Me estoy encariñando en exceso con estos personajes, enserio. Me parecen tan reales, tan sinceros. Poco a poco dejan entrever sus inquietudes y eso me encanta, de veras. Cuando termine la novela voy a tener un serio bloqueo escritoril, lo juro. Dicho esto, ¡espero que os encante el capítulo! ¡Os leo en comentarios!
Capítulo 22 | Dejarlo todo.
Kenai
Lynnette debía volver a dar clases en la asociación. Ya había cubierto su cupo de días libres y ya comenzaban a necesitarla. Sus clases eran las más aclamadas, aunque no quisiese echarse coronas. Lo descubría cuando la acompañé a la asociación y todos, tantos padres, madres, como niños se alegraron de verla. Algunas madres le dijeron que la extrañaron y un mayor número de padres se quejaba de que les había creado una dependencia emocional a sus hijos, y los niños... Los niños corrieron a abrazarla.
Estuve un poco celoso, no lo voy a negar. Deseaba ser yo el que recibiese todos y cada uno de sus abrazos. La adoraba, casi tanto como yo lo hacía. Y la sonrisa en los labios de Lynn era asombrosa. Jamás la había visto sonreír así, ni siquiera conmigo. Era una sonrisa distinta a todas las demás, una con la que nació un instinto de protección hacia esos niños.
Pero cuando Emma se acerco. Madre mía. Esa sonrisa casi me tumba al suelo. Porque juntas se abrazaron como si fuese parte del mismo cuerpo, como si se necesitasen para vivir.
—¡Lynny, Lynny, Lynny! —Había gritado Emma. El pequeño torbellino que a lo primeros días de conocernos me advirtió de lo que pasaría si le hacía daño a Lynn.
"Si le haces daño, te arrancaré tu cabellera de cuajo y se lo pondré a mi muñeco. Todavía no tengo ninguno pelirrojo." Nunca pensé que una niña de esa edad pudiese tener ese vocabulario, pero vaya si lo tenía.
Desde entonces me di cuenta de que la relación entre Emma y Lynnette era especial, casi como si fuesen hermana. Lo confirmé cuando se quedaron un tiempo así, abrazadas a la puerta de la asociación, con los ojos cerrados y aferradas la una a la otra.
—¿Kenai se va a quedar? —preguntó Emma tras haber permanecido abrazada a Lynn durante unos minutos, poniéndola al día de todo hasta que se dio cuenta de que yo estaba allí.
Lynn me había preguntado con la mirada, de pie y agarrada a la mano de la pequeña. Me sentí aliviado al no ver ninguna muestra de reticencia en sus ojos. Por suerte, una profunda curiosidad la embargó, pero decidí que esta semana era mejor para ella que hiciera sus clases sola. Así que, en su lugar, me acerqué a ella y dejé un beso en su mejilla. Percibí su respiración entrecortada incluso antes de acercarme lo suficiente como para sentirla sobre mi piel.
—No creo que soporte verte pintar. Me pasaría toda la clase pensando en lo bueno que se sentiría hacer un camino con el pincel por todas las partes que quiero besar —susurré en su oído. Había dejado de respirar, o esa fue la sensación que tuve—. Dime, peque, ¿me dejarás hacerlo? —pregunté mientras una de mis manos trepaba hasta sus costillas y mi pulgar se acercaba a la curva de sus pechos.
—Sí —susurró. Y así es como dejé un beso en su mejilla y le dije que me avisara cuando terminase la clase. Un cabrón con suerte donde los haya.
Ahora estaba preparando la cena. Lynnette vendría después de que terminase de dar clases, lo que ocurría dentro de cinco minutos. Le había dicho que podía acercarme a recogerla con el coche, pero me había dicho que prefería volver andando y que nos veríamos en casa.
En casa. Sonaban tan bien esas dos palabras.
Leí entrelineas cuando me lo dijo. Lynnette necesitaba su espacio para poner en orden los pensamientos de su cabeza. Nunca había sido bueno atosigarla y cuando reclamaba su tiempo era porque realmente lo necesitaba. Confiaba en que que cuando volviese tendría la mente más calmada y, si se sentía lo bastante segura, me diría lo que pasaba por esa cabecita tan hermosa.
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El arte de amar entre cenizas
Genç KurguLynnette tiene una cosa clara en la vida: no volverá a caer dos veces en la misma piedra. Sobre todo, si esa piedra es pelirroja, con pecas que incitan al pecado y ojos que te desarman por completo. Kenai es cosa del pasado. Lo odia. Es esa basuril...