Capítulo 13.

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13:

El taxista guardaba silencio mientras la mujer extraña movía despacio el dispositivo electrónico de un lado a otro delante de ella. Estaba sentada a su lado en el asiento del pasajero. Un buen fajo de francos había comprado una buena cantidad de tolerancia.

—Está girando a la derecha —masculló Lauren en inglés—. Gire aquí —dijo en francés, indicando con la mano el sitio por donde debía ir el taxista. Camila iba sentada detrás, observando por encima del hombro de Lauren. Tenía el estómago encogido de preocupación y excitación. Caray, esto es mucho mejor que ganarse la vida diseñando barcos, pensó. Estoy haciendo esto de verdad, persiguiendo a una banda de contrabandistas por las calles de Marsella, ¡me parece mentira!

—¿Te diviertes ahí detrás? —preguntó Lauren.

—Oh, sí —replicó ella con una enorme sonrisa.

—Supongo que no te quedarás en el coche, ¿verdad?

—¿Ves algún cerdo volando?

—Ya, bueno, pues no te pongas muy chula porque esto podría ponerse muy desagradable, muy deprisa. Prométeme que harás lo que yo te diga, cuando yo te diga y sin discutir, Camila.

—Sí, mamá.

—Tuerza por la próxima a la izquierda y luego échese a un lado y pare —dijo Lauren en francés. El taxista hizo lo que se le decía—. Parece que ha dejado de moverse.
—¿Quiere que me quede a esperar? —preguntó el taxista con una sonrisa. Se estaba divirtiendo bastante más de lo que debería, pensó Lauren.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Camila, echándose hacia delante y susurrando al oído derecho de Lauren.

—Quiere saber tu número de teléfono —le contestó Lauren susurrando exageradamente.

—No es cierto —dijo Camila, dándole una palmada a Lauren en el hombro—. ¿O sí? —preguntó tras una pausa, con los ojos algo desorbitados mientras echaba una mirada de reojo al hombre.

—Non —dijo el taxista, sonriendo a Lauren y luego a Camila.

—¿Habla inglés?

—Un poco —dijo él, encogiéndose de hombros.

—¿Pero no lo suficiente como para hablarlo si se encuentra con un turista? —preguntó Lauren con ironía. Él sonrió aún más.

—No es necesario, usted habla mi idioma muy bien —dijo, volviendo al francés—. ¿Me daría el número de teléfono de la joven si se lo pidiera?

Lauren se volvió para mirar al hombre, con los ojos entornados.

—Está comprometida —gruñó.

—Por supuesto —asintió él, sonriendo al comprender—. Bueno, ¿espero? —preguntó de nuevo. 

—No estaría mal. Le aguardan otros mil si está aquí cuando volvamos.

Él volvió a sonreír y apagó el motor.

—Tómese su tiempo, madame —dijo, reclinándose en el asiento y cerrando los ojos.

—Esté listo para arrancar, es posible que tengamos que irnos corriendo —dijo Lauren al salir del coche. Camila se reunió con ella.

—¿Ahora dónde? —preguntó Camila, mirando alrededor. Estaban en una parte pobretona de la ciudad, rodeadas de almacenes viejos o en ruinas. Las calzadas y aceras estaban llenas de basura y había coches abandonados con las ventanillas rotas. No había nadie por los alrededores, el lugar estaba vacío—. No es exactamente lo que me había imaginado al venir al sur de Francia —rezongó Camila.

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora