41. Melancolía.

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Hora 28. Día 8 del viajero en el tiempo en la Nave Verde.

No había respuestas y la búsqueda exhaustiva cesó. La paz, aunque momentánea, era un tesoro para quien hasta ese momento la desconocía, y comenzaba a valer mucho más a sus ojos.

Cada instante en aquel idílico futuro valía oro para el alma de JK.

—El universo es tan grande. Consuela y abruma, porque no somos nada. No importamos... ¿consuela? Porque toda aberración cargada en mis hombros es pequeña e insignificante como yo mismo... en comparación al infinito que desconozco.

JK flotaba con el alma floja. Sólo recibía luz desde su espalda, siendo su rostro invisible en la perpetua oscuridad del espacio. Hablaba bajo, hipnotizado por la vista ante sus ojos.

Estaba a salvo en la cúpula cristalina de 100 metros de diámetro, por sobre la coraza externa de la nave. Ahí; donde sólo los Adia podían estar a salvo de la baja presión, nula gravedad, perpetua oscuridad y la radiación estelar.

Ser un fantasma daba un punto a su favor; no tenía sentido temer a la muerte y, desconociendo el efecto que aquella aventura hubiese causado a su cuerpo real, podía relajarse ajeno a la maldita realidad. Su mente creía que la experiencia sería agradable; así que lo era.

JK sólo era un alma; no podía ser envenenado ni morir.

La oscuridad total a su espalda era la sombra de la nave, tan inmensa que su superficie externa se percibía plana, e invisible a causa de la escasa luz de las estrellas lejanas. No estaba el sol para revelar su presencia, el brillo tras JK provenía de los adis de su propia estrella; Vy.

—Cuidado, JK ¡El cristal! —el Adia se apresuró a ir tras él.

El cristal era invisible, pero Vy podía percibirlo con su tercer ojo. JK, perdido por la nula gravedad y sin nada con que darse impulso, estuvo a punto de estrellarse. Afortunadamente, su alien podía desplazarse a voluntad por el espacio usando sus adis como una medusa en el mar. Lo alcanzó a tiempo, envolviéndolo con sus brazos y posando el mentón en su hombro.

Vy dejó un beso en su quijada antes de alentarlo a extender la mano; el cristal estaba ahí, a centímetros de ellos, JK posó su mano en la superficie invisible con espanto.

—¿A qué velocidad iba a golpearme? —rió el humano, fascinado por todo.

—Pudiste romperte el cráneo —Vy cerró los ojos, regocijándose en el paseo.

—Por unos horribles segundos, después estaría ileso —sólo a él le causaba gracia, ser un fantasma era fascinante a su parecer; un sinfín de ilusiones creadas por la lógica de su propia mente— Ah... Si tan solo pudiera controlar mi subconsciente, iría de paseo a algunas constelaciones lejanas a la velocidad de la luz ¿No sería hermoso? Ser uno con el universo.

—Algunos Adias lo hacen —admitió—. Yo no puedo, aún estoy chiquito.

—Seguro el Schwarze Mann puede —rezongó resentido. Vy rodó los ojos en un suspiro ¿Por qué el humanito tenía que recordar eso? ¿No había decidido relajarse?— maldito puto, cada día lo odio más, no me importa quien sea; si llego a verlo de frente lo voy a golpear.

—Ya cálmate —rió usando su energía para apaciguar su corazón, y los adis para empujar el cristal. Ganó suave impulso hacia atrás, sin soltar a su "hombre primitivo"—. Sé un buen humanito. Quizá tu tío tenía razón y el chuarse no es malo, sólo que no entendemos lo que hace.

—Arruinó mi vida —concluyó aflojando hacia atrás, en sus brazos, regocijándose en caricias. Sostuvo las manos de Vy alrededor de su pecho y vientre, jugando con sus largos dedos—. Lo siento, soy humano, no un ser de luz. Mi alma es demasiado tosca y necia para olvidar y perdonar. Ojalá pudiera ser como tú.

ÜbermenschDonde viven las historias. Descúbrelo ahora