5. Victoria y Derrota.

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Mi primer día con el dron comenzó con el pie izquierdo. Con un puñetazo y una humillación, para ser exactos, pero el youtuber Jeikei no sería tal si se dejara amedrentar por pequeñeces; aquel día debía ser perfecto... Perfecto teatro para que mi papá dejara mi salud mental en paz.

«Sólo serán tres días ¿Cierto?», sacudí la cabeza, no quería pensar demasiado al respecto.

Tras la ducha sequé mis hombros y espalda ante la cámara, presumiendo descaradamente mi perfecto estado físico y cada uno de mis tatuajes. Sonreí fanfarrón.

—Y así culmina este hermoso fenotipo con el esfuerzo adecuado —alardee enseñando los músculos de mi espalda—. Tengo el cuerpo del héroe griego de mi constelación favorita, saludable y equilibrado ¡Pero no es gracias a mis genes! —sí, tanto alarde iba para mi papá— Deberías tomar nota de mi rutina y dieta, papá.

Otro mensaje me interrumpió ¡Mi papá rompía las reglas! Claro que me enfadé.

"Dibirís timir niti di mi ritini ¡Baboso!"

Otra vez se burlaba de mí.

—¡No se supone que me comentes! ¡Esto no es videollamada! —protesté directo hacia la cámara.

"Entonces no me hables, mi pequeño genio". Otro mensaje.

«Mierda, ese es un buen punto...», inhalé ofendido y di la vuelta. Claro que era mi culpa. Debía dejar de referirme a él y llevar a cabo mi rutina.

Preparé mi desayuno, descansé unos minutos acariciando al gato y salí a trotar con Bam. Regresé a casa, tomé otra ducha y preparé mi almuerzo. Empaqué la cena y otras cosas antes de dirigirme al observatorio.

Como antes dije, aquel día fue inusualmente tranquilo, incluso agradable. Cumplí con mi rutina sin contratiempos; sin angustia, sin alucinaciones, sin la muerte fastidiando. Me relajé a gusto observando a través del telescopio, anotando datos en mi computadora con el ronroneo de mi minino cobijando mis piernas.

Las horas pasaron. Al regresar a casa me di un par de vueltas ante la cama... ¿Debía apagar el dron? Fijé la vista en la cámara unos minutos. «No estás mirando ¿Cierto?», pensé estrechando la almohada contra mi pecho, con la luz encendida y listo para dormir.

La pesadilla de la mañana anterior pasó fugaz por mi mente. Tras un día agradable como aquel, no me sentía el "canalla insensible" que podía pelear con quien fuese... Sí, el bienestar y la compañía indirecta de mi padre me volvían vulnerable, pues inconscientemente quería aferrarme a esa pizca de felicidad recién probada.

Fue una alta apuesta. No apagué el dron para irme a dormir... decisión infantil; creer que por estar un poquito más cerca de mi papá las pesadillas no volverían. Sólo esperaba que el Schwarze Mann no apareciera, que no notara cuánto me estaba entregando a mi lado sensible y que no decidiera usarlo en mi contra.

Dormí como un bebé.

El segundo día inició radiante como el cielo. Fui fiel a mi rutina, salvo que en lugar de dar la vuelta al lago trotando lo atravesé nadando, esfuerzo extra que ameritaba descanso. Tras el almuerzo empaqué mi comida, pero... me senté en la terraza, puse algo de música orquestal y leí un libro. Llegué al trabajo tres horas más tarde de lo habitual, pero no había problema; nadie me lo pedía de todas formas.

El tercer día desayuné sin ducharme, empaqué comida y salí temprano. Llevé a mis mascotas de excursión al bosque, aquel cerca de mi casa al pie de la montaña. Bam estaba emocionado, corriendo y olisqueando todo a nuestro alrededor. Suga iba cómodo con su arnés, el que se ajusta a mi chaqueta a modo de "porta bebé" para llevarlo contra mi pecho cuando no quisiera caminar. Aunque no lo crean, a mi gordito naranja le gusta explorar, mirar los renacuajos en el río y cazar ratones.

ÜbermenschDonde viven las historias. Descúbrelo ahora