Capítulo 21 | Koi

257 27 3
                                    

Bueno, amores míos. Espero que os gustase el capítulo anterior. Visto lo visto, parece que sí. No sabéis lo mucho que os agradezco el nuevo recibimiento. Sois unas personas increíbles, de verdad. Muchas gracias por quedaros conmigo después de tanto tiempo. Espero que este capítulo os guste (no sé por qué tengo la sensación de que así será). ¡Muchas gracias y disfrutad del capítulo! Os leo en comentarios <3<3<3

Capítulo 21 | Koi

Un 10 de noviembre de 2021, Kenai y yo habríamos hecho un año. Un 10 de noviembre de 2022, Kenai y yo volvimos a comenzar nuestra historia.

Ese fue el primer pensamiento que me cruzó la mente, mientras me desperezaba con la luz del día entrando en cascada por la habitación. Habíamos dormido en el estudio, juntos, por supuesto, porque quería volver a saborear cómo era despertar entre sus brazos.

Tal y como ahora, con sus brazos envolviéndome, apretándome contra su pecho. Una serpiente de ternura reptó por mi pecho y me invadió de una calidez impropia en mí, como si todo el helor que había sentido este ultimo año se debiese a su distancia. Había algo tan exasperante como apasionante en la manera en que tenía de hacerme sentir la mujer más tierna del mundo, cuando en realidad era un espíritu que vagaba perdido por los caminos de la amargura.

¿Cómo me había enamorado de alguien tan contrario a mí? ¿Cómo él se había enamorado de alguien como yo? No tenía nada que ofrecerle, salvo el amor que le tenía. Me preguntaba cuánto tiempo más podría alargar mi vida a su lado, cuánto faltaría para que se diese cuenta de que merecía a alguien tan positiva, buena y cariñosa como él.

Seguía con los ojos cerrados, alternando entre el sueño y la vigilia, cuando sus brazos me apretaron más contra su pecho. Parecía querer mimetizarnos hasta que fuésemos uno, como lo habíamos sido horas antes de que el sueño nos arrastrara.

—Sigues siendo un terremoto al dormir, peque —susurró—. Solo dejaste de darme patadas cuando te abracé.

Solté una risa que se quedó a medio camino de convertirse en un bostezo.

—Que suerte que me haya despertado para no tener que estar atado más tiempo a mí —respondí con una sonrisa pegada a la cara. Llevaba con la misma expresión en el rostro desde ayer. Quizás debería ir al médico para que me lo miraran—. Puedes soltarme, si quieres.

—No quiero —refunfuñó como un niño pequeño. El corazón me estalló de ternura en el pecho. Llevaba meses sin sentir esa ingravidez cosquilleándome por el cuerpo. Me acurruqué en esa sensación.

—Te libero de esta pesadilla —ironicé. Me volteé para verlo. Las pecas bajo sus mejillas simulaban una constelación en la que gratamente podría perderme.

—Tu eres un sueño, no una pesadilla —Sus pestañas revolotearon hasta permitirme ver esos ojos pardos que tantas veces había dibujado. De tantas formas distintas, sonriendo, tristes, enfadados, brillantes. Había perdido la cuenta de todas las veces que los había dibujado.

—Buenos días —susurré, extasiada por esa mirada tan tierna. ¿Cómo podía haberme creído aquella mentira si me miraba de esta forma?

—Maravillosos días —rectifiqué. Sonrió de medio lado y yo no fui capaz de hacer otra cosa más que imitarle.

—¿Dormiste bien?

Asintió con la cabeza, cerrando los ojos ante el primer contacto de mis dedos sobre su rostro. Afuera, todo el mundo vivía sus vidas, ajenos a que este era uno de los mejores días de la mía.

—No me mientas. Puedo ver las ojeras que tienes, Kenai.

Sonrió.

—Vaya, gracias. Estoy seguro de que es el mejor piropo que me has lanzado nunca.

El arte de amar entre cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora