Capítulo 5.

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Era ya pasada la medianoche: el flujo de mujeres que entraban en el club había ido disminuyendo a unas pocas rezagadas.

-¿Y ahora qué? -preguntó Camila soñolienta, despertándose de una de sus siestas. Lauren continuaba observando la entrada con sus prismáticos. Postura que no había cambiado gran cosa desde hacía más de cuatro horas.

-Esperamos. Es un club privado, pueden tenerlo abierto toda la noche si quieren.

-Esto es un aburrimiento -dijo Camila, bostezando con fuerza.

-Pero necesario.

-¿Lo vas a hacer todas las noches? Porque tengo que decirte que he tenido citas con chicos mejores que ésta.

-Esto no es una cita.

-No hace falta que me lo digas.

-Mañana podemos quedarnos en mi casa, si prefieres.

Camila estaba a punto de contestar cuando de repente Lauren se irguió. Frotó la ventana y miró al otro lado de la calle. Una ambulancia había parado delante del club.

-Quédate aquí y no te muevas -ordenó Lauren.

-¿Qué ocurre? -preguntó Camila a un asiento vacío. Lauren ya estaba a medio camino del club-. ¡Mierda, ojalá dejara de hacer eso! -rezongó Camila. Observó por los prismáticos cuando Lauren se acercó a la ambulancia y habló con el conductor. Poco después ya estaba de vuelta, con expresión furiosa.

-¿Qué pasa? -preguntó Camila en cuando Lauren se metió en el coche.

-Parece que nuestro amigo sigue un paso por delante de nosotras y ha vuelto a cambiar su método. Le han metido a alguien un limpiador industrial en la bebida. Es grave: no saben si va a salir de ésta. Quemaduras graves en la boca y la garganta -contestó Lauren furiosa.

-¿Cómo es posible, no lo habría olido antes de bebérselo?

-No, es un maldito limpiador de cañerías que se comercializa por su falta de olor. No creo que hayan probado nunca cómo sabe -dijo Lauren con amargura.

-Oye, que no es culpa tuya, no podías saber que iban a atacar a alguien dentro del propio club.

-No, supongo que no. Al menos eso quiere decir que nuestro amigo se está impacientando y quiere que lo cojan, o que empieza a descuidarse y lo cogeremos de todas formas.

A lo lejos se oía una sirena, que se iba acercando.

-Supongo que ya no tenemos que decírselo a la policía, lo del club, me refiero.

-No, la de la camilla era Rachel. Vamos, aquí ya no podemos hacer mucho más esta noche -dijo Lauren, poniendo en marcha el motor.

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-¿No deberías ponerte guantes o algo? -preguntó Camila cuando estaban sentadas la una al lado de la otra en el sofá de Lauren. Ésta estaba examinando un paquete que habían recogido de recepción en el hotel de Camila al volver a casa desde el club.
-¿Algo? ¿En qué estabas pensando exactamente? -preguntó Lauren, sonriendo por dentro mientras daba vueltas al paquete entre las manos, estudiando atentamente el voluminoso sobre.

-No me tientes, Jauregui. Me refería a esos guantecitos de goma que usa la gente en televisión, para no estropear las pruebas.

-Goma, ¿eh? Perversa.

-Déjalo, Jauregui. Abre el maldito paquete.

-A lo mejor deberíamos dejarlo para mañana, son más de la una y media y seguro que necesitas tu sueño de belleza.

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora