Capítulo 8.

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—Esto me va a costar una hora más en las barras, ¿sabes? —dijo Lauren, engullendo muy contenta una gran pizza que habían recogido de camino al piso.

—Una chica en edad de crecimiento necesita sustento —replicó Camila entre bocado y bocado.

—Sí, pues cuando te empiece a salir una barriguita fofa, a mí no me eches la culpa.

—Abdominales de acero —dijo Camila, clavándose el dedo con orgullo en el estómago y dando otro gran bocado.

—No si sigues así.

—Pues tendré que hacerte compañía en las barras.

—Yo te hacía más tipo gimnasio de moda, con un montón de máquinas caras para los ejercicios y entrenadores personales de quita y pon.

—Por desgracia, no me dejaron meterlos en el avión.

—No sé qué pasa con las líneas aéreas hoy en día, ¿eh?

—Lo sé, es que no se enteran de lo que es importante, ¿verdad?
Las dos se sonrieron mutuamente, mirándose a los ojos. Lauren carraspeó, dándose la vuelta.

—Eeeh, no creo que sirva de mucho vigilar el club esta noche. No creo que vaya a ocurrir nada. Seguro que todavía está plagado de policía.

—Lo que tú digas, Jauregui —dijo Camila, sonriendo.

—Será mejor que llame a tu padre y le dé la buena noticia —dijo Lauren, cogiendo el teléfono y sacándose del bolsillo la tarjeta de negocios. Se levantó y marcó su número mientras se dirigía a la cocina. Camila encendió la televisión y cambió los canales. No encontró nada que le apeteciera ver a pesar de repasarlos todos dos veces.

—Ha aceptado mis condiciones —dijo Lauren cuando volvió al salón.

—¿No esperabas que lo hiciera?

Lauren se encogió de hombros.

—He duplicado mis honorarios normales sólo para tener un punto de partida para el regateo, y lo ha aceptado sin rechistar. Tendría que haberlo triplicado.

—¿Cómo se ha tomado lo de que no quieras ser una empleada fija?

—No ha dicho nada. A lo mejor me lo vuelve a ofrecer, cuando todo esto acabe.

—¿Y lo aceptarás?

—No.

—Eso me parecía. Bueno, ¿y ahora qué?

—Ahora esperamos a un mensajero. Me va a enviar unos detalles para ponerme en situación sobre el caso del que quiere que me ocupe.

—¿Y qué hacemos mientras?

—Hay libros, vídeos, DVD y televisión por satélite. Hasta puede que encuentre una baraja.

—Ooh, la noche de las chicas.

Lauren alzó las cejas.

—Vamos a dejarlo bien claro. Aquí no hay camas con dosel de cuento de hadas.

—Aguafiestas —dijo Camila, sonriendo.

—Ésa soy yo —sonrió Lauren a su vez, pero por dentro se sentía confusa. Estaba ocurriendo todo con demasiada facilidad. Camila estaba encajando en su vida enclaustrada como si siempre hubiera formado parte de ella. ¿Sería posible que hubiera encontrado una amiga de verdad después de tanto tiempo?

—Un penique por ellos.

—¿Qué? —preguntó Lauren.

—Un penique por tus pensamientos. ¿O ya se ha hecho notar la inflación y ahora es una libra?

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora