CAPÍTULO 17

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Betty, con un poco de pesar, subió a la oficina de Armando. Algo extraño sucedía con Nicolás y quería averiguarlo todo, pero por ahora no iba a importunar más, sabía que no era buena idea presionarlo demasiado.

Golpeó suavemente la puerta y al tercer golpe le abrieron, miró a Mario y estaba todo desarreglado, se notaba el cansancio en sus ojos y en su andar.

—Buenas tardes, Betty, pase pase; no sabe cuánto la llamé con el pensamiento, es que si usted venía lograba así frenar un poco al negrero de su presidente que nos tiene aquí dele y dele trabajando, y yo simplemente ya no puedo más...— Armando levantó la vista que tenía encima de tantos papeles y contempló a la mujer más bella que sus ojos habían visto nunca.

Sonrió embobado mirándola directo a los ojos; Camila y Mario los vieron y se miraron entendiendo que ahora sobraban en esa oficina que de pronto se sentía muy pequeña.

—¡Uhhh! Ya se nos perdió el cabezón de mi hermano, MarioHabló Camila con burla y Mario sonrió.

—Dios lo ilumine, hermano, ya está perdidamente enamorado y no hay nada más que hacer por usted.

—Tan idiota, Mario, no ves que éstos están enamorados desde que nacieron...— Replicó Camila, risueña ante ese brillo tan meloso que tenían grabado en la cara.

Betty se había acercado a Armando y él se levantó de su asiento con entusiasmo para rodear su cintura y plantarle un beso, ambos se habían perdido en ese acto dulce cargado de ternura mientras los otros dos debatían desde hace cuánto se amaban ese par.

Estaba todo el silencio cuando notaron que ambos se estaban saludando como si no se hubiesen visto en un millón de años.

—¡Pero bueno, macho! ¡¿Qué son estos atrevimientos de los jóvenes hoy en día?! Se besan cómo si no se hubiesen visto en un millón de años pues, y encima como si no tuvieran a nadie más enfrente— Ambos cuando escucharon hablar fuerte a Mario, se separaron lentamente entre risas y quedaron abrazados; ella con su cabeza apoyada en el pecho miraba a Mario con una gran sonrisa y Armando con un gesto de burla, ambos escuchando cómo seguía con su perorata— Bueno... técnicamente sí, no se vieron por muchos años, para ser exactos dieciséis y eso que la cuenta la saqué a lo rápido... que genio soy —Los tres rodaron los ojos, ese Mario seguiría igual siempre.

—Ay ya, Mario, calla esa boca, amárrate la lengua no sé, o mantenla ocupada en la boca de Patricia así los dos no hablan demás — Se rieron ante el comentario de Camila, imaginando a los dos en una cita— Anda camina que hay que irnos, Mario— él entendió la indirecta y tomó sus cosas.

—Si, Cami, vamos, debo pasar por mi Pati para invitarla a salir; además, tú y yo sobramos aquí, eso se nota.

—Emm... antes de que se vayan, Mario, Armando, yo venía a invitarlos a salir ésta noche. Cami quiere conocer a las del cuartel y programamos juntarnos afuera de los complejos a las nueve de la noche para ir al bar de siempre, ustedes ya conocen cual es...

—Por mi parte no tengo problema, mi amor, así también aprovecho de conocer bien a todas tus amigas— le sonrió y le robó un pequeño beso.

—Yo se que Pati querrá ir así que confirmo por ambos, no tenía donde sacarla la verdad y pues ya tenemos panorama, gracias, Betty. Vamos, pequeña, que el tiempo apremia— Ambos sacaron sus cosas y se retiraron de la oficina para encontrarse más tarde.

Armando apenas se fueron cerró la puerta con llave, no fuera la de malas que, a la secretaría, antes de retirarse se le diera nuevamente por entrar sin tocar la puerta.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora