Capítulo 2

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Mi piso a lo largo de un año completo se había vuelto lo que muchos describirían como un autentico basural de esos que se ven en las películas gráficas. Y la verdad es que no estaban tan errados.

El living estaba repleto de envolturas de snacks, revistas, cajas de cds, porque claro, a uno siempre le quedaban unos pocos recuerdos de la infancia que podían preservar en su departamento solitario. Mantas que nunca devolvía a su cesta y almohadones que había comprado olvidando el hecho de que ya tenía suficientes en casa.

La cocina, bueno... nunca fui muy limpia en la cocina. Cocinar es una de mis pasiones, pero ¿asear? No señor. Dylan era quien se encargaba de esa tarea, quizá fue una de las razones que agregó a su lista en la columna negativa a mi nombre en el momento en que consideró tirar nuestra relación a la basura. Ahora se encontraba repleta de ollas sucias sin lavar, platos que no pensaba fregar, cubiertos que aún se encontraban remojados en la vajilla, y centenares de tuppers con comida que no volvería a tocar, se encontraban amontonados en la heladera.

Mi habitación... bueno, no recordaba desde cuando no cambiaba las sabanas de la cama, no voy a mentir. Mucho menos desde cuando no le pegaba una lavada a la ropa que se encontraba esparcida por todas partes.

Quizá lo más ordenado y decente que tenía era el baño, pero últimamente Rufus se lo había adueñado como su castillo para defecar. Y no, Rufus no es un perro, es un gato que para serlo no es de lo más limpio del mundo. Ahora que lo pienso, entiendo por qué Dylan no discutió mucho cuando lidiábamos para ver a dónde iba a parar nuestro pobre hijo.

En fin, mi vida se podía igualar a un desastre. Lo que deja un huracán luego de azotar contra una cuidad entera, solo que la cuidad en este caso se limitaba a las paredes de mi departamento.

Y cuando estaba a punto de volver a llorar por tercera vez en el día al ver la desgracia en lo que se había convertido mi vida, alguien llamó a la puerta.

—Señora Beckam.

La sonrisa cordial del encargado del edificio "Eddie hace lo que sea" me amargó aún más el día.

—Ya te he dicho un trillón de veces Eddie, es Charlie —mi malhumor podía olfatearse a miles de kilómetros—. Señora podrás decirme cuando cumpla los cuarenta, y falta demasiado para eso, que te conste.

Eddie que no podía enfadarse con nada de lo que uno hiciera, o por lo menos era muy bueno para no demostrarlo, simplemente mantuvo esa sonrisa cordial que ahora mismo amenazaba con sacarme de quicio.

—Lo siento, es por pura educación... pero tienes razón —se apresuró a agregar—. Venía por el asunto... bueno, usted ya sabe que asunto.

—Pagué la renta del mes la semana pasada...

—No, no ese asunto que ahora que lo mencionas —alzó su mano como si fuese a frenarme—, ya está tildado. Ahora, vengo por las quejas de su vecino de abajo.

—¿Aún se queja? —exclamé con sorpresa.

—El día de ayer presentó una denuncia por ruidos molestos —asintió Eddie quien no parecía elegir bandos ni aunque lo compraran—. Yo tengo el deber de informarle sobre eso, y lamento decir que si las denuncias no dejan de llegar, me temo seño... Charlie que dejará de ser simples advertencias, luego será una multa y las multas son muy caras en este edificio lamento confirmar.

Odiaba como Eddie hablaba, pero ya tenía demasiados enemigos y no podía convertir al encargado del edificio en uno mas de ellos.

—¿Y por qué él no sube a discutirlo en persona? —traté de no alzar mi tono indignado.

—Según sus palabras, está muy ocupado para lidiar con un problema como este.

Ni Eddie parecía convencido de lo que estaba diciendo.

𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐋𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora