre rendirse la habían hecho cuestionarse si lograría realizar su anhelado sueño de convertirse en madre. Y ahora, tan solo minutos atrás, recibía la noticia de que su tan amado vástago sería un varón.

— Estoy ansioso por conocerlo. — Murmuró Mingyu acariciando con ternura la espalda de su esposa, consciente de la gran importancia que esto tenía para ambos. —Te dije que lo lograríamos, Suzy. Te convertirás en una madre excepcional. — Reconoció, deshaciendo el abrazo con serenidad y contemplando los ojos llorosos de Suzy, quien le dedicaba una sonrisa agradecida.

— Y tú serás un magnífico jefe; harás prosperar esta empresa y la convertirás en un entorno beneficioso.

Mingyu respondió con una sonrisa a modo de réplica. Había dedicado un largo período de esfuerzo en esta empresa. La Fábrica de Carne JEON, que se había transmitido de generación en generación en la familia Jeon, tuvo a su padre fallecido hace algún tiempo. Al ser el hermano mayor de los Jeon, se encontraba destinado a ser el próximo líder de la fábrica. Una destacada y exitosa instalación de procesamiento de carne, especializada en la producción de carnes de la más alta calidad que luego llenaban los mercados.

Y ahora, el próximo heredero de esa fábrica familiar estaba a punto de nacer en un mes.

La burbuja de ilusión y alegría en la que se encontraban Mingyu y Suzy se vio interrumpida cuando unos golpes en la puerta resonaron y tras ella apareció la figura de Jeon JaeHyun.

— Hermano. — Mingyu observó con seriedad cómo su hermano menor se acercaba hacia ellos y le dio un apretón en el hombro como saludo, inconscientemente alejando a su esposa de ellos.

— Suzy. — JaeHyun expresó con un deleite efervescente mientras contemplaba a su cuñada, acariciando los sedosos cabellos de la mujer. — Tan vivaz como siempre. — Exclamó con una risa, aunque Suzy apenas pudo forjar una sonrisa, disfrazando su incomodidad.

Mingyu observaba la escena en silencio, molesto pero sin pronunciar una palabra.

— Felicidades por esto, hermano. — JaeHyung extendió sus brazos, examinando minuciosamente cada rincón de esa oficina. — Te lo mereces, realmente lo haces. Papá estaría muy orgulloso. — Murmuró sin apartar la mirada de cada objeto circundante.

— Gracias. — Respondió Mingyu con severidad. No deseaba comportarse así, pero conocía a su hermano.

— Bueno, solo paso por aquí para expresar mis felicitaciones. — Se aproximó con precaución a Suzy y se agachó a la altura del abultado vientre de la mujer. Mingyu se inquietó ante el gesto, aunque se contuvo y permaneció imperturbable, observando cómo el cuerpo de Suzy se tensaba cuando JaeHyung posó las manos en su vientre. — Estoy ansioso por conocer a la pequeña bestia.

Suzy frunció el ceño ante la peculiar designación con la que se refería a su hijo aún no nacido, pero optó por guardar silencio.

JaeHyun abandonó la sala tarareando una melodía extraña, y al cerrarse las puertas de la oficina, Mingyu y Suzy sintieron un alivio compartido.

— No pensé que vendría, es un...

— Es peculiar. Siempre comportándose de esa manera, emitiendo comentarios tan singulares. — Suzy se dirigió hacia su esposo y apoyó su cabeza en su hombro. — Pero es tu hermano, y quizás esta vez sí se alegra por ti.

— Lo conozco, nunca se alegra por nada que tenga. Siempre fue así, incluso antes de que papá falleciera. Siempre actuando con arrogancia, anhelando cada mínima cosa que yo poseía. No dudo que quiera tenerte a ti también.

Suzy levantó la cabeza con rapidez y miró con sorpresa a su marido, desconcertada. El hombre soltó una carcajada al ver la expresión de su mujer, quien finalmente se unió a la risa.

[ 🥩 ]

La sangre se esparcía lentamente por el suelo, impregnando cada rincón de la inmaculada sala y teñía a su paso todo lo que encontraba. La puerta permanecía cerrada con llave, nadie irrumpiría; era una parte integral del plan que había germinado en su mente durante mucho tiempo y, finalmente, se estaba materializando.

— ¿Esto era lo que deseabas? — Su voz emergió quebrada y débil. La herida de bala en su abdomen le infringía un dolor que lo consumía de manera lenta. Quiso llorar al percatarse de que moriría allí, asesinado por su propio hermano menor, desangrándose en el suelo de su propia fábrica.

— Lo sabías. — Suspiró JaeHyun, arrodillado junto al cuerpo de su hermano. — Comprendías que esto era mi anhelo, que deseaba todo lo que por herencia te pertenecía. Y tú, sin más, engendras al que será el próximo heredero, dejándome de lado. Todo lo que pertenecía a nuestra familia jamás sería mío, siempre tuyo.

— No te atrevas a tocar a mi hijo. Deja a Suzy en paz. — Las palabras resonaron como balas disparadas desde la boca de Mingyu. Apenas sentía fuerzas; el dolor nublaba su mente, pero la simple mención de su familia le causó más sufrimiento que mil heridas de bala.

— No te preocupes, ellos serán los primeros trozos de carne de mi fábrica. — Y apretó el gatillo por segunda vez.

El manto del misterio envolvió los acontecimientos. El impacto de la desaparición de Mingyu y su esposa, Suzy, resonó en todo Corea. Meses de anticipación rodearon la nueva apertura de la fábrica Jeon, la cual permaneció cerrada tras el deceso del antiguo propietario.

Podría haberse desencadenado por diversas razones: un posible suicidio, cediendo ante la presión inherente a tan abrumadora responsabilidad, o quizás una pareja sumida en una crisis existencial que optó por desvanecerse. Sin embargo, la incertidumbre prevaleció, y la notoriedad del apellido Jeon en el país disuadió a la policía de profundizar en el caso, relegándolo a una gran tragedia.

Pocos meses después, la luz de la felicidad pareció brillar nuevamente con el anuncio de la reapertura de la fábrica de carne. Jeon JaeHyun, al expresar cómo el dolor por la pérdida de su hermano y cuñada lo había destrozado, se erigió como un faro de fuerza y determinación para enfrentar el futuro y asumir el legado familiar.

Así renació la fábrica, ahora bajo el nombre de "Fábrica de carne JJK".

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