Capítulo 17

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Nathaniel tomó mi mano en cuanto oímos como del otro lado de la puerta, se aproximaban unos tacones que definitivamente eran de Julia, a menos que Dylan haya mantenido oculto un gusto particular por el tacón del que no estaba enterada en lo absoluto.

Y a decir verdad, me tomó por sorpresa en cuanto sentí su piel buscando la mía, incluso estuve a punto de mirarlo como si estuviese mal de la cabeza, o quizá esa subida de elevador le había lavado un poco la realidad. Pero entonces recordé el por qué estábamos ahí y el pequeño pero destacable hecho de que habíamos acordado demostrar por lo menos un poco de cariño humano frente al resto para justificar nuestra supuesta "relación estable".

—¡Llegan justo a tiempo!

Julia no solo nos recibió con una sonrisa espléndida, sino que también con un envidiable vestido rojo chillón que beneficiaba sus pechos perfectamente redondos como dos melones gigantes en un escote demasiado pronunciado.

—No, llegamos bastante tarde —sonreí—. Lo sentimos, el trafico.

Claro que el tráfico no tenía nada que ver. Lo que sí tenía que ver había sido el desorden de mi departamento y el tiempo que había perdido en buscar alto tan sencillo que debería tener colgado en un armario y no arrojado por doquier.

—Buenas noches, es un placer volver a verte Julia —Nathaniel y sus modales encendían las mejillas de Julia quien se acomodaba el cabello hacia atrás dejando una plena vista de esos pechos al borde del desliz en un acto que si él de verdad fuese mi pareja, me hubiese puesto los nervios de punta—. Llevas unos bonitos tacones.

Por poco me ahogo en mitad del pasillo al oírlo. Había sido un comentario sabiamente acertado teniendo en cuenta la insistencia de Julia por que Nate se fijara en su escote.

—Oh gracias, Nathaniel...

Llevé una mano hacia mi boca al mismo tiempo que me mordí la lengua.

—Por favor, insisto en que me llames Nate.

Había estado toda la noche del viernes anterior tratando de convencerla de hacerlo, pero al parecer a Julia incluso le gustaba pronunciar su nombre completo porque no había un segundo en que no lo mencionara con una enorme sonrisa en esos inyectados labios suyos.

—Esta bien, Nate —sonrió.

—Charlie, ¿estás bien? —Nate fue el único que se preocupó al escuchar mi garganta a punto de estallar. Me había atragantado con mi propia saliva—. Julia, ¿tienes un vaso con agua?

—¡Por supuesto! —se dirigió a la cocina—. Pasen por favor, tranquila Charlie, debió ser un ataque de nervios.

Al verla desaparecer tras el marco que continuaba a la cocina, no pude aguantarme.

—Maldita bruja —tosí.

—¿Acaso me estaba refregando sus pechos o es imaginación mía?

—¿Tú que... —tos—... crees?

Nathaniel frunció sus labios seguramente aguantándose un comentario tan desagradable que me haría a mi atragantarme una segunda vez.

—¿Quieres apostar a cuánto tiempo duran sin resbalársele del escote?

Nathaniel me observó interesado, sus ojos clavados en los míos debatían por dentro si aquello era éticamente correcto. Claramente no lo era.

—Trato —asiente—. Apuesto que dura hasta las... —fijo su vista en el elegante reloj de su muñeca—... once de la noche.

—Yo digo que diez y media, y redoblo la apuesta agregando que a Dylan le da un brote de mal humor.

Nathaniel sonrió.

𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐋𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora