CAPÍTULO FINAL.
Con el sol poniéndose, el frío de la tarde comenzaba a sentirse con intensidad. Saqué de mi frasco el sobre con sabor a chocolate y me senté al borde de la cama. Justo en el momento que iba a dedicarme algo de tiempo, alguien comenzó a tocar con intensidad.
—Me acabas de quitar mi hora feliz, más te vale que sea importante —maldije sin saber quien era que estaba al otro lado de la puerta.
—Jeffry —me atrajo a su cuerpo y su fuerza hizo que el sobre de lubricante cayera al suelo —. ¿Qué te ha pasado?
Mi amigo se apartó para observarme; estaba prestando mucha atención a mi camisa rasgada y manchadas, a mis pantaloncillos cortos, mi cabello alborotado y mi cara algo bronceada.
—Es la nueva moda —lo hice a un lado —. ¿Qué haces aquí?
No me quité de la entrada a mi pequeña habitación, tampoco lo dejé ingresar.
—Te estuve escribiendo, te mandé cientos de mensajes de texto, pero no respondiste ni uno solo —reprochó.
Dirigí su mirada a mi computadora y celular, ambos con algo de polvo, cerca de la mesita de noche.
Él entendió con rapidez la razón de no haber tenido ninguna respuesta de mi parte. No estaba mintiendo al decir que no había tenido mucho contacto con los demás. A excepción de los intercambios de mensajes con mi abuelo, y las visitas regulares de mi hermana al edificio.
—¿Estás enojado porque no asistí al velorio de tu abuela? —quiso saber.
—Era un velorio, no un cumpleaños —al final me hice a un lado para que ingresara y continuara su inspección —. Y, si alguien tendía que estar enojada, sería mi abuela. ¿Te ha hecho visita nocturna?
Él negó.
—¿Te quedas en este lugar?
Pasó su mano por mis libros que, al contrario de mi computadora y celular, estaban perfectamente ordenados y limpios.
—Es un lugar pequeño para ti —dijo lo obvio. El lugar era pequeño —. Vente a vivir conmigo a España.
—No tienes ni media hora de estar aquí y ya lo juzgas —le di un leve empujón que lo hizo caer en la cama. Me recosté sobre sus brazos, como lo hacíamos tiempo atrás —. Las personas son amables conmigo. Al inicio, puede que mi apariencia los haga retroceder, pero cuando se acercan y comienzan a darse cuenta de que huelo bien, me tratan como seres humanos decentes.
—¿De qué hueles bien?
—No sé por qué algunas personas al mirarme creen que huelo mal.
—Tampoco los entiendo —bromeó —. Luces bastante decente.
—No exageres.
Se acercó más a mí, solo para comprobar que olía bien.
—¿No hay ratas?
—Antes.
—¿Ahora?
—Solo quedo yo.
—Jeffry...
—Estoy ordenando el lugar, así como intento ordenar mi vida.
Con orgullo me puse de pie para observar la nueva habitación; un tapiz de flores decoraba la pared, el piso estaba sin huecos y limpio, no había rastros de ratas o cucarachas, desde que yo había llegado, ellas parecían haberse mudado.
Mi presencia los intimidaba.
—Aun así... no me parece bien que estés solo.
También se puso de pie con la intención de inspeccionar los tres bultos de libros.
—¿Lees con frecuencia? —interrogó, al mismo tiempo que abría uno de ellos.
—La primera fila son libros de finanzas y negocios, la segunda de reparación de vehículos, y la tercera sobre jardinería y hortalizas.
—¿Jardinería y hortalizas?
—¿Qué? Tengo mucho tiempo libre, una azotea en perfecto estado. Tenía que utilizar ambas cosas y ocupar mi mente en cosas que no fueran dormir y llorar.
—No me digas que...
—Ven acá —lo sujeté de la mano para que viera mi creación.
Lo arrastré hasta afuera de la pequeña habitación.
—Jeffry, esto es hermoso.
—Era eso o tirarme del edificio —bromeé.
Al mirarlo preocupado, agregué:
—Estaba en medicación, ahora no tanto, supongo que las cosas mejoran.
Quiso disimularlo, pero lo escuché suspirar, aliviado.
—NO-CORTES-LOS-TOMATES —grité, enfadado.
Mi amigo retrocedió, aterrado por mi reacción.
—Tenerlos en una azotea ya es bastante complicado para ellos, por eso debes dejarlos crecer —expliqué —. Ser cuidadosos y apoyarlos para que se conviertan en fuertes tomates deliciosos.
—No me gustan los tomates.
—Cállate. A todos les gustan los tomates.
Estuvo un tiempo pasando su mano por la madera que mantenía la tierra en un solo lugar. No podía leer su mente, pero juraba que estaba procesando como mis manos destructivas e impacientes pudieron hacer todo lo que sus ojos observaban
Cuando terminó de analizar todo, se acercó más a mí.
—Te extrañé mucho, Jeffry —me abrazó por atrás y pegó su cara a mi hombro.
—Lo sé.
—¿También me extrañaste?
—Si yo fuera tú, también me extrañaría.
Mordió mi hombro.
—También te extrañé.
Y sentí como su respiración caliente también calentaba mi corazón, hasta ese entonces, un poco alejado del mundo.
...
Le mostré mi pequeña parte del mundo esa noche. Estaba nervioso a que fuera a rechazar mi nueva forma de vivir, y que hiciera lo que muchos hicieron, menospreciarme y decir que ese tipo de vida, sin metas y objetivos específicos, no era vida realmente.
Mis pequeños tomates, mis lechugas, las zanahorias y mis manos llenas de tierra. Mi cabello alborotado, la misma camisa azul que lavaba y secaba con determinación.
La semana que estuvo viviendo conmigo, le mostré otro capítulo de mi historia. Un Jeffry más responsable por su bienestar mental y poco interesado en la sociedad de los negocios como tal.
Una parte de mí que no andaba un dólar completo en los bolsillos, pero podía comer en un puesto de hamburguesa, entrar con hambre al departamento de los vecinos y salir con el estómago lleno.
Esa parte de mí que había estado reprimiendo y no presumiendo dentro de mi historia, pero que ahora me atrevía a vivirla.
Y mi amigo decidió caminar conmigo. No hacerme regresar al "antiguo yo", llorar conmigo y sonreír conmigo. Amenazarme con arrancar mis tomates y acercarse a leer mis instructivos para ayudarme a sembrar.
Se quedó porque quiso quedarse, y yo no pude estar más feliz con que decidiera ser parte de mi historia.
:):
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La Historia De Royce (✔️)
Conto"Hago cosas extrañas cuando estoy solo. Como pegar chicles en las sillas para que alguien más se siente y tenga una pequeña sorpresa". "Me gustan los chicles de frutillas que mi hermano me da" "Lo único interesante de las reuniones de mis padres, e...