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Limpio.

Su mente se experimentaba gravosa, como si la vastedad del universo le pesara. Lágrimas discurrían desde sus párpados entornados hasta la barbilla, mientras que el dolor que embargaba su cabeza crecía proporcionalmente con cada parpadeo.

La presencia de la pared rocosa y desaliñada del agujero no sorprendió a TaeHyung; permanecía allí, inmutable en su cavidad. No obstante, la distinción yace en que ya no emanaba el fétido aroma que lo caracterizaba. Su olfato, quizás mermado, o algún tipo de conjuro había disuelto el persistente y desagradable hedor metálico impregnado de sangre y descomposición.

Abrió sus ojos, mas no se atrevió a erguir su cuerpo del suelo, sintiendo la presión del techo como si estuviera a punto de aplastarlo contra el suelo. Con pesar, desplazó su mirada alrededor de las paredes del agujero, y no experimentó asombro al toparse con la mirada de una bestia apenas reconocible.

Aún portando su semblante demacrado, con ojeras pronunciadas y una tez pálida como la nieve, probable secuela de su vida encerrada bajo tierra, la bestia había experimentado transformaciones notables. Su cabello, largo y grasiento, se había desvanecido, cediendo paso a una melena corta y negra como el carbón. Las largas y afiladas uñas, antes terroríficas para TaeHyung, habían sido recortadas. Su anatomía permanecía desnuda, excepto por un enigmático trozo de tela negra que se arrollaba alrededor de su cintura, resguardando sus intimidades.

Al encontrarse con la mirada de la bestia, TaeHyung experimentó una apaciguamiento cardíaco pero su mente se sumió en un estado de alerta. Tener a la criatura, cuyo nombre desconocía, en ese recinto no le infundía tanto temor, aunque sabía que debía temer al verdadero peligro: el despiadado animal que no titubearía en desollarlo como a una liebre, desgarrando su carne con las uñas y adentrándose en sus entrañas con dedos inexorables. Aun así, esta perspectiva parecía más tolerable que sobrellevar la soledad en ese agujero durante días.

La bestia se aproximó con cautela, visiblemente intrigada al encontrar a su presa en un estado de inmovilidad inhabitual, distante de las típicas escenas en las que TaeHyung solía proferir gritos de socorro o corretear frenéticamente. La palma fría de la bestia reposó sobre la espalda de TaeHyung, quien, aún sin moverse, observó con agudeza cada gesto de la criatura ante él.

JungKook se acercó con parsimonia al cuerpo de su presa y apoyó su barbilla en los cabellos rubios de su festín. Exploró, acarició y lamió los mechones de tonalidad clara del joven bajo él, mientras que sus dedos largos y rugosos se desplazaban con cierta brusquedad por el cuero cabelludo del otro. Simultáneamente, escondió su nariz entre las hebras capilares y efectuó rápidas inhalaciones.

— Detente. — Murmuró TaeHyung con molestia, intentando liberarse del apretón de la bestia que continuaba lamiendo y husmeando con ímpetu su pelo, ahora recortado. — Deja esa mierda.

Aunque ya habían sido lavados, el olor a limpio en el cabello de TaeHyung parecía excitar cierto deleite en JungKook.

Con resolución, TaeHyung apartó con firmeza a la bestia y se deslizó con debilidad hacia el extremo opuesto del agujero, anhelando encontrar sosiego después de la desconcertante experiencia. Aunque su mente seguía girando, el dolor parecía haber disminuido. Perplejo, TaeHyung llevó sus magulladas manos hacia su propio rostro y se alarmó al percibir una gasa en la herida de su mejilla.

Alguien los había sedado, habían descendido hasta aquel confinado espacio para proporcionarles cuidados y curar sus heridas. La simple noción de alguien adentrándose allí abajo y observándolos avivó la adrenalina en TaeHyung. Su mirada se posó en la bestia, buscando algún indicio de reacción ante lo ocurrido, un estremecimiento que sugiriera que también se percataba de la intervención. No obstante, se encontró con la imagen de una bestia jugueteando con su recién cortado cabello, equiparable a un infante manipulando un muñeco.

— ¡Han descendido hasta aquí! — Exclamó TaeHyung, alarmando a JungKook, quien, ofendido por el estruendo, frunció el ceño y cubrió sus oídos con las manos. Nada incomoda más a la bestia que los gritos y ruidos estridentes, nada. — ¡Alguien me ha visto! ¿Cómo es posible que no me hayan rescatado de este lugar?

El corazón del rubio pulsó con exaltación ante la mera posibilidad de emanciparse de ese repugnante antro en cuestión de horas. TaeHyung había vivido toda su existencia confinado en esa fábrica, donde conocía cada recoveco, cada estancia y a cada empleado, destacando principalmente el hombre que regía la fabrica, aquel investido de poder sobre cada elemento y persona que cruzara sus umbral.

— Pronto estaré fuera... — Murmuró con una sonrisa inocente en sus labios.

Aunque JungKook comprendía las palabras que el rubio expresaba, lamentablemente, era incapaz de comunicarse. No sabía cómo explicarle a TaeHyung que lo acontecido no constituía más que el periodo de la "hora blanca", un sistema mensual en el cual se adormece a los habitantes de los agujeros para asearlos y limpiar la zona.

— No. — Exclamó la bestia, retirando las manos de sus oídos y aferrando el brazo de su presa. — Permanece aquí. — Murmuró en voz baja y con cierta dificultad JungKook, señalando con su mano libre su propio estómago desnudo.

Los ojos del rubio examinaron con desagrado la mano de JungKook, la cual indicaba su estómago. Tanto su mente como su cuerpo se encontraban en peligro al permanecer junto a esa bestia. No importaba cuán humano pudiera parecer JungKook; lo único que había hecho toda su vida era devorar todos los cuerpos que caían dentro de su agujero.

El agujero número 0.

La bestia envolvió con sus voluminosas manos el fino rostro de TaeHyung, acariciando con las callosas yemas de sus dedos la gasa adherida a la mejilla de su presa. Un gruñido escapó de él, quien, ofendido, arrancó abruptamente la gasa, provocando un gemido de dolor en TaeHyung, cuyos ojos permanecían fuertemente cerrados.

Cuando la gasa cayó al suelo, una herida recién suturada y limpia se hizo evidente. Jungkook observó detenidamente la herida, extrañando la visión de la sangre y el sabor metálico. Sin darle demasiadas vueltas y cegado por el hambre que le consumía, pasó su lengua áspera y larga por la mejilla de TaeHyung, sintiendo el roce de cada punto de sutura y el desagradable sabor del desinfectante.

— ¡Detente! Me duele. — Exclamó el rubio, posando sus manos en los amplios hombros de la bestia y empujándola ligeramente para alejarla.

La orden fue desoída cuando Jungkook, con resolución, se acercó de nuevo a las abultadas mejillas y repitió la acción de pasar la lengua por la herida, frunciendo las cejas y haciendo una mueca de disgusto al percibir el sabor del agua oxigenada que impregnaba la herida.

— ¡Ey! — Ofendido por el comportamiento insólito del ser que compartía su espacio, TaeHyung se inclinó rápidamente hacia la cara de JungKook y mordió la nariz de la bestia de manera infantil y con escasa fuerza.

Esta última observó con gran sorpresa los redondos ojos del rubio, intentando hallar una explicación ante aquel acto inesperado. En cuestión de segundos, la extraña mente de JungKook llegó a la conclusión de que quizás él también debería ser devorado en lugar de pasarse todo el día devorando. Extendió su desnudo brazo frente a los labios de TaeHyung, quien le dedicó una mirada de perplejidad y negación.

— No voy a morderte. — Aclaró con obviedad TaeHyung, mirando el brazo de la bestia como un demente.

「 BODY 」kookv. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora