—... y te dije que nos encontremos fuera de las oficinas porque no quería armar un escándalo —Dylan ni siquiera se dignaba a verme a los ojos.
—¿Un escándalo?
Sabía reconocer que mi temperamento no era el ideal pero, eso no significaba que fuera a explotar cuando se me diese la gana.
—¿A qué te refieres?
—Intento tener una conversación civilizada y serena contigo, Charlie.
—Pues aquí me tienes —alcé mis manos—. ¿Qué? No vas a decirme que quieres terminar conmigo...
Bromeé con una sarcástica sonrisa que a medida que el silencio no se interrumpía a favor de Dylan, comenzó a borrarse lenta y desgarradoramente.
—¿Vas a decirme que quieres terminar conmigo? —repetí, solo que esta vez a modo de pregunta y una preocupación mucho mayor a la anterior—. ¿Dylan?
Dylan humedeció sus labios, incluso llevó su dedo indice hacia sus lentes de ver, un gesto que siempre hacía cuando estaba o estresado o nervioso o molesto. Yo sabía diferenciar cada una de esas ocaciones y estaba segura de que esta vez se trataba de un acto de nerviosismo.
De repente, caí en un vacío.
—Estos últimos meses las cosas no estaban funcionando como lo esperaba... no me malinterpretes, admito que estuve bastante distante y que no te di lo mejor de mi.
—Dylan...
—Quiero que sepas que esto no es tu culpa —se apresuró a agregar.
—Dylan, íbamos a casarnos.
Fue entonces cuando alzó la vista del suelo y a través de esos lentes tan pulcros como los vidrios de la oficina que siempre me habían parecido ciertamente sexis, me observó con incredulidad.
—¿Perdona? —balbuceó, si, balbuceó.
Para ese punto, no sabía qué hacer. Había una delgada línea que separaba dos opciones en mi cabeza. Opción número uno, y la que espero que sea la correcta, me estaba tomando el pelo y todo esto era una simple sorpresa para que más tarde me invitara a una cena dónde me mostraría el condenado anillo que yo de por sí, ya había descubierto hacía algunos días atrás. O número dos, esto no era una broma y él de verdad no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
—Dylan no te hagas el imbécil, encontré el anillo en tu cajón de los cinturones —Dylan tenía un cajón para sus cinturones, sí, porque tenía miles de ellos—. Una cajita azul de la joyería de las cinco esquinas, pasamos por ahí hace un mes y es el mismo anillo que yo te había dicho que me parecía bonito.
Mi novio palideció.
Esta vez pasó por alto los anteojos y fue directo hacia su frente. Apoyó su palma sobre la misma y pude ver que estaba mucho más nervioso de lo normal, incluso, se lo veía asustado y eso lograba perturbarme incluso más a mí misma.
—Lo siento, no... no deberías haber visto eso.
Tragó y casi se atragantó pero una leve tos lo salvó de tal acto ridículo.
—¿A qué te refieres? —pregunté confundida—. Bueno si, entiendo que no debería haberlo visto hasta que me lo propusieras...
—Charlie —me interrumpió—. No pensaba proponerte matrimonio, ni ahora, ni nunca.
Me congelé.
Se me helaron hasta la carne bajo las uñas.
Mi cuerpo ya no respondía. Mi cabeza daba vueltas tratando de encontrarle una solución LÓGICA a lo que él me estaba revelando con tan poca prudencia y empatía. Si tenía un maldito anillo en su cajón de los malditos cinturones que no pensaba mostrarme jamás, entonces...
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𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐋𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒
RomanceLas estrictas reglas de la página de alquiler de parejas son las siguientes: 1) La pareja de alquiler no debe en ninguna circunstancia revelar los datos privados sobre su persona. 2) Se prohíbe el contacto físico explícito entre la pareja de alqui...