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Familia.

Veinte años atrás continuación. {3/3}

Con serenidad, Suzy mecía al niño que reposaba entre sus brazos. Había perdido la noción del tiempo que llevaban en aquel oscuro agujero; resultaba imposible distinguir entre el día y la noche, ya que la única constante en ese lugar era la oscuridad incesante.

A pesar de sus intentos, trató de gritar, pero su cuerpo destrozado tras el parto y la caída no respondía. Cada músculo en ella parecía afligido, y no había rincón en su piel que no estuviera magullado o con moretones, sumiéndola en una experiencia infernal.

Sin embargo, nada de esto realmente importaba. Su única preocupación era mantener a salvo y cerca de ella a la criatura entre sus brazos.

Su pequeño hijo movía sus diminutos brazos, dando manotazos al aire mientras sus grandes ojos negros y curiosos observaban el rostro de su madre. A pesar de la tristeza que la embargaba, Suzy sonreía, imaginando la felicidad y la curiosidad de su hijo si estuvieran fuera de ese agujero. Visualizaba cómo lo vestiría, los postres que le cocinaría y cómo decoraría su cuarto.

La mera idea de que su hijo pasara toda su vida en ese horrendo agujero, confinado, le desgarraba el pecho. No deseaba que él experimentara la soledad de ese lugar, porque sabía que, en algún momento, JungKook se quedaría solo, entregado a su propio destino.

Su cuerpo estaba destrozado, sin atención médica, y era plenamente consciente de que JaeHyun no la dejaría en paz. Se avecinaba la amenaza de tortura, muerte, o lo que era incluso peor: ser separada de su hijo.

Con lágrimas al borde de sus ojos, Suzy abrazó a la criatura entre sus brazos y besó su pequeña cabeza, cubierta por una fina capa de pelo negro como el carbón. Se sumió en un silencio profundo, inhala el aroma de su bebé, hasta que ambos cayeron en un sueño reparador.

Horas más tarde, Suzy despertó al sentir el familiar cosquilleo en su nariz. Alertada, colocó con delicadeza a su bebé en el suelo, envolviendo su cabeza en un pañuelo para evitar cualquier daño.

— No te preocupes. — Sus nudillos ensangrentados acariciaban la mejilla de su hijo, tumbado boca arriba y balbuceando cosas sin sentido, moviendo sus ojos en todas direcciones. — Mamá volverá pronto, así que duerme. — Suzy tapó los ojos de su hijo hasta que lo sintió profundamente dormido.

Era la hora blanca, el gas ejercía su efecto de manera más rápida en su pequeño hijo, cayendo con mayor velocidad ante sus efectos dada su corta edad.

Suzy experimentó cierto mareo, con los ojos luchando por permanecer abiertos. Cuando el picor en su nariz cesó, supo que habían detenido el gas. Manteniéndose alerta, miró hacia arriba, observando cómo la imponente tapa del agujero era retirada. Cubrió sus ojos con la mano al ser alcanzada por la luz de la superficie, que había pasado los últimos cinco meses acostumbrándose a la oscuridad de las paredes de piedra.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando la escalera fue lanzada, indicando la llegada del personal. Así había sido durante los cinco meses que llevaba ahí abajo: cada mes, durante la hora blanca, el gas adormecía a su hijo mientras ella permanecía despierta, y el personal de la empresa descendía para limpiar la zona. Suzy detestaba observarlos realizar su trabajo, esforzándose por ignorar su papel en aquel oscuro proceso.

Un hombre de estatura media, piel pálida y cabello negro fue el primero en bajar. Suzy, encogida en un rincón, leyó fugazmente el nombre "Min Yoongi" en la placa plateada que adornaba su vestuario blanco. Su postura imponía respeto, a diferencia de los demás empleados que mostraban expresiones de compasión o timidez.

La última en descender la escalera fue Jessica. Los ojos de Suzy no se apartaron de ella, notando su presencia en la hora blanca por primera vez después de varias ocasiones.

— Ahora asumiré la responsabilidad de esta hora. — Murmuró Jessica, aproximándose con extrema cautela a la desgarrada mujer, arrodillándose frente a ella para sostener su mirada.

El tono de voz de Jessica era sereno y suave, su aroma a hospital impregnaba el ambiente, y la lucha interna por no vomitar y huir de allí se reflejaba en sus ojos.

Todos comenzaron a desempeñar sus funciones; algunos limpiaban los restos adheridos de carne junto con la sangre, otros observaban al bebé que ahora descansaba en una almohada, y otros, como Yoongi, dirigían y daban órdenes con diligencia. Jessica, como enfermera, se ocupaba de desinfectar las heridas en el cuerpo de Suzy, sintiéndose culpable al ver su cuerpo destrozado. Cuidar de la salud de alguien a quien solo veía una hora al mes era, sin duda, una tarea compleja.

Resulta difícil describirlo, pero durante el tiempo que Suzy estuvo sentada en el suelo observando todo a su alrededor mientras Jessica la curaba, tuvo la oportunidad de aprender muchas cosas. La primera era el ambiente denso que parecía respirarse entre dos personas. Podía percibir cómo Yoongi y Jessica intercambiaban miradas furtivas, sin amor ni deseo; era como si se estuvieran comunicando algo que solo ellos entendían.

— Oye... — Los pensamientos de Suzy se detuvieron al escuchar a la enfermera hablar, cabizbaja pero sin interrumpir su trabajo. — Lo siento. Sé que mis palabras son inútiles, pero... — Suzy escuchaba atentamente, sin pronunciar palabra. — Al menos tienes a tu hijo contigo, ¿sabes? Yo... desearía estar con los míos... — Concluyó Jessica, dedicándole una sonrisa apesadumbrada antes de apartarse y dejar una bolsa llena de alimentos. Así es como se alimentaban, gracias a esa bolsa que les entregaban cada mes como si fueran simples perros.

La hora llegó a su fin y la conocida oscuridad regresó al agujero. Mientras Suzy observaba a su bebé, anhelando que despertara del efecto del gas, no pudo evitar reflexionar sobre las palabras de Jessica. Estaba estrictamente prohibido tener hijos; eran reglas impuestas por la empresa, normativas establecidas por JaeHyun. No comprendía a qué se refería Jessica con desear estar con sus propios hijos. ¿Acaso estaban ocultos? ¿Quién era el padre? ¿Cuál era la relación entre ella y Min Yoongi?

Ese día, Suzy optó por ignorar todas esas incógnitas que rondaban su mente y se entregó al sueño y al cansancio. Si solo hubiera sabido que esas preguntas marcarían el curso de su vida y dictarían su destino cinco años después...

「 BODY 」kookv. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora