Mi puño contra el rostro de alguien, era algo que nunca había imaginado que sucedería, estaba pasando, y los pensamientos los tenía en blanco, como si el leve ardor de mis nudillos se sintiera bien, pero al mismo tiempo, eso me pusiera en una situación lamentable.
Había sacado a ese chico de los pasillos, él ahora estaba mirando hacia arriba, esperando otro puñetazo.
—No pongas en tu sucia boca el nombre de mi hermano —el morado de sus ojos evitó que me mirara bien —. Vuelvo a saber de ti... y juro que lamentarás vivir en la misma ciudad que yo.
No sabía qué estaba diciendo o haciendo. Tampoco conocía a ese tipo. Fui al instituto de mi hermano por unos asuntos, acompañando a mi abuelo, en los pasillos lo escuché como se burlaba de la situación, su risa era tan asquerosa y el tono que decía las cosas me hizo reaccionar así.
Ese chico hablaba con tanto asco y una falta de empatía por la situación... tanto así que, no pude evitar arrastrarlo a los baños.
Me sacaba varias cabezas de altura, pero el coraje era tanto que, eso no lo había pensado en primer lugar.
Solo pensé en eso cuando el idiota se levantó y unos adultos —incluido mi abuelo—, entraron a los baños y nos vieron en esa situación.
La cara de decepción de mi abuelo fue algo que no pude evitar que me lastimara. Al apartar mis manos, noté cierta pesadez en todo mi cuerpo, no estaba tenso, más bien, era como si mis huesos no pudieran sostenerme.
Como si estuviera esperando el momento justo para romperme la puta cara contra el suelo asqueroso de los baños.
—Royce —aun cuando mi abuelo era quien me gritaba no pude detenerme, salí corriendo de ese lugar y atravesé la calle sin mirar nada más.
Después habría tiempo de hacerme cargo de mis acciones.
Porque si, no debí golpear a ese orangután. ¿Se lo merecía? Definitivamente. ¿Le volvería a pegar? Eso implicaría mirar la expresión de mi abuelo y, no, no quería volver a mirar esa expresión en mi vida.
Mi primera intención fue caminar sin rumbo alguno, esa intención desapareció cuando reconocí el barrio de mala muerte a donde había llegado.
Ya consciente de la situación, decidí ingresar. La vida parecía querer que me agarrara a golpes con las personas, por eso me lo estaba poniendo en ese instante. Era muy conveniente, después de semanas buscándolo, dudaba que las cosas hubiesen estado tan fáciles.
Olía tan mal, como una especia de granja de cerdos, mezclado con popo de dinosaurios. Los basureros destapados con la basura afuera le daban el toque estresante al ambiente. Las malditas lámparas encendidas y a la vez no: la luz titubea y se apagaba unos segundos y luego volvían a titubear.
Muy en el fondo, agradecía haber llegado a ese lugar de día, porque de noche... no hubiese tenido la misma valentía de ingresar.
¿Aquí era donde solía venir mi hermano cuando aún estaba bien? ¿Aquí vivía su amigo? No quería seguir juzgándolo por su aspecto poco favorable, pero si combinaba con el lugar.
—No entiendes la situación, cariño —dijo exactamente la mujer que conocía.
La idiota interesada que le había estado sacando dinero a mi madre, desconocía por completo como seguía la situación entre mis padres y ella, porque ya no vivía en mi casa y llamar a mis padres era algo que no me apetecía hacer, sinceramente.
—No entiendo —los perros que pasaron ladrando cerca, evitaron que escuchara lo que continuaba diciendo ese tipo de aspecto desaliñado.
¿Cómo pudo hacerse llamar "mejor amigo"? Se estaba aprovechando de la situación para ganar dinero.
Sacudí mi cabeza al darme cuenta de que estaba pensando en golpearlo. Quería hacerlo sangrar y decirle que lo odiaba tanto. Lo odiaba por no haber corrido rápido y llevar a mi hermano a tiempo al hospital. Lo odiaba por aprovecharse de la situación y buscar su bienestar. Lo odiaba porque mi hermano si lo quería. Porque mi hermano lo apreciaba tanto, pero él no podía ser una persona buena y dejar de estafar a mi familia.
—Es que no quiero —dijo él. Madre e hijo se acercaron a donde estaba yo, entonces di dos pasos hacia atrás y me escondí en unos de los grandes basureros —. No quiero hacerlo —. Ella se acercó a donde estaba él. Puso sus manos sobre sus hombros y rápidamente se miró como el cuerpo del chico se tensaba.
Mi mirada subió a su rostro. Parecía tener miedo... o no... más bien... parecía estar confundido, como que estaba en el lugar, pero al mismo tiempo no estaba.
—Yo no recuerdo que las cosas hayan sucedido así —sus palabras entrecortadas me hicieron dudar —. No entiendo de que hablas. Yo no recuerdo que sucedió y tampoco sé por qué ahora quieres que vaya a la casa de esa señora y me presente a pedirle dinero. No entiendo nada... puedes... puedes —enterró una de sus uñas en su mano y se mantuvo en silencio por un largo tiempo.
La mujer seguía manteniendo las manos en sus hombros.
—Serás un buen chico —puso las manos en su cabeza —. Esto es lo que tú desea, hijo. Lo que ambos deseamos —ella habló.
—No.
Nunca había escuchado a alguien negarse con tan poca seguridad.
—No mereces esto que estás pasando —volvió a decir ella —. Ese dinero nos ayudará a ambos.
—Papá me ayudará —dijo él.
Mis piernas en cuchillas dolían y mi trasero palpitaba, pero no podía moverme.
—Será el dinero suficiente para que yo pague mis deudas, me mude a un mejor barrio y puedas venir más seguido a mirarme. ¿No es lo que quieres?
Él no dijo nada.
Maldita perra manipuladora.
Todo eso había sido idea de ella.
Apreté mis puños, mismos que aún tenían sangre, y me dispuse a ponerme de pie. El plan había cambiado, no golpearía al pobre chico, pero le tiraría basura a la descarada de su madre.
Justo cuando me levanté, mi celular comenzó a vibrar y tuve que girarme, fingiendo que no sabía que ellos estaban en ese lugar. A pesar de que, en los primeros segundos, ellos dejaron de hablar, su madre siguió insistiendo en lo mismo, sin importar que, cerca de ellos, hubiera alguien escuchándolos.
—Tienes que venir a solucionar el desastre que hiciste, Royce —comunicó mi abuelo —. No sé dónde estás, pero te quiero aquí en veinte minutos —el pitido del celular cuando mi abuelo cortó, me hizo entrar en razón.
Tenía veinte minutos, pero primero necesitaba hacer algo.
Me giré para sacar al chico de las garras de su madre, pero ninguno de los dos estaba.
Caminé resignado hacia la salida del barrio, dándole una última mirada a esa casa. Arreglaría primero el caos que había hecho con la nariz rota del otro imbécil, luego vendría a solucionar todo lo relacionado con ese pobre chico y su estúpida madre.
...
Regresé, pero nunca estaba en casa. Nadie estaba en casa, lo busqué siempre que pude y el chico seguía sin aparecer.
Siempre me pregunté que hubiese ocurrido si no contestaba la llamada de mi abuelo y tomaba las manos de tu amigo para protegerlo.
¿Las cosas hubiesen cambiado?
Yo podía protegerlo y, al mismo tiempo, podía haber alguien que entendía el dolor de perderte, aun cuando ese chico no te recordara como yo lo hacía.
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La Historia De Royce (✔️)
Short Story"Hago cosas extrañas cuando estoy solo. Como pegar chicles en las sillas para que alguien más se siente y tenga una pequeña sorpresa". "Me gustan los chicles de frutillas que mi hermano me da" "Lo único interesante de las reuniones de mis padres, e...