CAPÍTULO 11 || SEUNG KWAN: EL SANADOR

145 14 26
                                    


Querido lector, muchas gracias por acercarte el día de hoy. En el cuento de este turno quiero retratarte a un joven amable y extremadamente generoso, pero que al mismo tiempo es muy cuidadoso por lo que no sabe bien qué tan alto puede llegar.

Esta vez, hemos avanzado dos meses más por lo que el verano está comenzando ¿Estás listo para hablar de nuestro Boo Seung Kwan?

***

Como si nada, pasó abril y también mayo. Era oficialmente la primera mañana de verano, aun no hacía el calor desfavorable, en realidad el verano en la región era un momento muy afable; Seung Kwan salió de la hacienda como todos los días, con su larga gabardina blanca, su maletín y sus radiantes deseos de visitar a sus pacientes.

Como he dicho muchas veces ya, el boticario es muy meticuloso. Tan meticuloso que conoce cada calle y callejón del pueblo para llegar rápidamente a donde sus pacientes, le gana en detalle al mensajero, pero no en resistencia, así que en cada parada aprovecha para descansar un poco.

Todas las mañanas hace la misma rutina. Después de chequear el puesto de mandarinas de sus padres, regresa a casa a cambiarse, sale de su casa, dobla a la derecha dirigiéndose a la plaza, si tiene algún paciente en esa calle se detiene, entra a la casa y, mientras hace la consulta, se sienta por durante 20 minutos. No pueden ser más minutos o no termina a tiempo la ronda, no pueden ser menos minutos o no descansa lo suficiente. Son 20 minutos exactos, no más, no menos.

Al salir de la casa se revisa la gabardina (tiene que permanecer impecable hasta que termine la ronda) luego revisa su maletín, no debe permitirse perder ni uno solo de sus instrumentos. Cuando termina la revisión continua su camino, y repite este proceso hasta terminar la ronda, regresando a casa.

Al regresar acomoda su gabardina en el perchero, se da una ducha, regresa a su cuarto y su vuelve a perfumar.

Estos patrones no los hace por una razón en especial, más allá de sentir una especie de control sobre sí mismo. De esta manera él sabe lo qué es, lo que hace y se mantiene dentro de esos límites (Que sus amigos, sin querer queriendo, rompen de vez en cuando).

Ese día en particular, fue El Sabio el que le pidió una consulta a primera hora de la mañana. Seung Kwan, con el cariño que le tiene a su amigo no pudo negarse y acomodó su rutina sin pesar, para poder cumplir con el deseo de Won Woo.

Ya estaba cerca de la biblioteca del pueblo, cuando en el camino se cruzó con Myung Ho, el dueño de la casa de té. Se conocieron en la primavera, por él vio un hada por primera vez, pero también por él casi puso su vida en peligro en lo más recóndito del bosque (que, aunque recuerda con hermosura, todavía se siente exhausto).

Su recuerdo aún era agridulce, ya no era un extraño para él, pero había algo del barista que lo dejaba inquieto y que en tres meses no pudo resolver.

-Buenos días- sonrió con ternura, Myung Ho.

-Buenos días- El boticario regresó el saludo con una leve reverencia.

El silencio se apoderó del camino de ambos. El dueño de la casa de té no siente disgusto por la calma, pero Seung Kwan, a pesar de que se repite una y otra vez que no debe entrometerse, su naturaleza cálida lo obliga a preocuparse por el bienestar de los demás, por lo que siempre termina rompiendo este silencio.

-¿Qué tal el perro- Min Gyu? - se corrigió pronto -Ha habido un par de lunas llenas ¿cómo es que...? Tú sabes- preguntó sin terminar la pregunta. Se dio cuenta de inmediato que tal vez estaba siendo muy invasivo así que comenzó a reprenderse en su cabeza, como esperando a que Myung Ho se molestara por su intromisión.

Cuentos de una hermosa juventud (SEVENTEEN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora