Capítulo 10.

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10:

El barco se estremeció cuando los remolcadores se pusieron a tirar con todas sus fuerzas. Las grúas de carga se habían desconectado varias horas antes, al terminar de cargar. Camila observaba embelesada desde el ala del puente mientras la proa del inmenso petrolero viraba hacia el estuario.

—Increíble —murmuró Camila en voz baja. Lauren se volvió para mirar a la mujer a quien debía proteger. El sol estaba saliendo e iluminaba el pelo castaño de la joven, bañándolo en un resplandor trémulo.

—Creía que no te gustaba madrugar —replicó Lauren, secándose la cara con una toalla que llevaba alrededor del cuello. Llevaba haciendo ejercicio en la toldilla desde antes del amanecer y ahora tenía la camiseta de deporte manchada con una gran uve de sudor que le llegaba hasta los ceñidos pantalones cortos de deporte y sus piernas largas y musculosas relucían al sol.

—Ah, no me gusta, pero no quería perderme esto, mi primera partida.
—Sólo estamos saliendo del puerto, Camila, no estamos zarpando rumbo a América al son de una banda y con serpentinas y cosas de ésas, ¿sabes? —dijo Lauren, sonriendo por el entusiasmo de la joven.

—Sí, pero es que es tan... grande. Nunca había estado en nada tan inmenso. Son todos juguetes comparados con esto.

—El tamaño no lo es todo.

—Ni lo sé ni me importa —dijo Camila con altivez.

El capitán salió al ala desde la cámara del timonel.

—¿Le gustaría manejar el timón, señorita Cabello? —preguntó.

—¿Puedo? —dijo ella sin disimular su regocijo.

—Siempre y cuando haga lo que se le dice y no haga locuras —sonrió él.

Lauren miró pensativa al capitán. Se debe de haber dado cuenta de que hacerle la pelota a la hija del jefe es una buena maniobra para su carrera, pensó Lauren sonriendo por dentro.

—¿La idea de que la señorita Cabello se ponga al timón le hace gracia, señorita Jauregui?

—La idea de que la señorita Cabello haga cosas en general me hace gracia —replicó Lauren. Camila protestó dándole un rápido empujón, con los labios fruncidos. Lauren pasó a su lado, de regreso a la toldilla situada detrás de la pasarela. Al hacerlo, empujó a Camila con el hombro, haciendo que se tambaleara un poco.

—Perdón —dijo Lauren con dulzura.

—No le haga caso, capitán, está celosa porque no le ha ofrecido a ella llevar el timón —bufó Camila, lo bastante fuerte para que Lauren la oyera mientras la guardaespaldas se deslizaba grácilmente por los pasamanos metálicos de la escalera que llevaba a la cubierta inferior.

—He visto cómo se entrena, volteretas, giros, patadas y puñetazos. Es muy impresionante.

—Sí, así es Jauregui. Impresionante es una buena descripción —dijo Camila, con tono distraído. El capitán se volvió para mirar a Camila.

—Parece que no es usted la única que está colada, señorita Cabello.

—¿Qué? —dijo ella, saliendo de su trance. Dirigió la mirada hacia donde miraba el capitán. Varios tripulantes y un par de suboficiales de máquinas se habían instalado en puntos estratégicos para observar a Lauren mientras ésta realizaba sus ejercicios.

—¿No deberían estar trabajando? —preguntó Camila, con el ceño fruncido.
—Es su hora del desayuno. No puedo obligarlos a que se vayan a otro sitio o a que miren a otro lado cuando una mujer guapa y semidesnuda decide ponerse a hacer gimnasia delante de ellos, ¿verdad? —dijo él, riéndose entre dientes.

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora