Capítulo final.

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El rugido de un motor resonó por todas partes cuando una motocicleta giró atronadoramente por el otro lado del puente y aceleró hacia el coche salpicándolo todo de grava. Las dos mujeres, atrapadas en el rayo del faro, se volvieron hacia el ruido. Rachel se apartó tirándose al suelo, pero la médico no se movió cuando la rueda trasera de la moto trazó una curva cerrada, la golpeó y la lanzó por los aires, haciéndola aterrizar con un crujido sordo sobre el maletero del Mercedes.

Lauren se apartó de la moto que caía y rodó con una voltereta hacia delante hasta quedar a la altura de la ventanilla del coche. Sin molestarse en intentar abrir la puerta, rompió el cristal de un puñetazo y agarró a la inconsciente Camila, tirando con frenesí para sacarla del asiento. Camila no se movía, al estar bien sujeta por las ataduras. Lauren alargó la mano hacia el salpicadero y apretó un botón. La capota automática se abrió y plegó, arrastrando consigo la mayor parte de los gases mortíferos, al tiempo que el tubo caía inocuamente al suelo.

—Alabado sea el Señor por la ingeniería alemana —dijo Lauren, quitándose el casco. Se sacó una navaja automática de la bota y cortó las ligaduras de Camila. La levantó y la dejó en el suelo al lado del coche—. Vamos, dormilona —dijo, dando unas palmaditas suaves a Camila en la mejilla. La mujer inconsciente se movió y abrió los ojos.

—¿Jauregui?

—Sí, soy yo, Camila, ya estás a salvo.

—¿Por qué has tardado tanto?

—El puente tapaba la señal.

—¡Jauregui, cuidado! —gritó Camila cuando Rachel atacó a Lauren con un gran trozo de madera.

Lauren agarró a Camila por instinto y rodó con ella para apartarse, pero el madero la alcanzó de refilón. Aspiró con fuerza al sentir una punzada de dolor que le atravesó los riñones.

Dejando a Camila de nuevo con delicadeza en el suelo, se levantó y se enfrentó a Rachel, que había retrocedido, sin dejar de blandir su nueva arma.

—Ahora vas a pagar hasta el final, Rachel —dijo Lauren suavemente.

La médico recuperó el conocimiento y se puso a chillar. Rachel soltó el madero y corrió al coche. La médico se debatía, chillando a pleno pulmón. Rachel intentó agarrarla, pero la soltó de inmediato al notar que algo le quemaba la mano.

Se volvió frenética, mirando a Lauren.

—Haz algo, se ha roto el ácido y la está quemando viva.

—Dame una buena razón para que lo haga.

—Lo confesaré todo, pero ayúdala. Por favor, Jauregui, tú puedes hacer cualquier cosa, sé que puedes —dijo Rachel desesperada.

—Agárrala por los pies, yo la cogeré de los hombros y la meteremos en el río.

Arrastraron a la fuerza a la mujer que no paraba de retorcerse hasta que llegaron al borde del agua. Lauren se hartó de la lucha de la mujer, de modo que le pegó un buen puñetazo en un lado del cuello, dejándola inconsciente, lo cual les permitió quitarle la ropa. El costado izquierdo, desde el pecho hasta la cadera, y gran parte del estómago, hervían de ácido.

—Quería echarme eso a la cara —dijo Camila con cansancio, situándose al lado de Lauren mientras Rachel hundía a la médico en el agua, limpiándole el ácido.

—Lo sé, ya lo oí —contestó Lauren. Rachel miró a las dos mujeres que estaban de pie por encima de ella.

—¿Entonces todo esto ha sido una trampa? ¿Sabíais que os estábamos vigilando desde el principio y fingisteis la pelea?

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora