21. De Padre a Hijo

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Narra Luke.

Me enamoré hace 35 años, cuando a mi alma solitaria se le permitió acercarse a otra. Él me hizo consciente de la existencia de mi corazón; me aferré, no sólo a él, sino a la persona en la que me convertí a su lado. Sin el supresor diciéndonos qué hacer y cómo sentir, nos convertimos en ansiosos amantes. Yo; un completo idiota, de empatía escasa y falta de criterio, nunca dudé cuánto lo quería, mientras él me enseñaba a expresarlo.

Me enamoré, tan intensamente, que cuando amenazaron con apartarlo de mi lado, cada uno de mis defectos y virtudes cobró fuerza, cavando un agujero en mi cordura. Desquiciado, pasé por sobre cualquier persona, buena o mala... ¿Que si me considero un héroe por haber librado a la humanidad de Übermensch? No. En absoluto. Lo que hice no nació por altruismo, sino en un arranque de locura, enceguecido odio, concluyendo que... si no funcionaba, si no conseguía la libertad de mi amado y mi hija, el mundo no servía de nada.

Demente, irresponsable, macabro; fui la máxima personificación del egoísmo. Me apoderé del acelerador de hadrones y cree un agujero negro que, de haber escapado un milisegundo de mi control, hubiese acabado con el planeta entero. Culpables e inocentes, no pensé en ninguno.

¿Quién, en la historia de la humanidad, hubiera concebido semejante abominación?

Übermensch tenía razón; los humanos somos egoístas y necesitamos cierto control sobre nosotros.

Para bien o mal, no fui juzgado por mis acciones. Tras la caída del controlador, las personas estaban demasiado asustadas y confusas para emitir un juicio, y mis amigos me defendieron. Jin me defendió, a pesar de que causé la muerte a su padre.

Jin... es la mejor persona que puedan imaginar. Él, con su buen juicio, salvó a la humanidad; no yo.

Salí impune ante el mundo, mas no en mi consciencia. Jamás me libraré del peso que sentí en mis hombros cuando el acelerador de hadrones finalmente se apagó y, entre los gritos y confusión de quienes fueron mis compañeros de trabajo por décadas, algo de lucidez llegó a mi mente acusándome de un crimen que, a pesar de no haberse concretado... No perdono haber concebido y ejecutado.

La consciencia es un pesado lastre, me acusa de ser, bajo la amigable persona que todos conocen, un monstruo abominable. Aún así continué con mi vida, disfruté la libertad que conseguí por la fuerza, pasando por alto a aquellos que no estuvieron de acuerdo con la caída de Übermensch y sufrieron el golpe que les dio la realidad. Les gustara o no, no había vuelta atrás, y no era mi culpa que no pudiesen con ellos mismos.

Las voces mordaces de mi consciencia fueron silenciadas por los años dulces que viví junto a 2-T y mi pequeña. Sobrado de optimismo quise sumar aún más alegría a nuestras vidas... y pedí un segundo hijo. Por diez años más tuvimos la certeza de que el futuro de la humanidad sería brillante, perteneciente a los corazones fuertes que lo merecían... Como nosotros.

Diecinueve de noviembre del 273. Era mi cumpleaños, el de JK, Rebecca y la mayoría de las personas en el mundo pues, nacidos por incubadoras, Übermensch programaba el nacimiento de cada generación con precisión de relojero. Íbamos a celebrar en grande, y el menor de nuestra pequeña familia estaba tan ansioso por comenzar el día que nos despertó de madrugada. 2-T se levantó para cumplir su caprichito, llevándolo a la casa de sus tíos para que el día iniciara YA...

Ese día. Ese horrible día, la humanidad fue azotada por la muerte. Mi amado 2-T desapareció, y JK comenzó a alucinar...

La culpa regresó para podrirme desde dentro, pues yo sabía... cada año, en esa "alegre" fecha, lo recordaba; fue un 19 de noviembre cuando destruí el controlador, acabando con Übermensch... Cuando el padre de Jin murió a consecuencia de mis acciones.

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