Tenía el premio en mi mano, su peso justificaba no ser de un material económico y a pesar de que me había estado burlando del simple hecho de haberlo recibido, ahora intentaba buscarle un lugar en mi repisa de la sala.
Nada de lo que se encontrase en mi departamento podía opacar la elegancia en vidrio de ese premio, por ende, no importaba que lugar le hallara, se vería extraño junto a cualquier cosa. En cierto modo no quería admitir que la verdadera causa de que ese premio no encajara era que mi departamento permaneciese en asquerosas condiciones desde hacía mucho tiempo.
Sin embargo, mi lucha por conseguirlo tuvo que tomarse una breve pausa ya que alguien se había molestado en pleno fin de semana en llamar a mi puerta.
Dejé el premio y empujando con mis pies lo que ni siquiera quería espiar que se encontrase en el suelo de mi sala, me dirigí hacia la entrada.
No era de esas personas corrientes que utilizaban la mirilla de la puerta para no llevarse una sorpresa al abrirla, en realidad, quizá la razón era porque me gustaban las sorpresas, así que nunca la utilizaba a menos que haya pedido por encargo algo de comida o algún paquete de Amazon.
Por lo que cuando la abrí, sí que me llevé una verdadera sorpresa.
Nate llevaba una mascarilla que seguramente había guardado de la no tan reciente pandemia. No vestía traje sino lo que parecía ser un atuendo sacado del Pinterest de un chico rico de cuidad, llevaba jeans, zapatillas e incluso un jersey de los que siempre veía en las vidrieras de Brooksfield o Polo.
Pero lo más importante es que llevaba a Rufus en sus brazos.
—¿Pero qué carajos...?
Nate estaba pálido, como si hubiese visto a un fantasma.
—¿Qué haces en mi edificio? —le pregunté confundida—. ¿Por qué tienes a mi gato?
—¿Tu apellido es Beckam?
—Te pregunté, ¿que hacías en...?
—¡Que me respondas tú! —parecía una persona completamente diferente a la que había conocido unas cuantas horas atrás—. ¿Beckam del sexto piso? ¿Tú vives aquí?
—Por el amor de Dios —su insistencia me estaba poniendo de mal humor—. ¡Si!
Rufus saltó de los brazos de Nate e ingresó en el departamento como si el hecho de haberse escapado, porque es justamente lo que había hecho, no tuviese consecuencias.
Nate se quitó la mascarilla y solo entonces fui capaz de reconocer lo enfadado que se veía. Ni siquiera fue lo suficientemente decente o educado como se había mostrado el día anterior para pedirme permiso en seguir a Rufus dentro de mi departamento.
—Oye —mi paciencia comenzaba a agotarse—. No puedes entrar así como...
—Si que puedo.
Ignorando el desorden y la mugre que la luz del sol dejaba entrar y justificar ante los ojos de cualquier mortal que ingresase en el departamento, Nate parecía sumido en una especie de delirio consigo mismo o mejor dicho, en mi contra.
—¿Perdona?
—¿Por qué mentiste? —soltó de golpe—. Dime, ¿por qué mentiste?
Cerré la puerta únicamente para que cierto vecino luego no fuese a demandarme por ser jodidamente ruidosa para su categoría de delincuentes "no pacíficos".
—¿De qué carajos me estás hablando? ¿Mentir sobre qué?
—¡La dirección! —exclamó furioso—. ¡La jodida dirección, Charlie!
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𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐋𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒
RomanceLas estrictas reglas de la página de alquiler de parejas son las siguientes: 1) La pareja de alquiler no debe en ninguna circunstancia revelar los datos privados sobre su persona. 2) Se prohíbe el contacto físico explícito entre la pareja de alqui...