CAPÍTULO 11

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23 de Diciembre...

Pensaba Betty con emoción, sentada sobre su cama apenas un par de minutos después de haber despertado.

Anhelaba que Armando y ella pudieran perderse en la sierra detrás del pueblo como era su tradición en todos sus cumpleaños. Hace días que solo podían verse por unos minutos antes de que cualquier cosa los interrumpiera.

Se encontraban en una suave y esponjosa nube de la que no quería bajarse nunca, era muy feliz sin todo ese peso que no había notado que llevaba años cargando...

Tocaron la puerta con suavidad y miró a Patricia, que seguía roncando como un oso, antes de levantarse y abrir. Sus padres estaban del otro lado con una pequeña torta de cumpleaños con unas pocas velas.

Ella los había estado evitando todo lo que pudo cuando regresaron de Calí; casi dos semanas corriendo de un lado a otro cada vez que los veía, moderando sus encuentros a menos de cinco minutos. No estaba en paz sabiendo que le habían ocultado algo tan importante por todos esos años, pero tampoco sabía cómo podía enfrentarlos.

Armando le había dicho que él los entendía, pero ella seguía sin poder hacerlo; bien pudieron haberle dado todas esas cartas y explicarle a detalle sus razones, pero prefirieron asumir y decidir en algo que no les incumbía.

Ahora estaban frente a ella con una alegría genuina y aunque estaba molesta, en su corazón no juntaba las fuerzas para enfrentarlos. Además, era su cumpleaños, ¿porqué debería buscarse problemas precisamente ese día?

No, es mejor esperar a después; el problema seguirá existiendo, pero por ese día podría esperar y hacerlo de lado para ser feliz...

Pensó con calma mientras dibujaba media sonrisa en sus labios.

—Feliz cumpleaños, mi amor— Dijeron con una sonrisa sincera, pero en un tono bajito para no despertar a nadie. Betty sonrió emocionada y los abrazo con fuerza para después soplar las velas— Venga, mi niña, que le hemos preparado un desayuno delicioso en la habitación de nosotros...— Betty asintió y tomó su bata antes de salir junto a ellos.

Caminaron en silencio hasta su habitación y cuando entraron, la recibió Nicolás con una pequeña cajita de regalo y la mesa preparada con un desayuno que se miraba delicioso.

Betty se lanzó a abrazarlo con emoción y cariño, él le respondió con una sonrisa enorme.

—Hoy es el día en que se hace un año más vieja, Betty, y míreme a mí que yo sigo siendo un niño. ¿No le da pena ser la mala influencia en esta familia?— Ella soltó una risa burlona y negó con la cabeza.

—Y precisamente lo dice el que es más viejo que yo, y encima también más fiestero y necio— Nicolás siguió sonriendo con emoción y le puso la pequeña caja de regalo enfrente.

—Quizá no sea mucho, pero es para que nunca se olvide de lo mucho que la quiero. Somos hermanos y no importa lo que pase, siempre voy a estar para cada pequeño problema y cada gran aventura de su vida— Betty lo miró con sentimiento y abrió la caja con nervios para encontrarse con un brazalete color plata que tenía una figura de corazón, el mismo brazalete que ella había querido comprarse hace un año para Navidad, pero que no pudo porque había ayudado a Nicolás con unos gastos del médico porque se había enfermado.

—Nicolás, es precioso...—él sonrió y le ayudó a ponérselo.

—La mejor parte es que venía con un collar de conjunto y ese me lo he quedado yo...—Sacó el collar, que ya llevaba puesto, de su camisa y lo mostró con una sonrisa algo nostálgica en la cara— Cuando me enferme, los doctores pensaron que quizá no podría sanarme porque las medicinas para la recuperación eran costosas, pero usted nunca me dejo solo y se mantuvo a mi lado todo ese tiempo en mis revisiones. Quizá hoy no podría estar aquí para sacarla a bailar como tanto nos gusta o para levantarle ese ánimo que a veces cuesta mantener así que gracias, Betty...

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora