CAPÍTULO 13

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Después de la maravillosa propuesta de matrimonio, entre besos y abrazos bajaron a comer algo. Morían de hambre y el frío ameritaba también tomar algo caliente.

Se prepararon omelette con un café caliente y concentrado y luego de ese desayuno cargado de amor, Armando se dirigió a una habitación de la cabaña para poder sacar algunas cosas mientras Betty se encargaba de acomodar las cobijas sobre la cama.

—Mi amor, ¿Qué haces? — preguntó Betty, saliendo de la habitación por todo el ruido que se escuchaba. Caminó hasta la estancia y al verlo buscar entre tantas cosas dentro de aquella puerta, se acercó con curiosidad y el ceño fruncido. Él se enderezó y la miró con emoción.

—Esto quería, mi vida, Mario me dijo que debía haber un árbol de navidad aquí y con lo rápido que vinimos me olvidé por completo que también se nos viene navidad, y pues el niño Jesús me concedió el deseo de pasar estas fechas contigo entre mis brazos y merece que lo celebremos como se debe— Se acercó a ella y con un brazo le enlazó la cintura para besarla, mientras que en la otra cargaba el pequeño árbol de navidad.

Betty miró el árbol con emoción cuando se separaron y sonrió contenta, era la primera vez que ella podía decorar uno para satisfacción personal. Con lo pequeñas que eran las habitaciones de las galerías y con lo costosos que eran, nunca había podido tener uno que no fuera el inmenso que ponían en las galerías.

Entre risas lo armaron y colgaron los adornos, instalaron las luces que habían y le dieron vida a esa cabaña en medio de la nieve.

(...)

Betty miraba a Armando partir leña para la chimenea, sostenía una sonrisa en su cara que solo aumentaba cuando desviaba la atención por pocos segundos a su mano en donde tenía el reluciente anillo, puesto en su dedo.

No podía creer que al fin estuviera viviendo lo que siempre soñó. Armando había superado cualquier expectativa que ella tenía de él y sentía que se volvería loca de amor, simplemente la tenía demasiado enamorada.

Miraba hace un año atrás y no podía creer cómo su vida había cambiado, ahora solo rogaba a Dios por mantener ese amor tan precioso con el hombre que tanto adoraba...

Él pareció sentir la mirada porque a través de la ventana la miró, guiñandole el ojo y lanzándole un beso con su dedo que la puso extremadamente roja. Sí ese hombre viera el efecto que causaba en las mujeres, su ego se impresionaría demasiado.

Armando miraba con una sonrisa inmensa a aquella mujer que estaba detrás de la ventana... porque sí, ya era toda una mujer, su mujer. Estaba rebosando de felicidad y agradecía a cada minuto de poder estar ahí con ella.

Tomó la leña y caminó a la casa donde Betty lo recibió con una gran sonrisa que le hizo derretir las piernas.

—Mi amor, pero no sabía yo que eras un gran leñador.. — se acercó coquetamente y le tocó los brazos— Además de tan fuerte y varonil que te ves haciéndolo— Esa manera tan sutil de ella de coquetear, lo excitaba de doble manera. Le despertaba todos los instintos y después de haber vivido lo que les faltaba por probar, sentía que no podría dejarla de acariciar y desear nunca más.

Dejó la leña a un lado y la tomó de la cintura para pegarla a él.

—Muñeca, esto es sólo un agregado a todo lo que puedo hacer— Susurró de forma seductora y se acercó peligrosamente a sus labios para robarle el aliento en un beso.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora