—Es casi la quinta vez que vas al baño, Royce. Estoy comenzando a pensar que tienes problemas urinarios —remarcó la viejita. No tenía problemas urinarios, estaba bastante saludable. Era un hombre fuerte, con muchos pelos en el... —. Esta es la última vez que te dejo salir —amenazó. Yo le dediqué una sonrisa de maniaco y salí casi corriendo.
La pobre maestra ya estaba entrando a sus sesenta años y aún no se había jubilado. Su manera extraña de regañarme hacía que me agradara aún más. Tenía la atención materna que me había hecho falta durante mis 13 años de existencia.
Era extrañamente agradable, nada que ver con los anteriores desastres que se atrevían a compararme con mis hermanos.
—Te estaré observando, Royce —añadió. Yo le tiré un beso al aire. Esas interacciones eran una de las razones por las cuales mis compañeros me ignoraban y despreciaban, pero como a mí ellos me valían mierda, no me importaba que les sonara el culo donde fuera.
Pinche baño pendejo. ¿Por qué tenía que estar tan lejos? Tenía que hacer ejercicio y ponerme guapo, pero subir escaleras no era mi ideal de hacer ejercicio.
Y ahí iba yo, insultando a la vida, en mi intento desesperado por no lucir patético. Cuando lo miré a él. Traía el semblante serio y el puño cerrado. Se me hacía familiar. ¿Lo había visto antes?
—¿Ya le han traído su orden, joven? —interrogó la señora de la cafetería.
Como que se me habían olvidado las ganas de orinar.
—No.
Su frialdad me gustaba. Ah, siempre me habían gustado las personas frías, como que era un poco masoquista.
—Debería contratar a personas eficientes. Hace más de 30 minutos que he pedido mi orden, como puede observar: la cafetería se encuentra vacía. ¿Tan difícil es preparar una hamburguesa? Me siento hambriento y estoy enojado —confesó con mucha fluidez al hablar —. No quiero ofenderla, señora, pero sigue pareciéndome una falta de respeto el que no traigan mi orden a tiempo.
El caballero borraba compulsivamente.
—Tráiganle su hamburguesa al hombre —. Hice mi perfecta entrada, pero al chico no le importo. Solo siguió dando trazos en su cuaderno.
—¿Qué haces aquí, Royce? —me recibió la encargada de la cafetería.
Ella y yo teníamos una relación un poco confusa. Una vez la encontré poniéndole agua a la leche y desde ahí me daba comida gratis por guardar el secreto. Era innecesario todo eso de los secretos a cambio de la comida gratis. Mi familia era dueña de una parte del edificio, bien podía pagar por instalar otra cafetería, pero me gustaba eso, entonces iba a seguir así.
El chico miró otra vez a la mujer, entonces ella salió por su hamburguesa.
Me senté cerca. Moví la silla y abrí más mis ojos para mirarlo mejor.
—¿Puedes dejar de mover la silla? Me hace sentir incómodo y me desconcentra.
Escuchar su voz de cerca era una melodía.
Arrugó uno de los papeles, luego otro, después otro, y casi se acabó la libreta completa. Yo lo observaba con atención, no parecía gustarle lo que estaba dibujando.
—¿Te gusta dibujar? —indagué, queriendo conversar con él.
—Me gusta diseñar —corrigió.
—Pensé que era lo mismo.
—No lo es.
Y arrancó otra hoja.
—Eres muy lindo —dije. La señora de la cafetería me dedicó una mirada cómplice y se fue después de servir la hamburguesa.
—Es ilegal —contestó. Después de morder su hamburguesa.
—¿Qué?
—Lo nuestro es ilegal —limpió su boca con una servilleta.
—No te quería para eso —me burlé yo.
—Soy cuatro años mayor que vos.
—¿Cómo sabes mi edad?
¿Me había estado observando? El chico miró mi cara de espanto, así que dejó su comida en la mesa y se apresuró para aclarar, pero antes de que lo hiciera, hablé yo:
—Pervertido —solté.
—No soy ningún pervertido, no me digas eso que me hace sentir mal —se defendió. La manera tan natural en la cual expresaba lo que sentía —. Mi hermano tiene tu misma edad.
—Eso no explica nada —me levanté a la defensiva. El pagó, recogió sus cosas y envolvió el resto de su comida.
—Tu prima es mejor amiga de mi hermano —completó. Eso tenía mucho sentido.
—Igual, tampoco te quería para novio —rodé los ojos y acomodé las sillas.
—¿Entonces? —cuestionó, curioso.
—Solo quería que fuéramos amigos, nada más.
—¿Nada más? —enarcó una ceja.
Estaba diciendo la verdad. El chico tenía el toque de elegancia que me hacía falta, yo podía brindarle... ¿Mi vandalismo?
—ROYCEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE. ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? —gritó la viejita de mi profesora. La había hecho llegar hasta la parte superior del edificio, seguro iba a matarme.
—Creo que me tengo que ir —comencé a bajar rápidamente y miré como el chico educadito me seguía.
—También voy en esa dirección —dijo cuando lo miré fijamente.
—Que no te miren conmigo en los pasillos, tengo mala reputación —trate de sonar interesante.
El no pudo evitar reírse.
—¿Qué? ¿El señor educadito no me cree?
—¿Educadito? —interrogó el señor educadito.
—Si, tienes tanta educación que parece que no rompes un plato.
Sacó un jugo de su bolsillo.
—Me he venido sin pagar —confesó. Lo bueno era que ya estábamos algo lejos de la cafetería.
—¿Sin pagar?
El asintió. Me agradaba este chico.
—Espera... Si tu hermano es amigo de mi prima. Y el amigo de mi prima es hijo de los dueños de la cafetería. Eso quiere decir que no robaste, solo tomaste algo que les pertenece a tus padres.
Sonreí, orgulloso. Mi hermano había sido un buen maestro.
—ROYCE —volvió a gritar la viejita.
—Excelente observación —aplaudió con las dos manos y yo hice una reverencia.
—ROYCE —insistió la maestra. Me iba a ganar una cuando le dijera que ni siquiera había ido al baño.
—Ya voy, ya voy, ya voy —contesté, porque en verdad ya iba.
Apreté mis piernas mientras caminaba. La ganas de orinar habian regresado.
—Nos vemos luego —se despidió.
—Oye —, hable antes de que se fuera, sabía que era mayor, los de instituto raras veces andaban por esas áreas, por eso a pesar de ser uno de los dueños del lugar, no me lo había topado antes.
—¿Qué sucede, Jeffry? —él si parecía conocerme.
—¿Puedo robarte la personalidad?
Sonrió y negó con la cabeza. Yo hice lo mismo y ambos nos alejamos. Había encontrado a mi alma gemela, estaba seguro.
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La Historia De Royce (✔️)
Conto"Hago cosas extrañas cuando estoy solo. Como pegar chicles en las sillas para que alguien más se siente y tenga una pequeña sorpresa". "Me gustan los chicles de frutillas que mi hermano me da" "Lo único interesante de las reuniones de mis padres, e...