Capítulo 9

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Al subir los escalones que conducían a lo que parecía ser la boda de Bella Swan y Edward Cullen de lo campestre y floral que se veía el lugar iluminado por unas tenues luces que colgaban de los arboles, me sentí en un cuento de hadas y eso me dio mucho más asco del que esperaba.

—Nate.

—¿Si?

—¿Puedes tomarme la mano? —murmuré con desconfianza—. ¿O eso sobrepasa los límites de "espacio personal" del contrato?

—Puedo tomarte la mano, Charlie.

—¿Viene con costo extra?

El sarcasmo era parte de mí cada vez que me encontraba en una situación intimidánte como aquella. Nathaniel por otro lado se lo veía de lo más confiado y tranquilo, algo que me obligó a mi verme envuelta en mucho más nervios y miedos de los que ya estaba desbordada.

—No, claro que no —Nate buscó mi mano entre la tela dorada de mi vestido y la tomó junto a la suya—. ¿Así está bien?

Me hubiese gustado que entrelazase sus dedos con los míos, solo por si acaso, pero supongo que aquello era mucho más cariño del que en realidad merecía.

—Si, gracias.

Al ingresar en lo que parecía ser una especie de salón de aire abierto con vista al jardín de arboles y lo que parecía ser una laguna con velas flotantes (cosa que jamás había visto en mis días en la pasarela de los eventos lucrativos), me encontré con varias caras conocidas con las que no pensaba interactuar en toda la noche.

—¿Para que trabaja tu empresa?

Me preguntó Nate seguramente para vernos entre el gentío un poco más sociables entre nosotros dos y no parecer unos completos desconocidos que fingían salir juntos a cambio de dinero.

—Nos dedicamos a preparar comida envasada, esa comida que metes al microondas cuando te quedas sin ideas o ganas de cocinar en tu casa, o prácticamente no tienes casa —expliqué brevemente—. Nuestro equipo del piso nueve se encarga de idear nuevos platillos lo más económicos posibles para poder venderlos a bajos precios pero de buena calidad para personas con pocos recursos... no somos una empresa benéfica, ni mucho menos una ONG, pero si tenemos algunos donadores mensuales.

—Es un empleo bastante caritativo.

—Puede ser... —meneé mi cabeza—. Quizá no vayas a creerme pero, me gusta mi trabajo. No la gente que hay en mi trabajo, eso queda claro, pero sí mi trabajo.

Nathaniel sonrió.

—Te creo —dijo—, a mi también me gusta mi trabajo.

Me detuve a verlo por unos segundos en donde sus ojos esmeralda por poco me hacen olvidar lo que estaba a punto de decirle.

—¿El de salir con personas a cambio de dinero? —usé mi voz baja.

Nathaniel humedeció sus labios y, como si estuviese pensando en si debía darme esa respuesta que debería de tener en la punta de su lengua, se contuvo por unos segundos sin apartar sus ojos de los míos, un gesto que me resulto... hipnótico.

—No... —se decidió entonces—. Tengo otro trabajo además de... esto.

—¿Ah sí? —lo miré como si esperase que continuara y me contara más al respecto, pero entonces me percaté de que no lo haría, nunca lo haría—. Lo siento... nada de hablar de tu vida privada.

—Lo siento —se apenó.

—¿Charlie?

Era la primera vez que Wilkkings me llamaba de esa forma y estaba segura de que el premio que estaba a punto de recibir en algún momento de la noche, era una de las razones, o quizá la única razón.

𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐋𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora