Capítulo 2.

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Tardaron un poco en entrar todos en la ambulancia, debido sobre todo al hecho de que Camila estaba aferrada a la mano de Lauren y, a pesar de todos los ruegos posibles, se negaba a soltarla. Había recuperado el conocimiento justo cuando el personal de la ambulancia intentaba trasladarla a una camilla. La policía había llegado al mismo tiempo e intentaba interrogar a Lauren.

Al ver que Camila abría los ojos, Lauren se arrodilló a su lado, diciéndole que pronto estaría en el hospital y que todo iba a ir bien. Cuando iba a apartarle a la castaña el pelo de los ojos, la mano de Camila salió disparada y agarró a Lauren de la muñeca. El habitual instinto defensivo de Lauren quedó anulado por un súbito deseo de permitir que la mujer la agarrara. Lauren podría haberse soltado la mano, pero inexplicablemente decidió que no quería hacerlo.

-Parece que vuelvo a estar contratada, ¿no? -dijo suavemente. Camila no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza para confirmarlo-. Tranquila, Camila, ahora está en buenas manos. Estos hombres la van a llevar al hospital y la van a dejar como nueva. -Sonrió a la herida tranquilizadoramente. O al menos esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora. No tenía gran experiencia en estos temas, como ella misma era la primera en reconocer.

-No... no me encuentro... muy bien.

-Lo sé, pero si me suelta la mano no tardaremos en ponerla bien.

Camila sacudió la cabeza violentamente, negándose terminantemente a hacer tal cosa. Lauren miró a los dos encargados de la ambulancia y se encogió de hombros.

-Parece que nos vamos a ir todos juntos.

-Eso parece -dijo el más viejo, devolviéndole la sonrisa.

-No hemos terminado las preguntas -dijo una de las agentes, una joven policía que a Lauren le parecía que no tenía más de doce años. Dios, me estoy haciendo vieja, pensó deprimida.

-Pueden seguirnos hasta el hospital. Ahí les contestaré a cualquier pregunta.

La policía miró a su compañero de más edad. Éste asintió, guardando su cuaderno de notas, y habló en la radio que llevaba instalada en el hombro, informando a la comisaría de la situación y pidiendo que se pusieran en contacto con el hospital. Es pasmoso cómo se abren todas las puertas si eres la hija de un multimillonario, pensó Lauren con cierto desagrado.

La sirena aullaba tristemente cuando se pusieron en marcha. Lauren iba hablando en voz baja con Camila, con la esperanza de que sus palabras la reconfortaran un poco, mientras el sanitario aplicaba tiritas de mariposa a lo largo de la herida de Camila. La ambulancia se balanceaba y sacudía mientras corría rumbo al hospital, dificultando al sanitario la tarea de insertar una aguja para un goteo salino.

-Ya no falta mucho -dijo Lauren, pero Camila había vuelto a quedarse inconsciente, lo cual por fin permitió que Lauren se soltara la mano-. A ver, deme eso -dijo Lauren, arrebatándole hábilmente la aguja al torpe sanitario. Sin la menor vacilación, insertó limpiamente la aguja en una vena, la sujetó con esparadrapo, fijó el tubo y abrió la válvula. Se echó hacia atrás como si aquello fuera algo normal y cotidiano.

-¿Es usted médico? -preguntó el hombre, atónito.

-No.

-Entonces có...

-Entrenamiento militar.

-Ah... ya. -Hizo una pausa-. No se lo dirá a nadie, ¿verdad?

-¿El qué?

-Que no he podido... bueno, ya sabe -dijo, señalando el goteo.

-No.

Él se relajó.

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora