Capítulo 18

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Había comenzado a llover, las primeras gotas mojaron los ventanales amistosamente, pero a medida que los minutos corrían, el clima comenzaba a violentarse cada vez más. Las gotas de lluvia se habían convertido en por poco piedras filosas que azotaban contra todo el edificio. Pero para nuestra suerte, los vidrios de las ventanas eran de doble grosor por lo que siquiera llegaba a oírse tal escándalo.

—La cena se ve deliciosa —Nathaniel insistía con esa postura amable y cordial que dejaba ver al resto como unos rencorosos caprichosos—. ¿A quién le debo el halago?

Dedicó esos preciosos y mayormente envidiosos ojos esmeralda tanto en Dylan como en Julia quienes se acomodaban en sus asientos frente a nosotros en la mesa del comedor, que por supuesto había notado, también era distinta. Otro detalle para marcar territorio de Julia.

—Ese debería ser Dylan —dijo Julia acomodando sus cubiertos exhibiendo aún más aquellos pechos exageradamente operados sobre la mesa—. A mi no se me da muy bien la cocina, Dylan por otro lado parecería ser un chef profesional.

En un intento por mantener los comentarios dentro de mi boca, me sacié con el vino de mi copa.

—¿Gustas más, Charlie? —Dylan extendió la botella hacia mi—. Se que es de tu favorito.

Pues claro que era mi favorito, yo misma había traído ese vino que él mismo había agotado su 60% en lo que iba de la interminable noche.

—Parece que a ti te gusta más que a mi, así que por favor quédatelo —aparté mi copa antes de que sirviera—. Lo traje para que lo bebieras.

—No seas arrogante y bebe conmigo.

Dylan sirvió de igual manera en mi copa.

Mis ojos vieron cómo el líquido inundaba el vidrio manchado en carmín.

—¿Acaso tratas de emborracharme, Dylan?

—No, por supuesto que no —me dirigió una inquisitiva mirada—. Ambos sabemos lo que sucede si bebes de más.

Julia no parecía muy contenta con el hecho de que su pareja estuviese mirándome más de la cuenta. Por otro lado, estaba segura de que llevaba un contador en su cabeza de todos los momentos en que a Dylan se le había ido la mano.

—Y, ¿cuánto tiempo llevan juntos? —apoyó sus codos sobre la mesa con interés—. Parecen estar en el mejor momento de la relación.

—¿Y cuál es el mejor momento de la relación? —preguntó Nate curioso.

Julia esbozó una seductora sonrisa que Dylan detestó al sospechar que no era dirigida hacia él, sino hacia el rostro inmaculado de Nate.

—Bueno... cuando todo parece ser color de rosas —mordió su labio como si de verdad estuviese aguantándose un gemido—. Una relación lujuriosa, todo es sexo e insinuaciones... cada segundo que pasas lejos es una tortura que desenfrena un reencuentro luego del trabajo.

Junté mis manos debajo de la mesa y apreté mis uñas lo más fuerte posible. El único sexo que teníamos con Nate podría ser en sueños, y ni siquiera eso ocurría.

—Siendo sincero —cerré mis ojos esperando que dijera lo contrario, entonces la velada si sería un fiasco—, no me agradaría saber que ese momento tuviese fecha de caducidad. Se supone que compartes con tu pareja el mismo amor que sientes desde el primer día que reconoces que no quieres separarte de ella. Si en algún momento ese sentimiento comienza a desvanecerse imagino, y esta es solo mi mera opinión, que algo no está dando resultado.

Al ver las expresiones de bochorno tanto en Julia como mayormente en Dylan, sentí una gran satisfacción en mi pecho que me daría incluso el impulso de besar a Nate en los labios ahora mismo por más que el contrato lo prohiba. No tenía idea de cómo era que lo podía hacer tan bien, poner a alguien en ridículo con tal sutileza y elegancia, pero lo adoraba por eso, y solo por eso.

𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐋𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora