Capítulo 11.

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Lauren regresó lenta y difusamente a la consciencia. Abrió los ojos y los cerró de inmediato a causa de la luz cegadora y el martilleo de la cabeza. Mierda, qué dolor, se quejó.

—¿Jauregui?

¿Me he imaginado eso?, se preguntó. Supongo que sólo hay una forma de averiguarlo. Probó a abrir apenas un ojo.

—Venga, Jauregui, sé que estás ahí dentro. Ya va siendo hora de que te despiertes y saludes al mundo.

—¿Camila?

—En carne y hueso, gracias a ti, Superchica.
—Mujer.

—Ah, sí —dijo Camila sonriendo—. Tengo entendido que te debo la vida.

—Tal vez —graznó Lauren—. No tendrás un vaso de agua y una aspirina, ¿verdad?

—Por una heroína, hasta ahí llego, creo yo. —Camila se levantó de la cama y desapareció en la sala de estar. Regresó con un vaso y unas pastillas en la mano—. El camarero jefe dijo que seguramente tendrías un inmenso dolor de cabeza al despertarte. Es un efecto secundario del gas. Yo lo tuve.

Lauren abrió los dos ojos y gimió.

—Oh, Dios, que alguien me mate, que me mate ya —lloriqueó patéticamente.

—Preferiría no hacerlo, ahora que acabo de recuperarte.

Lauren se incorporó y aceptó agradecida el vaso y las pastillas. Se tragó el agua y el medicamento antes de darse cuenta de que estaba desnuda y sentada a plena vista de Camila. Se apresuró a tirar de la sábana para taparse.

—Lo siento.

—No lo sientas, me estaba gustando el panorama —sonrió Camila. Lauren se sonrojó y apartó la mirada—. ¿Cómo se siente ahora mi campeona? —preguntó, sentándose en la cama y cogiendo la mano de Lauren en la suya.

—Como si hubiera pasado por un puente bajo y se me hubiera olvidado agacharme. —Cerró los ojos, encogiéndose por el dolor—. ¿Cómo está Allyson? ¿Está...?

—No, está bien. Parece que el golpe que se dio en la cabeza le vino bien. Le ralentizó todo el organismo lo suficiente como para sobrevivir hasta que llegaste. Unos minutos más y habría muerto. —Se quedó en silencio un momento, mirándose las manos—. Las dos habríamos muerto —dijo en voz baja.

—Pues qué suerte que pasara por allí —dijo Lauren sonriendo y luego hizo una mueca cuando los músculos necesarios para sonreír hicieron que la cabeza le doliera más.

—Eres mi ángel de la guarda, Jauregui, no puedo esperar menos.

Lauren resopló, lo cual fue otro error. Se puso el vaso frío en la frente, moviéndolo de un lado a otro.

—Recuérdame que te mantenga encerrada bajo llave durante el resto de la travesía. Eres demasiado peligrosa para andar por ahí suelta —dijo Lauren, sin abrir los ojos.

—Si te quedas aquí conmigo, a lo mejor me lo pienso.

Se hizo un silencio incómodo entre las dos.

—Oye, sobre lo de ayer...

—Antes de ayer —interrumpió Camila.

—¿Qué?

—Has dormido casi dieciocho horas, Jauregui.

Lauren se dejó caer de nuevo en la cama.

—Jo, supongo que esto de ser una superheroína fantástica acaba con las fuerzas de una.

—No te rías, Jauregui, eres una superheroína.

Lauren resopló y volvió a lamentarlo de inmediato.

LA COBARDE (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora