CAPÍTULO 2

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La primera vez que Betty le había escrito una carta, fue al mes de la partida de Armando al internado. Había querido escribirle apenas se fue, pero el llanto no la dejaba, había sido tan fuerte el shock de que su amigo y amor en estos años se había ido y quizás para siempre; no entendía bien porque no los dejaban jugar juntos ni verse. Su padre siempre le explicaba que las diferencias sociales eran muchas entre ellos y eso estaba mal para él.

Quería entender de verdad, pero tan sólo eran dos niños que habían crecido juntos y que no hacían nada que pudiera dañar a alguien, quizás a su corta edad era algo que no lograba entender aún.

—Bettica—dijo doña Julia al verla salir de casa— ¿para donde va solita?—Preguntó mientras la miraba con un sobre y una hoja en la mano.

—Mamá, me asustó— contestó llevándose una mano al pecho, intentando calmar el susto que le había pegado— Quería estar en el jardín, me aburro mucho estando sola...—Agregó con calma mientras se iba escondiendo la hoja y el sobre de carta entre el suéter.

—Ahh y ¿Qué es eso que lleva en las manos?— preguntó con suspicacia aún sí ya había visto lo que era.

—Nada, mamá— Respondió con una sonrisa nerviosa mientras se peinaba el cabello para disimular.

—¿Cómo que nada?— dijo con tono de reclamo mientras se llevaba una mano a la cadera.

—Está bien, mamá, es sólo un papel en el que quería dibujar—Agregó intentando sonar inocente, pero esa sonrisa a medias Doña Julia ya la conocía muy bien. Imaginaba lo que pretendía su hija y aunque sabía que los padres de Armando les habían dicho que cero contacto entre ellos, ella no pudo impedir las intenciones de Betty. Le partía el corazón verla tan triste sin su amigo.

—Tan linda mi niña. Bueno está bien, vaya que yo ya me tengo que ir a trabajar—le dió un beso en la mejilla y sonrió con una complicidad que ella no fue capaz de detectar.

Betty se sentía aliviada pensaba que su mamá la iba a descubrir y aunque no quería mentirle ni ocultarle nada. Últimamente y con el tema de Armando, sentía que incluso ella defendía la postura de su padre sobre la diferencia de clases sociales, esas cosas que no lograba entender bien porqué sucedía y le daba miedo que también se la llevaran de mínimo a otra ciudad de Colombia; si eso llegaba a pasar, él no sabría dónde encontrarla cuando volviera.

Se había ocultado en un lugar con superficie plana para poder escribir, se frustraba a cada rato porque no sabía como hacerlo del todo bien y se sentía mal por no poder ser tan inteligente como Armando.

Empezó a quejarse, molesta por aún no haber escrito nada cuando escuchó su nombre de una voz suave.

—¿Beatriz? ¿Es usted?—preguntó con una sonrisa la profesora que los señores Mendoza le habían puesto a los niños de Ecomoda.

—Profesora ¿cómo está?— Respondió ella con media sonrisa mientras se levantaba.

—Bien, pero veo que usted no; la escuché discutir ¿Está con alguien?— dijo observando alrededor con calma y atención.

—No, estoy yo sola, es que estaba tratando de escribir algo y no me resulta. Aún no puedo hacerlo del todo bien...—Dijo con tristeza, bajando la mirada con algo de resignación que conmovió a la mujer.

—Si quiere yo la puedo ayudar—Sugirió con una gran sonrisa y Betty asintió con alegría.

—¡Sí quiero! Muchas gracias maestra— Corrió a abrazarla y la maestra asintió.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora